Argentina necesita introducir cambios profundos en varias dimensiones de su funcionamiento como sociedad. En lo económico y lo social debe diseñar e implementar una estrategia productiva y distributiva de largo plazo, en apoyo de la cual necesita actuar sobre las pautas tributarias, reformar el Estado, mejorar la calidad educativa, la infraestructura, la política energética, y muchas otras que sería largo enumerar. Para producir estos cambios se requieren ideas claras, junto a la voluntad política de ejercer todo el poder necesario para llevarlas a cabo. Hoy tal poder no existe, y ello se debe tanto a la magnitud de los intereses a enfrentar, como a la enajenación que se hace de importantes cuotas de ese poder.
Lo sucedido en una provincia que fuera feudo de una fuerza política durante décadas y que pasó a ser controlada por otra fuerza con sucesivas votaciones de más del 70%, sirve para entender cómo pudo consolidarse ese pase, así como las consecuencias de enajenar parte del poder. Conocedores de lo que ocurre en esa provincia me lo explicaron así “El gobernador la tiene clara: él respeta la ‘quintita’ que cada uno maneja en la provincia”. Esas “quintitas” son espacios socioeconómicos o cuotas de poder que el gobernador acepta dejar fuera de su órbita a cambio de apoyo a su gestión. Esto ocurre también en otras provincias donde los dueños de esas “quintitas” pasan a controlar pequeñas cuotas de poder que obstaculizan el desarrollo socioeconómico de la provincia; lo que no preocupa a los gobernadores ya que hacen de ese atraso una forma de dominación en la que el Estado se convierte en principal dador de empleos y planes sociales. Todo con la complicidad de los gobiernos nacionales que ponen los fondos para sostener ese empleo espurio y esos planes a cambio de los votos que esas provincias les aseguran en el Congreso.
Las enajenaciones de poder se dan también a nivel nacional. Así lo muestra la cuota que ciertos líderes sindicales manejan desde hace tiempo; Alfonsín quiso recuperarla y perdió la batalla debiendo aceptar ese ejercicio de hecho. Más sutiles, pero no menos paralizantes, son las concesiones que se hacen al empresariado, lo que condiciona la política económica que se pretenda ejecutar. Otra forma de enajenación se da cuando en las designaciones para la ejecución de políticas claves priman intereses que descuidan los requisitos de idoneidad; o cuando se entregan sumas importantes a legisladores para que otorguen becas, subsidios y otros beneficios a sus seguidores, quitando recursos para una política social ejecutada con criterios universalistas y evaluación de su impacto, desde el ministerio respectivo.
Las flaquezas en el ejercicio del poder hicieron crisis durante el gobierno de De la Rúa y eso llevó a muchos a considerar la llegada de los Kirchner como una solución reparadora. Sin embargo el poder que éstos ejercieron fue fuerte sólo en el sentido de arbitrario, y se lo dilapidó en una cruzada épica contra enemigos imaginarios, muchos de ellos resucitados desde el pasado.
Salvando las distancias en cuanto a la magnitud de la epopeya, los Kirchner usaron la misma estrategia que su denostado general Roca en la conquista del desierto, cuando éste entregó a cambio de los apoyos recibidos grandes extensiones de tierras públicas, creando verdaderos latifundios. El kirchnerismo fue más limitado en sus objetivos y en sus batallas, así como en el tipo de beneficiarios que creó en pago de los apoyos recibidos: apenas “minifundistas” dueños de “quintitas” que erosionan el poder del Estado. Así fue como dejó para los sindicatos el manejo de las obras sociales; la educación en manos de los sindicatos docentes; el mercado interno, y con eso parte de la política económica, en manos de los empresarios amigos; a La Cámpora le dio, entre otras cosas, Aerolíneas Argentinas; parte de la política habitacional la entregó a las Madres con sus Sueños Compartidos, y a Milagro Sala la construcción de viviendas y el control del poder en Jujuy. Una nueva “quintita” se acaba de entregar con la creación de la Secretaría de Agricultura Familiar.
La magnitud del poder que se requiere para encarar los cambios necesarios no permite su parcelación en “minifundios”; sólo cabe buscar acuerdos que sirvan para potenciar el poder disponible.
*Sociólogo.