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Ponerse las pilas

La mayoría de los libros que recibo son el resultado de un pedido así que, en principio, me interesan.

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Escuché a mi amigo Gustavo Noriega decir por radio que las editoriales le mandan tantos libros que tiene en la casa dos mesas de novedades. Una para los que descarta de entrada y otra para los que puede llegar a leer. Lo mío es más modesto. La mayoría de los libros que recibo son el resultado de un pedido, así que, en principio, me interesan. Pero también se acumulan. En este momento, miro la pila con una mezcla de deleite y preocupación. Veo por ejemplo los dos primeros libros de una nueva colección de Blatt & Ríos: los Cuadernos de Vorónezh, de Ósip Mandelstam; y los Motivos, de José María Eguren. No pude encontrar el nombre de la colección, pero publicar al poeta ruso es una iniciativa formidable. Mandelstam fue un gigante y su vida, una tragedia espantosa. El volumen incluye, además de los poemas de la última parte de su vida, la sátira y la oda dedicadas a Stalin, el texto La cuarta prosa, cuya virulencia contra la alcahuetería literaria es ejemplar y motivo de inspiración para el nombre de un blog que publica un grupo de refinados escritores argentinos. La reedición de la prosa sofisticada de Eguren (1874-1942), gran poeta peruano cuya discreción es paralela a la estentórea voz del ruso, es también un acto editorial admirable. 

En la pila está también Amo a mi mamá, de Chen Xiwo, novela extrema y censurada en su país de un escritor chino actual que, por un lado, enseña literatura oficialmente y, por el otro, está fuera del medio literario, vive en un psiquiátrico y se siente más aislado de lo que se sentía Mandelstam. Es una publicación de la editorial Mil Gotas, que se llama como la novela más punk de César Aira. Mil Gotas está por reeditar, con ilustraciones de artistas chinos, la novela homónima aparecida hace veinte años en Eloísa Cartonera. Mil Gotas es dueña de la única librería en China dedicada a la literatura en español. Y, por otra parte, tanto su fundador, Guille Bravo, como su responsable local, Diego Durán, se proponen crear un puente entre las letras locales y las que revelan la contemporaneidad china, de la que tan poco conocemos. Un fenómeno que, con el tiempo, puede ser apasionante.

Hablando de gente que se sentía aislada, o más bien perseguida, Alfaguara acaba de reeditar Los recuerdos del porvenir, la primera novela de Elena Garro (1916-1998), escritora mexicana que fue la mujer (y mayor enemigo) de Octavio Paz, además de amante de Bioy Casares, entre otras peripecias. El lanzamiento de Garro (Mardulce publicó hace poco dos libros suyos, Estamos huyendo Lola y Matarazzo no llamó) incluye textos de cinco escritoras latinoamericanas (Cabezón Cámara, Isabel Mellado, Lara Moreno, Guadalupe Nettel y Carolina Sanín). La promoción a toda orquesta parte de definirla como pionera de dos tendencias potentes en el mercado literario: el realismo mágico y el feminismo. Pero la obra posterior de Garro se interna en un mundo menos sosegado y consensual. Su biografía y sus ficciones, intrincadas y obsesivas, son de una originalidad y un talento narrativo descomunales y merecen tomarse vacaciones para leerlas.

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Mientras intento pasar revista a la pila, me llegan dos libros más, entre ellos uno editado por Dobra Robota sobre un disco de Brian Eno, a quien nunca aprendí a escuchar. Tengo demasiadas cosas que hacer en el aislamiento costero.