En un clima gélido en el aire e hirviente en la sociedad, con un notorio exceso de pronósticos apocalípticos en las redes y en un puñado de medios poco confiables pero con alto poder de virulencia, es indudable que el país transita una crisis de las que ya conocemos antecedentes y que en anteriores oportunidades produjeron dolor, tristeza, violencia y hasta pérdida de vidas. Esta columna rescata, con mínimas diferencias, lo dicho en otra, cinco años atrás.
Lo observado en los últimos días en las coaliciones de gobierno y oposición y también en opciones antisistema permite diferenciar las posturas de la mayoría de los medios respecto de crisis del pasado. Aún sobrevuela el ominoso fantasma de 2001, por lo que quienes ejercemos esta profesión debemos redoblar nuestra mesura para no fogonear acciones desestabilizadoras.
Es necesario apelar a la memoria para evitar que se repitan historias ominosas:
◆ La constante mención, sin análisis crítico o de rechazo, de las presiones y planteos militares durante el gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962) solidificó en buena medida la posición de los sectores proclives al golpe. Frondizi cayó, y con él un gobierno que, si bien tenía una legitimidad limitada por la proscripción del peronismo, permitía imaginar un futuro de estabilidad democrática y una economía en crecimiento. No recuerda este ombudsman manifestaciones de arrepentimiento por parte de los promotores periodísticos del golpe.
◆ La campaña contra la imagen y el gobierno de Arturo Illia (1963-1966), también legitimado por las urnas pero con el justicialismo aún proscripto, fue de una intensidad asombrosa: la industria farmacéutica (opuesta a la ley de medicamentos), el poderoso lobby petrolero internacional (afectado por la anulación de contratos), algunos sectores del peronismo, el propio Juan Domingo Perón (quien le dijo al periodista Tomás Eloy Martínez en Madrid: “Simpatizo con el gobierno militar porque puso coto a una situación catastrófica”), fogonearon en los medios (en particular revistas políticas influyentes) la creciente generación del clima golpista. Illia fue derrocado y solo algunos de los periodistas que contribuyeron a su caída abjuraron de aquel respaldo a la dictadura que inauguró Juan Carlos Onganía.
◆ Los grandes medios fueron motores principales en la creación del clima previo al golpe de marzo de 1976. Isabel Perón gobernaba tras la muerte de su esposo, en 1974, y el estado de violencia provocaba muerte y amenazas, desapariciones, torturas, bombas. La economía estaba en declive y desde los grandes medios se echaba leña sobre un fuego que parecía incontrolable. Isabel cayó, llegó la más feroz dictadura de la historia argentina y buena parte del periodismo la acompañó activamente. Pocos actores de este oficio reconocieron luego su rol en esa tragedia argentina.
◆ A fines de los 80, Raúl Alfonsín (1983-1989) sufría los embates de golpes y minigolpes de un mercado al que no lograba dominar. Los medios reflejaban el deterioro de una economía en crisis permanente y –salvo excepciones– parecían justificar una salida prematura del gobierno. Esto sucedió: el líder radical debió entregar el poder antes de tiempo.
◆Fernando de la Rúa llegó a la presidencia integrando una alianza que despertó expectativas favorables y se fue deteriorando con creciente intensidad, hasta llegar a la debacle de fines de 2001. La gran prensa contribuyó en gran medida al fin abrupto de su mandato, con muchas vidas que se perdieron en esas jornadas. Casi no hay periodista que reconozca su aporte a la caída.
Hoy, el panorama es diferente. El problema está en el interior de las estructuras políticas, mucho más que en los medios. Salvo cierta tendencia a un sensacionalismo cuasi farandulesco, hay más mesura. Que se mantenga.