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consuelos

Rubens y Brueghel

En uno de sus videos, el crítico de arte inglés de origen polaco, Waldemar Januszczak, pretende convencernos de mirar a Rubens más de cerca, para aceptar que era un genio. Aunque admito esta genialidad, su estilo me noquea y no lo puedo disfrutar, salvo por un par de pinturas. Pero cuando se ensambla con su amigo y colega, Jan Brueghel, me encanta, porque debe controlar sus efluvios de carnes irregulares y rojos pasión, para dar espacio a las finísimas pinceladas del otro. Al repasar esta sociedad creativa cuyos resultados se exhiben en el Prado, Januszczak dice que nadie pediría a un compositor que toque todos los instrumentos, ni a un arquitecto que ponga un ladrillo sobre otro, pero de los pintores se espera el trabajo individual.

Vale la pena dedicar un par de líneas al trabajo de este crítico excepcional. En YouTube, están sus ensayos audiovisuales hechos hace unos años bajo el sello Perspective, muy diferentes de los recorridos cronológicos que se ven en general. A Januszczak le interesan cuestiones muy específicas y tiene conocimientos y medios para ocuparse de ellas magistralmente. Habla de la “intrigante sicología detrás de la Venus de Botticelli” o de “cuanto influyó el culto a María Magdalena en Cézanne”, es siempre ágil, atractivo, original. Además, tuvo una producción que le hizo posible ir del Louvre a la National Gallery, de Venecia a Tierra Santa, de Buckingham a Versalles, algo cada vez menos frecuente. Con Rubens y Brueghel, Januszczak pone en valor la apuesta al trabajo conjunto en un área que no suele legitimarlo. Es lo mismo o peor para la literatura, dominio de los solitarios. Pero en la tierra de Bustos Domecq, tenemos incluso un ejemplo flamante, Heavy (Vinilo Editora), escrito a cuatro manos por Ariel Magnus y una autora con el seudónimo de Agustina Schuster.

Ahora, cuando la producción artístico cultural es hostigada por factores múltiples –de la IA, a la desfinanciación; de la falta de ideas, al plagio legalizado–, quizás valga la pena explorar un poco más la unión artística de fuerzas en áreas inusuales como vía de escape o apuesta alternativa. ¿Por qué no disolver parcialmente el estilo personal, como Rubens y Brueghel, para dar luz a algo nuevo, abierto a nuevas potencias y nuevos públicos? Por supuesto, puede nacer un Frankenstein. En ese caso, será consuelo pensar que trabajar en comunión sirve, al menos, para aplacar un poco al ego. Algo que, según los sabios y piadosos, deberíamos intentar todos. Si pudieron dos de los pintores más grandes de la historia…

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