COLUMNISTAS

Pensar en televisión

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Me gustan los dúos cómicos, la idea del par dispar me hace reír, el talento para el contrapunto y el intercambio veloz funciona como una forma de la inteligencia en cámara rápida. Son muchos los humoristas de a dos, y por lo tanto también son muchos mis favoritos: Abbot y Costello, Jerry Lewis y Dean Martin, Beavis and Butthead, Capusotto y Fabio Alberti, Blanck y Van der Kooy. De estos últimos, nunca me pierdo su show de los jueves a la noche, en especial sus rutinas de “Je, je, je. Ji, ji, ji”, mientras se codean mutuamente (“Je, je, je… parece que lo muchacho de la Rosada dicen que a Cristina le pusieron un marcapasos….ji, ji, ji, y también dicen que se pasea desvariando perdida por los jardines de Olivos, jo, jo, jo; juá, juá, juá. Y ahora entregamos el Pinocho de Oro… ju, ju, ju”). Pero el jueves de hace unas semanas atrás no lo vi desde el principio, lo agarré tarde, justo en el momento en que estaban entrevistando al editor y ensayista Alejandro Katz. Katz venía haciendo un comentario agudo y muy crítico acerca del estado de la democracia en Argentina. En un largo párrafo muy bien argumentado, criticó al Gobierno, a la oposición, a los sindicatos y a los empresarios; argumentación que, al escucharla, compartí plenamente (quizás lamenté que entre los factores de poder reales a los que cuestionaba, no hubiera mencionado a los medios de comunicación. Tal vez, politesse de por medio, no se estila amargar al anfitrión en su casa). Y en un momento de la entrevista, Katz hizo un silencio. Un silencio breve, pero que en televisión dura una eternidad. Estaba pensando. No fue el silencio de quien no tiene nada para decir, ni el silencio de quien en televisión es callado violentamente (como esa misma noche, en otro canal, le sucedió a la Vicejefa de Gobierno de la Ciudad, sometida al escarnio de tener que responder después del que el conductor pasara cinco minutos de PNT: ¿Por qué Vidal aceptó ese maltrato? ¿Por qué no dijo: “No. Respondo ahora y después vos pasás tus idiotas propagandas de laxantes”? La respuesta es tan obvia que prefiero terminar aquí este paréntesis) ni tampoco fue el silencio del que calla y otorga, del que comparte la afirmación del entrevistador. No, nada de eso. Fue el silencio del que piensa. Del que piensa en televisión. Y luego, Katz encontró las palabras, y avanzó con otra frase cargada de rigor intelectual. Es tan infrecuente ver pensar en televisión, que ese instante se convirtió, para mí, en uno de los acontecimientos del año. Ya había experimentado esa satisfacción en otro programa –conducido por otra periodista de nivel intelectual igualmente paupérrimo– también con Katz, en un diálogo con Horacio González, donde ambos hacían del silencio una forma de intervención cultural. Y también, hace poco, con Beatriz Sarlo, entrevistada en Canal 26 en un programa llamado Plan M, supongo que en homenaje a Massa. Y algunas veces con Martín Kohan. Porque pensar en televisión va más allá del detalle de si el intelectual es oficialista u opositor. Es una cuestión de género, de hacer crujir el formato televisivo. De no resignarse a cumplir el rol estándar de opinólogo de hueca gravedad (en ese rubro nadie supera a Santiago Kovadloff, Ricardo Forster y Marcos Aguinis). De introducir la vacilación, la duda; otra sintaxis, allí, en televisión: donde se odia al pensamiento.