El pasado lunes se publicó una extensa nota en la revista The New Yorker, firmada por David Remnick, con el título “El desafío de Salman Rushdie”. El martes, la cuenta de Twitter del escritor publicó una foto del mismo, primera aparición desde el apuñalamiento que sufriera en agosto de 2022. El jueves pasado, en un evento online organizado por la editorial Penguin Random House, Margaret Atwood y Neil Gaiman disertaron sobre la nueva novela de Salman Rushdie, Victory City (Ciudad Victoria).
El monstruo, para los fanáticos religiosos islamitas, está de regreso. No indemne, pero sí activo al punto que su futuro con la escritura resulta una incógnita en la medida que pueda recuperar la movilidad de una de sus manos y, lo peor, superar el trauma psicológico que sufre. En esa foto luce un lente oscuro sobre el ojo derecho, a modo de parche, ocultando la pérdida del mismo, y evidentes heridas ya cicatrizadas en el cuello.
Lo real es que Rushdie permanece oculto. Según Remnick, durante su recuperación se sometió a la televisión basura, siendo la Copa del Mundo de fútbol un páramo: “Se mostró emocionado por el avance de los marroquíes y las actuaciones sobrenaturales del francés Kylian Mbappé y del argentino Lionel Messi, y se conmovió por el apoyo mostrado por los jugadores a las protestas en Irán, que espera puedan ser un ‘punto de inflexión’ para el régimen en Teherán”. Tampoco intentó esforzarse en la escritura, pero sí para publicar Ciudad Victoria, que había terminado al momento del atentado.
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La condena a muerte del difunto ayatola Khomeini fue mucho más allá desde 1989. El traductor al japonés de Los versos satánicos, Hitoshi Igarashi, fue apuñalado y murió. Ettore Capriolo, el traductor al italiano, también fue apuñalado, pero sobrevivió. Al editor noruego del libro, William Nygaard, lo tirotearon y salvó su vida de milagro. Y la Academia Sueca, la del Nobel de Literatura, se negó a emitir una declaración en apoyo de Rushdie; un silencio cómplice, incluso penoso, tanto como la mayoría de sus premiados.
Ciudad Victoria es el decimosexto libro publicado por Rushdie desde la fatwa. En él una niña, Pampa Kampana, es poseída por la diosa Parvati, que le encomienda dar a las mujeres el mismo lugar que los hombres en un mundo patriarcal. Los editores califican al libro como fábula feminista, de amor, de aventura y mito, testimonio del poder de la narración por sobre la voluntad humana. Pero esto es apenas síntesis de intrincadas referencias.
Pampa compone un poema, creando y narrando simultáneamente la accidentada historia de Vijayanagar, imperio del sur de la India, que aparece mencionado en A Wounded Civilization (1976) de V.S. Naipaul, quien reflexiona sobre la reducción de Vijayanagar a un desierto no lejos de la próspera ciudad de Bangalore. Destruida por los musulmanes hace quinientos años fue, a los ojos de éste, símbolo de la herida mortal infligida a la India por el islam. En oposición a tal visión, Rushdie evoca un universo de fantasía cuya fuerza proviene de la unión de las grandes religiones de la India, “fluyendo unas en otras como los ríos Ganges y Yamuna”.
Para el crítico Tanjil Ra-shid, del Financial Times, “Las palabras son las únicas vencedoras, proclama la novela en el final. Esta fe infantil en la trascendencia de la palabra impregna Ciudad Victoria y es, curiosamente, similar a la noción de un texto sagrado, que desafió con gran costo personal en Los versos satánicos. Los súperpoderes narrativos de Pampa provienen de la divina Parvati, y la novela retoma todo el tropo de la narración como una vocación sagrada, intrínseca a las epopeyas indias, cuyos autores, por tradición, eran dioses.”