COLUMNISTAS
Alfonsín, 10 años

La olvidada herencia de papá (y sus deudas)

El fundador de la era democrática dejó claros y oscuros. Por qué sólo supimos aplicar lo peor. Anticipo de un documental realizado por NOTICIAS para Telefe.

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Alfonsin por Cabezas | Perfil: Jose Luis cabezas

El próximo miércoles a las 18.30, en la imponente cúpula del CCK, la revista NOTICIAS comenzará a celebrar sus tres décadas de periodismo irreverente con un evento muy especial: un homenaje a Raúl Alfonsín, a 10 años de su fallecimiento.

La ocasión -en el contexto de un 2019 electoral con 35 años de democracia recién cumplidos- servirá para presentar una edición especial impresa y un documental que será transmitido por la pantalla de Telefe, el sábado 6 a la noche, bajo el título “Documento Alfonsín / El legado íntimo”. Se trata de un recorrido inédito por el archivo personal del primer mandatario argentino post dictadura, acumulado durante casi medio siglo en su legendario departamento de la Avenida Santa Fe al 1600. Cartas reveladoras. Borradores de decisiones que marcaron toda una época. Libros subrayados con anotaciones a mano al margen. Fotos. Objetos. Y el increíble telegrama con el cual el Congreso le avisó que, el 10 de diciembre de 1983, debía presentarse a asumir la Presidencia de la Nación. También está el archivo de la propia revista, donde fue columnista poco después de dejar la Casa Rosada.

Evocar la imborrable figura de RA en medio de un nuevo fracaso económico, con inflación, devaluación, endeudamiento y un gobierno avalado por la UCR puede llevarnos a confundir las cosas. A recortar la historia sólo desde aspectos coyunturales. A quedar entrampados en las tensiones electoralistas del momento. A perder, una vez más, la perspectiva y cerrarnos en la inmediatez. En la conveniencia de algunos. Si algo no supimos resolver en democracia fueron los oportunismos cortoplacistas. La carencia de un proyecto de país a futuro.

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Claro que es cierto: Alfonsín, en 1989, dejó una economía desencajada, un modelo productivo declinante y un panorama social cuesta abajo que, salvo breves remansos, sigue costando horrores revertir.

Sin embargo, vale destacar sus enormes aportes al diseño de un camino civilizado:

• El Juicio a las Juntas marcó un antes y un después. Un Nunca Más. Y el ensueño de una “democracia por 100 años”, tras un siglo de resolución de los conflictos a través de la brutalidad militar.

• “Con la democracia se come, se cura y se educa”, dijo en uno de sus discursos más memorables. Ahí se plasma, precisamente, un rumbo. Una meta permanente. La única bandera verdaderamente refundacional de estas tres décadas y media de pretendidos iluminados y fatigosas “herencias recibidas”. Una gran deuda de toda la sociedad civil, incluida toda su dirigencia política.

• Convergencia. Consenso. Unidad nacional. Fueron sus desvelos. Así, al menos, lo dejó plasmado no sólo en su brillante oratoria. El archivo de la Avenida Santa Fe está repleto de lecturas, acotaciones y cartas íntimas en esa dirección.

Entre esos papeles amarillentos, hay un borrador del Pacto de Olivos. Repasado a la distancia, el tan cuestionado acuerdo con Carlos Menem para facilitarle al riojano su reelección, dejó claros y oscuros.

Los claros: un montón de mejoras teóricas a la calidad institucional, para garantizar más gobernabilidad, más transparencia y más derechos civiles. Aplicarlos a fondo permanece aún en la columna del “debe”.

Los oscuros: sobre todo, un nuevo sistema electoral que achicó los mandatos presidenciales a 4 años con posibilidad de reelección (antes eran de seis y sin ella). En la práctica, fruto de una institucionalidad absolutamente inmadura, lo que parecía garantizar más democracia (votar más seguido, dar más tiempo a los presidentes) devino problema estructural. Vivimos en constante campaña electoral. Los líderes ocupan su cabeza más en ganar que en gobernar. Y la curva de la economía, cuya tendencia es históricamente declinante, halla picos pasajeros de mejoras, con suerte, sólo en los años de elecciones.

En sí mismo, el borrador del Pacto de Olivos exhibe la génesis del trauma nacional con las transiciones. En el siglo XX se resolvían con golpes militares. Del ’83 para acá, con capitulaciones, huidas en helicóptero, internas salvajes, mediáticos faltazos a los actos de transmisión del mando y grietas asfixiantes.

Se ha bautizado a Don Raúl como “Padre de la Democracia”. Es justo en términos simbólicos. Está bien ponernos un poco sentimentales para salir de la furia y rescatar ciertos valores perdidos. Desde lo temporal, es apenas una perogrullada: sólo le tocó llegar primero a un momento histórico novedoso, apasionante y lleno de deseos confusos y encontrados con el cual, hasta el momento, no hemos sabido qué hacer.

Haber sido el mejor, por ahora, sólo lo consagra como el menos malo. Sería extraordinario consagrarlo prócer. De algún modo hay que recobrar el sentido.

 

*Director de Contenidos Digitales y Audiovisuales en Editorial Perfil.