Viene de ayer: Panorama poselectoral 1 Durmiendo con el enemigo
De los tres escenarios poselectorales del Gobierno en materia económica: radicalización, ortodoxia o hibridez, más probabilidad se le asigna al tercero. La política tiene capacidad de influir sobre la economía, pero dentro de los límites que su consecuencia le impone. Cada una de esa alternativa económica se analizaron en profundidad en la columna del fin de semana pasado “¿Reptando al 2023?”
Pero la política misma tiene un camino aún más estrecho que el de la economía, no ya con tres alternativas, aunque en distinto grado de posibilidad, sino solo una: a partir del lunes 15 Alberto Fernández será oficialmente un pato rengo. Como esos presidentes que están imposibilitados constitucionalmente de volver a ser candidatos porque ya cumplen su segundo mandato, la reelección de Alberto Fernández es una opción que hoy parece improbable.
También queda definido que nadie del kirchnerismo podrá ser candidato a sucederlo con expectativas de triunfo por el alto nivel de rechazo que mantiene y hasta acrecienta Cristina Kirchner, su hijo Máximo e irradian sobre Axel Kicillof y todo lo que pueda resultar un significante de la vicepresidenta. La mejor aspiración que La Cámpora puede proponerse para 2023 es la misma que en 2015: resistir en la oposición gobernando la provincia de Buenos Aires, algo tampoco fácil de conseguir y un plan que ya fracasó en 2015.
Y al ser el camino de la política más estrecho por haber solo una alternativa posible, termina siendo la más conveniente a todos los integrantes del Frente de Todos. Si el Presidente ni la vicepresidenta serán vistos por la sociedad y los poderes fácticos como quien tenga posibilidad de tener poder dentro de dos años, será necesario que integre el Gobierno alguien que sí cumpla esa función. Tanto para empoderar el Gobierno y ayudar a Alberto Fernández a transitar estos dos años con mayor poder de fuego, como al peronismo, con sus gobernadores, intendentes y legisladores, a mejorar las chances electorales conjuntas en 2023 y si les tocara perder, como resulta probable, hacerlo por menos, reduciendo daños, manteniendo la mayor cantidad de distritos e, incluso, ayudando a La Cámpora a aumentar sus posibilidades de permanecer en la provincia de Buenos Aires.
Hoy esas figuras son tres: Juan XXIII, así apodan a Juan Manzur por la eterna sonrisa que tenía Angelo Giuseppe Roncalli, nombre secular del “Papa bueno” por el famoso buen humor, quien condujo la Iglesia entre 1958 y 1963 siendo artífice del Concilio Vaticano II que renovó las prácticas pastorales.
Manzur después de altísimo perfil con el que comenzó su jefatura de Gabinete sucediendo a Santiago Cafiero tras la derrota en la PASO al hacer reuniones de ministros a las 7 de la mañana, y luego con su muy visibilizado viaje a Estados Unidos para participar con Guzmán en las negociaciones con acreedores e inversores, las últimas semanas bajó su exposición en los medios nacionales para recorrer las provincias, conteniendo a gobernadores y legisladores que amenazan romper con el kirchnerismo y sumarse al peronismo federal no K que promueve el gobernador de Córdoba Juan Schiaretti. Solo en la última semana Manzur estuvo en San Juan, La Rioja, Catamarca, Santiago del Estero y ahora en su Tucumán natal donde también tiene que contender disidencias.
Los otros dos son dos ex candidatos presidenciales: Daniel Scioli y Sergio Massa, uno dejando la embajada en Brasil tras encauzar la relación con Bolsonaro y las relaciones comerciales con el principal socio del Mercosur, y otro dejando la presidencia de la Cámara de Diputados ante un futuro legislativo especialmente limitado para el oficialismo.
Las especulaciones sobre el marco de una eventual gestión de ambos son similares: sin sustituir a Manzur como jefe de Gabinete, y manteniéndose también Martín Guzmán como ministro de Economía, se pasaría a crear un superministerio que incluya Produ-cción, recupere la secretaría de Energía, Turismo y eventualmente, Trabajo para convertirse en el ministerio del crecimiento económico y la generación de dólares. Y con el eventual éxito en esa tarea catapultarse como candidato a presidente por el oficialismo con alguna posibilidad de triunfo.
De los dos, Scioli y Massa, el más resistido por la vicepresidenta sería éste último, pero cabe preguntarse qué poder de veto le quedará a una Cristina Kirchner menguante perdiendo hasta el control del Senado y su hijo Máximo, la mayoría en Diputados.
El “estrecho sendero” de la política, como le gusta decir a Guzmán sobre la única economía posible, confluye en dotar al gobierno de Alberto Fernández de mayor cantidad de herramientas tratando de fortalecer también al Presidente.
Así como resultaría lógico esperar que después de esta derrota electoral en lugar de gestarse divisiones irreparables como en las PASO, se cierren filas, no parece probable un acuerdo con la oposición.
Juntos aprobaría todas las medidas que tiendan a descomprimir la tensión y racionalizar la economía: acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, reducción de déficit y subsidios, ordenamiento del sistema cambiario y monetario, que mejoraren el estado del país que recibirían en diciembre de 2023, pero no querrán compartir los costos políticos y riesgos de fracaso de las medidas del Gobierno.
Quien más vocación acuerdista tiene y, a la vez, más interesado está en que Argentina llegue en las mejores condiciones posibles a 2023, porque es quien más posibilidades tiene de hacerse cargo, Horacio Rodríguez Larreta, cuenta con márgenes de acuerdo público muy limitados por la prédica contraria de los halcones de su espacio a cuyos votantes precisa para ganar las elecciones dentro de dos años.
Después de la frenética experiencia posPASO es probable que los cambios no se produzcan todos juntos, y se sucedan a lo largo de todo el verano que pinta más caliente que de costumbre.