COLUMNISTAS
Manifestaciones

¿Quién es el paréntesis?

Aunque aceptemos la teoría de los ciclos –tan proclamada por Borges en su libro Historia de la eternidad– a nadie le interesa quedar entre paréntesis. Sobre todo a la dirigencia.

Volver o proseguir, esa es la cuestión. El oleaje de la humanidad es constante, pero no siempre se asienta lo que irrumpe. A veces viene con espuma, hay que esperar que las burbujas exploten, que la rabia, cobarde, se disuelva. Que lo peor quede entre paréntesis.

El problema es cuando el paréntesis se extiende, no termina de cerrarse, y fagocita la frase. Entonces nos quedamos sin sujeto (Estado), y la prédica es sálvese quien pueda, entre otras cosas, de la motosierra. ¿Cómo sanear una estructura proponiendo arrasar con ella?

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Hasta el martes pasado yo pensaba que la rabia le había ganado a la valentía, la bajeza a la poesía, el yoísmo al prójimo. Tuitear parecía más relevante que participar y ser cosplayer más intrépido que actuar en una película. La juventud, como todos decían, había votado a Milei, el antikirchnerismo era más fuerte que cualquier anhelo de país. El “que se vayan” le ganaba a “estemos juntos”.

Sumado a esto, divisiones patéticas, desprecio, denostación, y una crisis de representación fenomenal. Cada uno en sus redes, entre seguidos y seguidores, ratificando posiciones, muchas veces heredadas.

Y de golpe, la juventud cambió de cuerpo. O más bien lo puso. Se regeneró. Ya no toda mileísta ni en las redes. También en las calles y sin temor. A la épica de la guerra –tan de estos tiempos, tramposos, tramperos– se le respondió con diversidad. A la cosa oscura, con frescura.

En la tele:

—¿Por qué estás acá?

—Porque amo a mi país y me gusta sentir la presencia de los que cuidan a los demás. No importa quién sea, cuidar al otro, pensar en los otros. Basta de pensar solo en uno mismo, vamos a terminar retorcidos como gusanos.”

Imágenes:

Mateadas, risas, preguntas.

Alguno cantando Spinetta, otros en busca de frazadas.

La revolución es un sueño eterno, escribió Andrés Rivera. Esta semana las imágenes lo postularon al revés: el sueño eterno es una revolución.

Con el fallo y la condena –injusto para muchos y esperado por otros tantos– el sueño se manifestó: estar nuevamente reunidos. Quiénes no soñamos con aplastar al otro. Aunque sea una vigilia.

Pienso en otro cuento de Borges, “La noche de los dones”, que el propio autor consideraba el “más inocente, más violento y exaltado que ofrece este volumen”. Es el sexto de uno de sus mejores libros (creo que mi preferido) El libro de arena (1975). Ahí leemos “que si aprender es recordar, ignorar es de hecho haber olvidado”. Quizá en esta premisa encontremos alguna pista. Tanto los vehementes que acusan, como los que niegan, se aferran a lo rotundo. Un absoluto sin matices ni posibilidades de encuentro. Incluso muchas veces parecen estar del mismo lado. El lado de la ignorancia. La ignorancia del contexto, apelando a la memoria para repetir frases hechas. Así el recuerdo se vuelve repudio, no hay aprendizaje, ni historia.

Podemos seguir con Borges, y mudarnos a otro cuento. Su lectura de Don Quijote en versión de Pierre Menard, cuando éste reescribe la famosa frase del capítulo IX, “La verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir”.

Borges la transcribió tal cual. Y acá la vuelvo a escribir con el secreto placer de plagiar a Borges sin que puedan decirme nada porque es una frase de Cervantes que leída en este contexto quizá devenga otra y siga escribiéndose.

La verdad. Cuya madre es la Historia. Entre la Verdad y la Historia se juega nuestro presente. El futuro depende de este parentesco que estableció Cervantes.

Continúo, entonces: si la Verdad es hija de la Historia, lo que sucede nos precede, y lo cíclico cobra vida en una nueva vuelta. Pero como de humanos se trata, no hay repetición sin diferencia. Es imposible la copia, por eso la frase copiada por Borges no es la misma que la de Cervantes aunque lo parezca. Si no es lo mismo, ¿qué estamos viviendo?

¿Un final de época como tantos pregonan? ¿El principio del fin? ¿O el voto al vituperio se termina con el fallo? La caterva de injurias, burlas, desprecio a los artistas, indiferencia a la pobreza, desatención de la obra pública… ¿también? ¿Será acaso Milei un paréntesis de mal gusto y necesario?

En todo caso, la presencia de tantos jóvenes en las calles, con nuevas caras, sonrisas, y peticiones, disposición al cambio desde un lugar más considerado, me dio la ilusión de que la madre Historia pueda postular otras verdades.