Los que firmaron el de Olivos, o consensuaron ese artificio que nos dio el menemismo salvaje y el relaruismo bobo insisten con los pactos. En la versión criolla, uno dice que habría que hacerlo “rodeado de una solemnidad que haga difícil su incumplimiento” y propone que los firmantes se reúnan en la Casa del Acuerdo de San Nicolás, o en la Casa de Tucumán, para evocar los “pactos preexistentes” que cita o citaba la Constitución. Agrega que para no restarle firmas al pié, el pacto no debería tener más de cinco cláusulas. Una dice que “en lo sucesivo, la mayoría aceptará que el número no otorga derechos absolutos. La oposición, por su parte, se abstendrá de obstruir en forma maliciosa” y más o menos así son las cuatro cláusulas restantes redactadas por el radical Terragno. También circula una versión a la española, llamada “Pacto de la Moncloa Argentina”, cada vez anunciada con más frecuencia en los discursos del escribano Duhalde, pero cuyo borrador todavía se desconoce aunque desde ya se puede apostar a que será menos ingenuo que el de Rodolfo Terragno. Y no porque haya trascendido alguna pista sobre su redacción, sino porque ni en el mundo de la política ni en el de la literatura infantil podrá encontrarse algo más ingenuo que las cinco cláusulas del entusiasta radical. Pasados casi treinta y tres años del Pacto de Moncloa, convendría reponer en la memoria su núcleo principal que no era un haz de buenas intenciones, sino un paquete de medidas concretas consensuadas con Francia, Alemania y Estados Unidos que apuntaban a dos objetivos: sacar a España de la crisis económica y sentar las bases para una alternancia del poder entre partidos o frentes de derecha y partidos o frentes de izquierda, y ambos, a la sombra de una monarquía democráticamente consentida. En la letra del pacto figuraban explícitamente la proscripción del llamado Movimiento Nacional, aparato obrero patronal que obstruía la instauración del modelo capitalista liberal, la autorización de un cupo de despidos a todas las empresas privadas, la libertad sindical, la fijación de un tope máximo para los aumentos salariales, una reforma tributaria, la devaluación de la moneda y la consecuente instauración de un mercado libre de cambio. En la letra también figuraban conquistas liberales y aspiraciones progresistas en general, como la despenalización del adulterio y el concubinato, que eran delitos, la libertad de expresión y prensa, y los derechos de reunión y a la asistencia letrada a los detenidos. ¿Qué estarán redactando Cobos y Duhalde? ¿Contemplarán cláusulas a gusto de Moyano, Carrió y los piqueteros? ¿Conseguirán que Kirchner firme y se vaya contento?