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El enigma presidencial

¿Qué llevó a Alberto Fernández a sugerir que no le importaría perder las elecciones de octubre?

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“A calzón quitado” Alberto Fernández. | Pablo Temes

“Si tengo que perder una elección por esto, la pierdo, pero quiero dormir en paz”. (Alberto Fernández)

 

En otros tiempos, esta frase dicha durante la semana por el presidente Alberto Fernández hubiese causado una conmoción. Algo sobre lo que hubiera sido imposible dejar de hablar. Sin embargo, en esta época, marcada por los relativismos y el desinterés, pasó como un bit más de la hiperactividad informativa.

Pido disculpas. Puede parecer un análisis de la vieja guardia, pero la frase de Fernández es un poliedro interpretativo. Antes que nada, se debe señalar que las cábalas también han sido, desde siempre, parte indisoluble de los procesos políticos desde los días en que los generales griegos iban al oráculo a conocer su suerte antes de las batallas. Anunciar la posible derrota electoral no es un acto fácilmente asimilable para los estrategas de la coalición oficialista. ¿Se puede honestamente leer la sentencia como el desapego absoluto de un presidente al que no le importa perder las elecciones? ¿O se trata de un nuevo formato de Fernández que busca inocular el efecto de la hipermodestia? En otro juego del lenguaje, se puede traducir el significado de sus palabras en el sentido que está “abriendo el paraguas” a sabiendas que la nueva cuarentena puede significar una hipoteca imposible de levantar para la economía argentina.

Otra línea interpretativa es que realmente haya decidido con resignación ser un-mandatario-de-un-solo-período por lo cual en su razonamiento perder una elección a cambio de la “salud de los argentinos” sería un pasaje directo al bronce. ¿Puede ser igualmente que el presidente esté cansado y/o harto de las constantes intrigas palaciegas y ese título implique una velada advertencia desde alguien con la voluntad de meter, si fuera necesario, el elefante en el bazar?

Triple X. Pero al contrario de otras oportunidades para el hiperpolitizado país no hay señales claras sobre el destino electoral de octubre, y esto se debe a varias razones:

•Primero porque la cabeza de los argentinos está realmente desconectada de los “problemas de los políticos” como se definen hoy a las elecciones en los trabajos cualitativos, una práctica de desparticipación que dice adiós a los teóricos de la democracia radical.

•Segundo porque hay una marcada decepción de un sector que ha sido votante del Frente de Todos, pero que no decide (por los menos aún) ponerse a buscar alternativas opositoras. Este electorado termina estacionado en la zona de confort del “no sabe/no contesta”, esa categoría que enojaba tanto al sociólogo Pierre Bourdieu.

•Tercero, otro motivo que nubla el desenlace electoral es que persiste un profundo enojo con el gobierno de Mauricio Macri, especialmente en su aspecto económico, al punto tal que se podría comenzar a hablar de un incipiente “antimacrismo”, en espejo al sobretransitado antikirchnerismo.

En vista de estos tres factores, los porcentuales de intención de voto de la binaria estructural electoral argentina se han reducido bastante, quedando asentada en las bases más ideologizadas de ambos núcleos principales del arco político y que son caracterizadamente red-intensivas Allí la guerra es total y aburre al resto.

Sandalias lejanas. En la nueva y transitoria configuración electoral argentina los espacios políticos diferenciados han perdido interés en las antípodas de 2019. Esto le ocurre tanto a los que van buscando capturar votos por los pasadizos del medio como los que interpelan a los indignados a izquierda y derecha. Estos elementos serían contradictorios con la idea tradicional de votar por propuestas más próximas durante las legislativas e ir por el todo/o nada en las presidenciales. Este escenario llevó a que la foto de la semana entre Florencio Randazzo y Roberto Lavagna tuviera menos impacto que un nuevo postre de Masterchef. Fue una imagen en sepia. La sociedad no sabe bien lo que quiere, pero quiere algo diferente.

Pero la escena completa muestra algo inesperado, la oposición tiene en sus manos más barajas de las que esperaba luego de la despedida de Macri a puro sapucai devaluatorio. Sin embargo, hasta el día de hoy esa mano cargada de oportunidades se parece más a las fotos de las cajas de los rompecabezas que al juego en sí. La tapa suele presentar una hermosa imagen plena de colores, pero que cuando se abre la caja aparecen una cantidad inmensa de pequeñas piezas indiferenciadas y casi sin tonalidad. Ordenar las piezas lleva tiempo, por eso más allá de las quejas y protestas en el JxC no se ve mal retrasar las PASO lo más que se pueda, y hasta en algún caso se puede llegar a ver con simpatía la invención de una GRAN-PASO/GENERALES, (la restauración del viejo sistemas de lemas) donde habría lugar para que todos jueguen como en la vieja perinola. Pero también hace falta un Gran Timonel capaz de organizar las piezas y colocar a cada una en el lugar indicado.  Hoy parece pasar más cerca de allí la tensión entre Rodríguez Larreta y Macri que la disputa de 2023.

¡Hasta la vista, baby! A todo esto, y volviendo a la frase de Fernández sobre una posible derrota electoral, surgen las preguntas sobre si hay algo por hacer para evitar el desenlace negativo, y si fuera inevitable, cómo transcurrirían los dos últimos años del gobierno de Frente de Todos. Con referencia al curso electoral, las fichas que se habían colocado en la mesa de ruleta tenían tatuado el título ECONOMIA. Hubo incluyó una (breve) ola de entusiasmo de algunos que creyeron ver al ministro de economía Martín Guzmán haciendo ejercicios de precalentamiento para entrar al estadio electoral.

Sobre cómo sobrellevar una derrota en octubre, la única que tiene el código Da Vinci correspondiente es Cristina Kirchner que perdió en la provincia de Buenos Aires (y en la memoria el resto del país) sus dos elecciones de medio término de 2009 y 2013, ambas contra frentes que se nutrían de peronistas decepcionados y líderes ascendentes. Hay allí un componente de lo inesperado: qué efecto electoral tendría pensar que la segunda mitad del período de gobierno podría quedar bajo los hombros de la ex presidenta.

*Sociólogo (@cfdeangelis)