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tienda de campaña

Política picante como gas pimienta

Por <strong>Pablo Marchetti </strong>| La etapa electoral en serio arrancó con los candidatos imitados en el programa de Tinelli. Y Fayt como nuevo ídolo popular judicial.

Política. Los principales candidatos pasaron por el programa de Marcelo Tinelli
| Cedoc

Me llaman de Perfil para pedirme una columna sobre las elecciones. “Tengo que hacer algo serio”, pienso. “La actual coyuntura lo amerita”, vuelvo a pensar, y no entiendo cómo es que surgió la palabra “coyuntura”. Ni hablar de “amerita”. Igual está bien: es el primer paso hacia la seriedad. Pienso, pienso, pero no se me ocurre nada. Llamo a Carla, mi asesora de imagen, para que me dé una mano. “Hablá sobre Tinelli”, me dice. Dudo. Necesito reunir a todo mi equipo. Voy a la oficina de mi productora a ver si a alguien se le ocurre algo.

—Me niego a hablar de Tinelli –le digo a Carla, que está sentada en un sillón blanco leyendo una nota del Wall Street Journal en su iPad.
—O sea que no vas a escribir una columna política… –me contesta, sin levantar la vista.
—¿Por qué? ¿No se puede escribir de política sin hablar de Tinelli?
—Está jodido. Tené en cuenta que los imitadores miden más que los imitados.
—Bueno, pero quienes van a gobernar son los imitados.
—Mmm… –Carla levanta la mirada unos segundos, se queda pensando y después vuelve a su iPad–. Seee, supongo.
—Al menos la primera dama del imitador tres no tiene piojos. A diferencia de la primera dama del imitador tres, que sí tiene.
—Ja, o sea que sí viste a Tinelli –se ríe Carla.
—Obvio, soy columnista político –contesto.
—¿Y vos qué preferís? ¿Imitadores o imitados?
—No sé. El imitado uno es mejor que el imitador dos porque se hace el nudo de la corbata con una sola mano.
—El imitador dos baila.
—El imitado dos también.
Nos quedamos en silencio. Yo tomo nota en mi libreta sobre algunas diferencias más entre imitadores e imitados. No se me ocurren muchas.
—No puedo escribir mi columna política hablando sólo de Tinelli.
—¿Y pasó algo más que Tinelli en la política argentina?
—¿Sacando el gas pimienta? A ver, se fue Giustozzi, Massa no despega…
Carla no me da bola y sigue leyendo.
—Qué sé yo, está lo de Fayt. De repente, Fayt reemplazó a Nisman en la idolatría popular.
—Ponele que un poco más sólido intelectualmente y un poco menos fiestero, pero sí –dice Carla, sin levantar la vista de su iPad.
—Bueno, tiene 97 años… a esa edad es difícil ser fiestero.
—No me queda claro qué es más patético –me interrumpe Carla–: si tener como referente a un tipo de 97 años o tener como enemigo a un tipo de 97 años.
—Eso está bueno –le digo–. ¿Lo puedo tuitear?
—¿Vos seguís manejando tu Twitter?
—A veces. Marcos me ayuda bastante.
Marcos es mi coaching y maneja mi Twitter desde que yo puse que a Lousteau le iba a ir mal en las elecciones porque “el electorado porteño no tolera la embarazofilia”.
—¿En serio querés escribir sobre las elecciones sin hablar de Tinelli? –insiste Carla.
—Puedo escribir sobre Leandro Santoro.
—Ahá, ¿por qué no hablás también de Walter Wayar? Digo, ahora que Ivo Cutzarida no superó las PASO.
—¿Vos decís que Santoro no le importa a nadie? –pregunto.
—A nadie no. No lo quieren ni los kirchneristas ni los antikirchneristas, pero igual la mayoría no lo conoce
—Yo pensé que era un candidato de unidad.
—Por supuesto, va a unir a todo el kirchnerismo. Pero atrás de Lousteau.
—Eso porque a la gente no le importan las propuestas.
—¿Las qué? –pregunta Carla–. ¿Y eso qué es?
—Nada, no sé.
—¿Por qué no te das un baño de humildad y les decís a los de Perfil que no podés escribir esta columna?
—Ni loco pienso renunciar.
—No te digo que renuncies. Hablo de un baño de humildad. No es lo mismo “me doy un baño de humildad” que “me bajo de la candidatura porque no me conocen ni mis parientes”.
—Entiendo. Es como decirle “dólar blue” al dólar clandestino o ilegal.
—Claro, es más poético.
—Pero no, ni renuncia ni baño de humildad: voy a escribir esa columna con la misma seriedad con que hago todo.
Carla lanza una carcajada.
—Dejate de pavadas y mejor concentrate en lo que realmente importa: tu imagen –me dice.
—¿Y si me saco una foto con el cartel “Ni una menos”? En la Argentina muere una mujer cada treinta horas.
—Salvo que aparezca un Barreda, que sube el promedio.
—Voy a tuitear eso.
—¿Lo de Barreda? ¿Estás loco?
—No, el dato sobre las mujeres asesinadas.
Carla duda. Vuelve a mirar su iPad.
–No, mejor no tuitees nada –dice.
—¿Por qué?
—Porque no sabés nada del tema. Es como si Del Sel se sacara una foto con el cartel “Ni una menos”.
–Pero difundo en Twitter. Y la convocatoria a la marcha y lo de “Ni una menos” se armó en Twitter.
—Ya sé. Es como una versión Palermo de la convocatoria tuitera. En cambio los cacerolazos son más una versión Recoleta.
—Voy a tuitear eso.
—No, pará –Carla me frena y se queda en silencio. Yo también.
—La verdad, no estás aportando mucho –digo después de un rato–. Necesito otra opinión.
Agarro el teléfono. Llamo a María, mi vestuarista.
—Estaba pensando en vos –me dice María ni bien atiende.
—¿Por?
—¿Te acordás que me dijiste lo de sacarte la foto con el “Ni una menos”? Me parece que no da.
—¿Vos también? Carla me dijo lo mismo. Pero a mí me parece…
—No entendés nada del tema –me interrumpe–. Es como si Del Sel…
—¡Dejen de compararme con Del Sel! Tampoco es para tanto.
—Tenés razón, Del Sel está más para sumarse a la campaña “Una más”. Pero igual no da. ¿Por qué no te hacés una rinoscopia? Si Aníbal Fernández se va a hacer una, vos deberías estar tranquilo.
—Mmm… no sé si me conviene –le contesto–. Si me da positivo va a ser un garrón. Y si me da negativo, también. Pensá que voy a quedar como un careta, y la gente espera que yo sea un loquito y un drogón. Igual, gracias por el consejo.
Corto con María. Carla me queda mirando.
—Tenés un problema –me dice Carla, después de un largo silencio–. Vos ahora querés ser un columnista serio, ¿no?
—Sí… aunque no sé si puedo.
—Digamos que el país no ayuda –me dice.
—No entiendo por qué: este es el país del papa Francisco, de la reina Máxima, de Messi
—…y del gas pimienta –me interrumpe.
—Tenemos los cuatro climas… –insisto.
—…sí, pero también tenemos los cuatro gases pimienta –vuelve a interrumpir Carla–: pimienta negra, pimienta blanca, pimienta roja y pimienta verde.
—Cierto –me resigno–. Demasiada pimienta para un país tan amargo.