COLUMNISTAS
aprender de la experiencia

Pensamiento mágico

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Presidente. Creer que poner precios máximos va a evitar que aumenten contradice lo que evidentemente sucede. | NA.

Lentamente y sin avisar el pensamiento mágico ha ido permeando en la sociedad argentina.

¡Magia! La idea de que existen formas mágicas de pensamiento para resolver problemas fue inicialmente planteada por los antropólogos (mayormente europeos) para explicar determinados comportamientos y creencias de pueblos indígenas de África y Oceanía que eran su objeto de estudio. La concepción de que había una racionalidad universal impulsada por la ciencia indujo a muchos de estos observadores a definir como inferiores, mágicas o salvajes las formas de organización de estas sociedades. Más tarde, estas formas de denominar aspectos de culturas diferentes serían calificadas como eurocentristas y colonialistas.

Sin embargo, hay un aspecto interesante para revalorizar en la idea de pensamiento mágico, y que no se refiere a la acepción antropológica, sino a la existencia de una forma de construir argumentos y políticas desconectando medios de fines. Para ponerlo en términos claros. un país tiene una serie de objetivos y expectativas para el futuro, pero se encuentra con una serie de problemas y obstáculos para alcanzarlos. El pensamiento mágico opera cuando se saltean todas las complejidades y se cree que se pueden alcanzar los objetivos en forma instantánea simplemente por imperio de la voluntad. Es el triunfo de la simplificación. Por supuesto que la idea de que todo puede ser más complejo es objeto de burla para quienes prefieren aferrarse a los eslóganes y repetir patrones que han generado crisis cíclicas en un país como la Argentina.

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Es una forma de construir argumentos y políticas desconectando medios de fines

Cambiamos. Sin embargo, hoy el país está en una situación distinta a décadas anteriores, pues parece que ya no funciona la perspectiva de que se producen crisis cada década, sino que la Argentina se encuentra en un plano inclinado que hace que los problemas se tornen cada vez más estructurales y su solución, más difícil. Hay mil ejemplos de estos, pero está claro que la inflación y la pobreza ya no son situaciones excepcionales, sino parte de la ecuación. Este deterioro es parcialmente naturalizado bajo la forma de frases como la Argentina es un caso único, o este país es así, pero esto no evita la depresión social, un sentimiento generalizado de que el país no da para más y que genera, entre otras cosas, un sentimiento de sálvese quien pueda, mientras que parece resurgir en plena pandemia el deseo de irse a vivir a otra parte.  

El pensamiento mágico se puede observar en infinitos discursos y acciones, así como en políticas públicas. Este formato sugiere, por ejemplo, que poner precios máximos va a evitar que estos aumenten, cosa que evidentemente no ocurre. La salida fácil es siempre rápidamente achacable a los políticos, pero no es necesariamente así, gran parte de la población demanda que el Gobierno controle los precios. La salida contraria tampoco parece ser la adecuada. Por ejemplo, cuando Mauricio Macri asume en 2015 decide sincerar el dólar abriendo el cepo cambiario, y la moneda norteamericana pasaba en horas de 9,60 a 12,90 pesos. Sin embargo, ya levantadas estas restricciones la inflación de 2016 alcanzaría 40,9%. Macri luego diría que su ministro de Economía Alfonso Prat-Gay le había dicho que los precios estaban ya orientados por el dólar blue. Los dos ejemplos muestran al menos que hay otras variables que intervienen en la ecuación.

Saber y poder. Sobre las demandas sociales y sus urgencias se puede argumentar que la gente no tiene obligación de saber cómo se solucionan los problemas del país y para eso delega en un gobierno esas capacidades y espera que su equipo técnico sepa y funcione. Pero tampoco se puede dejar de observar que en un proceso electoral se pone en juego una serie de ofertas que se organizan y sintetizan en una serie de eslóganes y propuestas de campaña que en general van sin ninguna explicación de cómo se lograrían los objetivos que se plantean. Así por ejemplo es habitual que un candidato proponga que vamos a mejorar la iluminación para combatir la inseguridad. Esta frase (obtenida de casos reales) no tiene ningún sentido, nadie puede pensar que ese medio (la iluminación) pueda afectar ese fin (la criminalidad). Ahora uno se puede imaginar el resultado de plantear que la inseguridad va a bajar cuando el país crezca al menos el 5% por una década consecutiva, se modifiquen las leyes y el sistema judicial y se establezcan políticas de inclusión efectivas para los sectores marginalizados.

Si ensayo error es la técnica de la política argentina, el error no se puede repetir eternamente

No ha lugar, nadie votaría eso. También con el pensamiento simplificado juegan los punitivistas: más pena menos delito.

La ley del reduccionismo también juega entre los planteos más liberales o monetaristas. La idea que el déficit fiscal dispara una serie de mecanismos que impactan en la inflación y que redunda en inestabilidad cambiaria, falta de incentivos para invertir, y finalmente desempleo y pobreza puede ser efectivamente cierta. Pero es inviable (por lo menos en democracia) pensar que se puede expulsar a la tercera parte de los empleados públicos de un día para el otro sin generación de empleo o quitar los subsidios a los servicios públicos en forma expeditiva. Mientras el ex ministro de Energía Juan José Aranguren dejaba esa frase formidable “tengo un Excel que cumplir” la base electoral de Macri se deterioraba terminando truncando su reelección. Otro ejemplo a mano es nuevamente el cepo cambiario. Un tiempo atrás el presidente Alberto Fernández argumentaba con tino que “el cepo es como una puerta giratoria. Si vos parás una puerta, trabás la otra indefectiblemente. Evitás que los dólares salgan, pero tampoco entran”. Obviamente este análisis sigue siendo válido, un país que precisa inversiones urgentes en muy diversos rubros tiene que volver a abrir esta discusión.

Si no se puede pensar en el racionalismo como hizo la ciencia durante el siglo XX en términos de leyes universales, al menos se debe reconocer que la experiencia tiene que retornar en forma de enseñanza. Si ensayo error es la técnica favorita de la política argentina, el error no se puede seguir repitiendo eternamente.

*Sociólogo (@cfdeangelis).