COLUMNISTAS
opinión

Qué no reflejan las encuestas

20220821_alberto_fernandez_capturavideo_g
La Rioja: Alberto Fernández toca un bombo y canta frente a un niño en un acto. | captura de video

El alto rechazo que Cristina Kirchner y Mauricio Macri exhiben en las encuestas pareciera indicar que en política “ser” y “ser odiado” son requisito de trascendencia. El odiado es alguien, existe. Lo mismo le sucede a Sergio Massa: el nivel de rechazo que reflejan las encuestas es inversamente proporcional a la expectativa que genera su gestión como nuevo ministro de Economía. Otro que integra el selecto grupo de los más rechazados es Alberto Fernández. ¿Será, entonces, que el Presidente es más relevante en política de lo que se presume, o es la excepción que confirma la regla? Y lo mismo para Horacio Rodríguez Larreta, que es el ejemplo inverso, uno de los pocos actores políticos principales cuya aprobación en las encuestas supera el rechazo, ¿será menos relevante en política de lo que se presume?

“Compañero Alberto, ponga lo que tiene que poner”, pidió Pablo Moyano en el acto de la CGT 

En la polisémica movilización de la CGT y la CTA el miércoles pasado, a favor y contra del Gobierno según la interpretación de distintos analistas, el primus inter pares de los sindicalistas, Pablo Moyano, le pidió al Presidente que “ponga lo que tiene que poner”, asumiendo tácitamente que no lo pone o no lo tiene. Entre los atributos de Alberto Fernández no está el de ser una mala persona sino el de ser un títere, un débil, un flojo. En el imaginario de un líder, pareciera resultar preferible ser temido que ser alguien cuyo principal atributo sea ser considerado una buena persona. A Menem le gustaba decir de ciertos discípulos que “les faltaba la cuota de maldad necesaria”. Y a Néstor Kirchner se le atribuye haberle dicho a Sergio Massa que llegaría a presidente porque era “tan hijo de puta” como él mismo. 

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

¿Querrán los argentinos para la elección de 2023 un líder con la cuota suficiente de maldad o alguien cuyo signo distintivo sea ser lo que habitualmente se define como una buena persona? Probablemente, lo que las encuestas no reflejen sea la preferencia de los votantes hacia un conductor decisionista antes que otro moralmente valioso.

El filósofo de la Universidad de Harvard Roberto Nozick, autor de Anarquía, Estado y utopía, La naturaleza de la racionalidad, Explicaciones filosóficas y Meditaciones sobre la vida, explica la matriz de la realidad analizando sus diferentes componentes. Ponía especial énfasis en la comparación contradictoria entre importancia y belleza. Bello podía ser el ballet, o el ajedrez, pero importante era aquello que podía producir efectos tanto positivos como negativos, el ejemplo más exacerbado es Hitler, alguien muy importante por la cantidad de daño que generó y lo extremadamente opuesto a la belleza. 

La importancia, como el poder, no son categorías de la órbita de la ética ni de la estética, lo que explica por qué las sociedades pueden disculpar la corrupción y otros delitos de sus gobernantes si estos son eficientes en mejorarles sus condiciones de vida o mientras se las mejoran. En mi columna de ayer, titulada “Consecuencias de una condena”, se reflexionaba sobre el eventual fallo adverso a Cristina Kirchner en la causa de vialidad. Un juicio y eventual condena que también son posibles porque el kirchnerismo no está pudiendo mejorar las condiciones de vida de la población porque los mismos delitos fueron disculpados entre 2003 y 2012, mientras sí se lograba mejorar las condiciones de vida de la mayoría.

Siguiendo con la comparación de Robert Nozick entre categorías del orden ético como bello/bueno, por un lado, y por el otro categorías del orden práctico como importante, las sociedades parecen estar dispuestas a disculpar los defectos de sus conductores si las llevan rápido por el camino del crecimiento material, y tienden a reclamar virtudes metafísicas cuando el contexto no permitiría mejoras sustanciales.

“Macri se tienta con 2023 y ve un Massa sin salida”, se tituló una nota ayer en PERFIL

¿Cuáles serán las aspiraciones de la sociedad en octubre de 2023, cuando tenga que elegir al próximo presidente? ¿Cansada de decadencia, buscará un líder que prometa un rápido ascenso económico y exhiba una disposición a la transgresión y falta de aversión al riesgo? ¿O priorizará a alguien cuyos escrúpulos le impidan tomar decisiones que afecten la calidad de vida de muchas personas aunque puedan resultar en beneficio de la mayoría pasado cierto tiempo?

Lo que las encuestas no parecen reflejar es aquello que está más allá del aprecio o rechazo por el individuo/candidato. Pareciera que se puede tener una percepción negativa por cierto candidato y al mismo tiempo votarlo por considerar que resultará menos malo o más útil que otro candidato que no genere esa negatividad. Si las encuestas reflejaran la realidad de forma completa, Mauricio Macri no estaría pensando en volver a ser candidato a presidente, como informó ayer PERFIL, ni Sergio Massa generar la expectativa que su llegada al Ministerio de Economía produjo.

Si las encuestas dijeran todo y las elecciones fueran hoy, el Presidente ya estaría decidido, y sería Horacio Rodríguez Larreta. Pero más allá de los cambios de ánimo que se producirán durante los 13 meses que faltan hasta la votación, en función de los resultados económicos que obtenga el oficialismo hay atributos que las encuestas no pueden medir. Es la famosa diferencia entre cuantificar lo que solo se puede hacer entre iguales y ponderar que es siempre entre desiguales.