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Números y palabras

Letras y números 20230929
Letras y números | unsplash | Towfiqu barbhuiya

Mientras las letras danzan, los números aplastan. Entre los índices de inflación y las encuestas, la realidad se estrecha, cada vez hay menos espacio para la pluralidad o el disenso. Todo parece regirse por lo masivo, y lo masivo parece determinado por lo que los números indican.

En la era digital, estamos más digitados que nunca. Sin embargo, podrían decirme que tengo la libertad de escribirlo, que nadie me lo impide, ni tampoco establece qué debería escribir o dejar de hacerlo. Los condicionamientos pueden ser intangibles, algo de lo programable se juega en las decisiones personales.

Cada cual parece decir lo que quiere, las quejas se manifiestan a viva voz

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Sin embargo, cada cual parece decir lo que quiere, las quejas se manifiestan a viva voz, el repudio es colectivo, y algunos candidatos se permiten declarar barbaridades, completamente fuera del registro democrático, especulando con los enardecidos. Libertad ante todo, sin límites o, más bien, apoderándose de ellos. ¿Pero acaso estipular la libertad no es un oxímoron? ¿Imponerla no es sospechoso de privársela a quienes la ejercen libremente? ¿No es un postulado unívoco, sesgado? Recuerdo el final terrible del gran texto de Alejandra Pizarnik La condesa sangrienta, que refiere a una poderosa asesina, libre en su castillo de hacer lo que se le da la gana. El texto de la poeta concluye: “La libertad total es horrible”. ¿Cuál es el límite, entonces?

Estos últimos días, las palabras andan tras los números. Es tiempo de debates. ¿Es posible calcular la incidencia de lo que se dice, torcer el rumbo de lo que se impone subrepticiamente?

Prefiero lo incalculable, el sentido literario que moldea la tosca realidad. Sobre todo este fin de semana, con tan bellos testimonios de los invitados a la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y los encuentros con autores y autoras locales. Leyendo una de las novelas de Jonathan Franzen, llamada Pureza –verdadero fresco literario de nuestra realidad actual–, me encuentro con el siguiente párrafo: “Hay pocas cosas más parecidas entre sí que dos revoluciones. Lo que distinguía a una revolución legítima –la científica, por ejemplo– es que, en vez de ufanarse de su condición revolucionaria, se limitaba a ocurrir. Solo las débiles y recelosas, las ilegítimas, tenían que ufanarse”. La debilidad de la soberbia.