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Playa escrita

Playa huellas 20230127
Huellas | Unsplash | Jeremy Bishop

¿Cuántos pasos hay que dar sobre la arena para que empiecen a borrarse las huellas? En un día la playa queda toda trazada. Pergamino natural de una concentración súbita: gaviotas, palomas veraniegas, perros en busca de dueño estable (qué palabra para erradicar, “dueño”, ¿cómo reemplazarla?), caminantes abúlicos, soñadores, seductores, deportistas; observantes del horizonte que cavan pocitos con los dedos del pie, puntos suspensivos de sus miradas extraviadas.

Los visitantes de nuestras playas escriben diariamente una publicación anónima, interespecie, múltiple. Sinfín de huellas que nada parecen significar si uno se dispusiera a leerlas desde el cielo, y sin embargo evidencian vidas de paso (o pasos de vida) que se entrecruzan hasta que la marea o el viento (borradores naturales) dan vuelta la página del día.

Algunos signos son reconocibles (pájaro, ojota, zapatilla, niño) como si el mero andar implicara un estilo.

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¿Cómo transcribir tantas huellas? ¿Qué tipo de escritura configura los pasos?

Entre los trazos, un escarabajo rinoceronte se empeña en proseguir un camino diminuto. Ya no se los veía por estas costas, como si hubieran retornado a la prehistoria de donde provienen. Vale la pena seguirlo por un rato. Parece que se esforzara, pero solo anda despacio. Podríamos considerarlo una propuesta de paciencia. O una invitación a la interacción muda. El bicho prehistórico anda ladeado, a pesar de la centralidad del cuerno. Su diseño es único: miniatura perfecta de dureza y brillo. Su nombre lo asemeja a un mito: Oryctes. ¿Tendrá sapiencia gramatical? Su caminata empalma una pisada tripartita de gaviota con las herraduras del galope de un caballo. 

¿Pero cómo transcribir tantas huellas? ¿Qué tipo de escritura configuran los pasos? ¿El trazado de las patas tiene algo para decir? ¿O no deja de cumplirse la predicción shakesperiana, “la vida es un cuento…  lleno de ruido y furia que nada significa”?

Creo que este verano la playa significa mucho: el anhelo de caminar sin propósito, la sensación de amplitud de destino, el olvido de las necesidades, la posibilidad de cruzarse con un escarabajo rinoceronte. 

En fin, el libro de la arena sigue escribiéndose y “ni el libro, ni la arena tienen principio ni fin” (Borges).