Los episodios de violencia represiva extrema por parte del Estado que está soportando el pueblo chileno, en especial segmentos medios y pobres, son impiadosos y produjeron ya cientos de encarcelados, torturados, heridos y muertos, bajo las balas de los carabineros. Es necesario situar en contexto esta tremenda circunstancia.
Chile resultó el ensayo bautismal y más prolongado del modelo neoliberal regional, iniciando en el año 1973 bajo la dictadura pinochetista. Es también el ejemplo más acabado y extenso de construcción mediática de un modelo “exitoso” y, en simultáneo, del ocultamiento de sus graves consecuencias sociales.
No abundaremos en datos sobre carencias en salud, educación, previsión social ni de infraestructura, que son muy graves y de extensión inusitada. Todo servicio está privatizado, y las prestaciones públicas compensatorias prácticamente no existen o son de una muy baja calidad.
En materia de ingresos, y solo para dar una mirada a la extrema privación del “modelo exitoso”, obsérvese en el gráfico que hoy, y según datos oficiales del Instituto Nacional de Estadísticas de Chile (INE), desagregados por estratos sociales, el 80% de los hogares chilenos tiene ingresos que no le permiten cubrir sus gastos mensuales. Ninguna de estas circunstancias sociales aberrantes se vio reflejada en los medios dominantes en Chile y tampoco en los internacionales, sino de forma muy fragmentada y episódica. Sin embargo, este ocultamiento no fue solo en el ámbito de los aparatos de medios.
Hay que señalar la reproducción ampliada del modelo chileno por los aparatos educativos y en especial por la academia, que casi uniformemente sostuvo el prestigio y la consistencia económica de un modelo siempre socialmente inviable que finalmente “derramaría” bienestar.
En efecto, la influencia del paradigma neoliberal en la formación profesional de economistas sigue aún hoy dominando la currícula, tanto en universidades públicas como privadas, en Chile y en el mundo occidental. Solo se observaron críticas al funcionamiento “institucional” del sistema político chileno a partir de publicaciones académicas del año 2007 (¡) y no en materia de su eficacia económica, que no se cuestionaba, sino en el terreno de las autodenominadas “ciencias políticas”, donde algunos analistas auguraban una crisis de representación. Nada grave, con respecto a lo que hoy efectivamente ocurre.
Finalmente, el momento de ruptura que hoy vive Chile ofrece enseñanzas muy interesantes para poder evaluar y predecir momentos de quiebre del lazo social, fractura que da inicio a una crisis de representación profunda y extendida, hasta hoy sin final a la vista. Lo que queda también para el análisis es que para imaginar la dinámica de una formación social capitalista, no hay problemas “insignificantes” a priori.
En Chile, un cospel de metro, un acontecimiento hasta aleatorio, puso en marcha un proceso de cambio imprevisto e impredecible.
La lucha actual condensa miles de pequeños y grandes reclamos anteriores, derechos pisoteados, maltrato condensado en la consigna “Tanto le han sacado al pueblo, que le han quitado hasta el miedo”. No es por 30 pesos, es por 30 años de insatisfacción abajo y ocultamiento arriba.
Una gran lección también para la “compulsión encuestológica” que modela el comportamiento de buena parte de la dirigencia política actual y no solo del otro lado de la cordillera.
En Chile, estimados lectores, el precio del metro no era “el principal problema del país”, según lo mostraban todas las “encuestas”. Pero (ay!) , pasó lo que pasó. La clave, entonces, no es la “significación estadística” de un problema o privación, sino la función que cumple el reclamo en la cadena de demandas insatisfechas. Si la demanda es capaz o no de unificar al conjunto o un campo extenso de insatisfacción social, y esa cualidad (no cantidad) solo es percibida, la pueden ver y sentir los políticos verdaderos, que jamás reposan en palacio, ni dan pasos al costado de la ciudadanía que los elige, los empecinados.
Captar y asumir esa diferencia jamás será tarea de encuestadores y sus risibles “agendas de principales problemas de la gente”.
La política, como la filosofía, es cuestión de matices. Nada, en principio, es un detalle “nimio”.
Finalmente, y dado que de este lado de los Andes estamos en veda electoral, hoy nos enteramos de que en la otra orilla, y “frente a los reclamos”, el represor chileno Sebastián Piñera acaba de “posponer el aumento de las tarifas, hasta el año 2020”.
¿No les recuerda a nadie este cinismo, estimados lectores de PERFIL?
*Director de consultora Equis.