En el nuevo libro de Mauricio Macri que sale el 18 de este mes, el ex mandatario hace el elogio del “no”, un término infrecuente en la función pública, propensa a las facilidades o a la generosidad con el capital de otros. Estimula el ingeniero la rebelión contra situaciones denominadas “políticamente correctas” y contrarias al interés de la sociedad. “Para qué”, el texto que sigue al “Primer tiempo” de hace unos años, constituye un manual del jefe del Pro —en alguno de los 18 capítulos— con consejos para aquellos que, en determinadas circunstancias, no se han atrevido a pronunciarse contra la corriente en el ejercicio del poder. Sea por la debilidad para enfrentar a la opinión generalizada, el influjo de las encuestas mayoritarias o las conveniencias personales. Casi una expiación o un mea culpa por no haber procedido con energía en ciertos casos, aunque las citas del texto corresponden a decisiones propias del ingeniero que según él confrontaron esa presión establecida. Nadie escribe para inmolarse, menos un dirigente político.
Sin embargo, como el libro aparece el día después del 17 de octubre, de la tradicional celebración peronista, Macri debería indagarse sobre el monumento que inauguró del General Perón y al que contribuyeron cándidamente infinidad de ciudadanos que no compartían ese ideario. Ese acto fue un oportunismo político contra el que ahora se pronuncia: sin duda hoy no piensa lo mismo que pensaba en aquel momento, si es que en aquel momento actuó como pensaba. Se podrían recordar otros episodios, pero tanto él como su colega Cristina de Kirchner atraviesan la vida como si fueran “acreedores” de la Argentina en lugar de servidores o deudores, título patrimonial que le ceden al resto de los ciudadanos del país, justamente los que pagan.
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“Sí, ministro” fue el título de un memorable autor inglés que desnudó el felpudismo en las escalas jerárquicas del ejercicio público. De abajo hacia arriba. Aunque en la cúpula se respondía a la opinión mayoritaria, fuese cierta o no, conveniente o no. En uno de los 18 capítulos de “Para qué”—todavía no se sabe si el título promueve el interrogante o supone la decepción por un objetivo inútil—, Macri se refiere a tres episodios que a su juicio determinan una conducta emblemática: allí habla de tres episodios en los cuales se aferró al “no” cuando era más fácil decir “sí”, cuando las condiciones generales lo favorecían para intervenir al revés.
Narra, por ejemplo, unos diálogos con Aníbal Ibarra cuando ocurrió la tragedia de Cromagnon, al negarse a consumar un negocio político que redundaría en su beneficio. Se afirmó en la negación. En un continuado, incrimina su responsabilidad en la conducción de Boca Juniors, en un litigio en el que involucra al exitoso crack de entonces, Juan Román Riquelme, en el que evitó retroceder y apeló al “no” contra el veredicto de la hinchada. Igual, al ingeniero le cuesta criticar a quien hoy preside Boca, sea por comparación de infancias, por la difícil vida que tuvo el jugador con un padre bastante agresivo. Por último, la referencia más singular recuerda un diálogo espinoso que mantuvo con Diego Armando Maradona, en la casa del jugador en la calle Conde, a propósito de su cercano retiro del fútbol. En ese momento, Maradona le comenta su disposición o exigencia a retirarse jugando en Boca Juniors y, enseguida, convertirse en director técnico del equipo. Difícil oponerse a “Dios” como dirían muchos argentinos, pero Macri entonces rechaza ese deseo o mandato: casi una instrucción o mandato. Entonces, Macri dice que lo contraria al Diez y se opone contra una voluntad masiva: “Podrás ser todo lo que quieras en Boca, pero primero te tenés que curar”. Después de esa respuesta, aumentó la tensión y nunca se reanudó el vínculo entre “el cartonero Báez”, como lo había bautizado Maradona.
Una corte mediática debatirá el libro, con los pitbulls de Macri que asomaron en la semana para defenderlo de las imputaciones de Facundo Manes: ladrando no aceptan que un socio radical lo acuse de espiar a los miembros del mismo club (ni hablar de opositores), menos de intentar dominar la justicia con la mesa jurídica y propiciar un populismo institucional, como si la UCR auspiciara una propuesta diferente. Cruzó tanto la raya Manes que sus correligionarios perciben que hasta podría dividir el frente opositor, propósito que no figura en el radicalismo. Apenas si pretenden obtener más ventajas dentro de la coalición.
Massa candidato y oposición bajo tensión
Cuestión semántica la del populismo, además, conocido lo de la mesa, algo confuso lo de las escuchas: en rigor, alude a un viejo pleito entre Macri y Diego Santilli, en el que el hoy aspirante a la gobernación de Buenos Aires se sintió afectado por ciertos controles telefónicos o personales. Esa intriga, señala la versión, obedeció a otros participantes, dicen que carecía de fines políticos y no se vinculaba con el entonces Presidente. Versiones de los corrillos más intensos que afectan a un autor que saca una edición nueva, se alista en la primera línea de fuego, viaja hoy por el mundo, mira con distancia las reyertas internas y jefe de una fuerte minoría como Cristina deshoja su futuro con el “sí” o “no” de la candidatura. En el libro parece estar por el “no”.
Mientras, su acción ambigua le ha quebrado el espíritu emprendedor a Horacio Rodríguez Larreta y consolidó el avance de Patricia Bullrich al extremo de que él no pueda conseguir que se desprenda de “Gerry” Milman, un colaborador de la ascendente protegida al que no soporta. Entretanto, dice divertirse, asistirá al Mundial, regio destino para sus gustos, finalmente como dicen sus amigos se permite lo que puede “un hijo único de familia numerosa”.