El reportaje largo de hoy es al profesor de la universidad de Stanford Michael Boskin, quien fue jefe de los asesores económicos de la Casa Blanca cuando colapsó el comunismo y los cuatro años posteriores, cuando se establecieron las bases de un ciclo de treinta años de neoliberalismo. Boskin fue uno de los artífices intelectuales de la exportación industrial norteamericana a China, de la reducción de los impuestos a la riqueza y de la desregulación financiera.
Frente a la gran depresión económica que genera la crisis mundial del coronavirus y la ayuda de los Estados a las empresas en problemas, especialmente en nuestro país con la controversia sobre la expropiación de la empresa Vicentin, su mirada acerca de la actualidad nos permite a los argentinos reflejarnos en un espejo ideológico invertido y poder sacar conclusiones.
En Europa y EE.UU. estatizar empresas es una necesidad de coyuntura; en Argentina es una oportunidad
¿Son comparables con Vicentin los ejemplos de Estados Unidos cuando su gobierno dispone comprar masivamente acciones y deuda de empresas en crisis pasando el Estado en muchos casos a ser accionista mayoritario, como durante la crisis de las hipotecas en 2008-2009 y nuevamente ahora? ¿O el ejemplo de Alemania citado como ejemplo por los defensores de la expropiación de Vicentin que ya nacionalizó la compañía aérea Lufthansa y Adidas en forma de préstamo convertible en acciones?
La Unión Europea aprobó una legislación general promoviendo la estatización masiva de empresas a modo de salvataje para evitar su quiebra ante la crisis del coronavirus. Italia hizo lo mismo que Alemania con Alitalia, y desde antes del coronavirus Francia era accionista de referencia en empresas consideradas estratégicas, como Renault, Air France, las energéticas Engie y EDF, o la de telecomunicaciones Orange.
El Fondo Monetario Internacional destacó el aumento de la proporción de empresas estatales a nivel mundial “por el auge de la economía de China, donde las empresas estatales conservan su papel protagónico, y de otras economías de mercados emergentes”. Pero agregó que “a partir de una muestra de aproximadamente un millón de empresas en 109 países, en este capítulo se llega a la conclusión de que las empresas estatales son, en promedio, un tercio menos productivas que las privadas”.
En la Argentina las motivaciones son bien diferentes a las de Estados Unidos e incluso a las de Europa. Amado Boudou sostuvo que era un buen momento para estatizar todas las empresas de servicios públicos. La diputada Fernanda Vallejos había propuesto que el Estado se quede con una participación en el capital de las empresas a las que paga la mitad de los salarios de su personal. Y la senadora Anabel Fernández Sagasti fue la propulsora de la estatización de Vicentin por motivos estratégicos.
Para Europa y Estados Unidos, la intervención del Estado durante la crisis del coronavirus es una necesidad de coyuntura, mientras que para algunos referentes del kirchnerismo, el coronavirus es una oportunidad para aumentar de manera permanente la participación del Estado en la economía. La herramienta puede ser la misma, el fin buscado es otro.
Por eso mismo, en Europa y Estados Unidos nadie se conmueve frente al avance de los Estados en las empresas durante la crisis del coronavirus mientras que en Argentina la decisión del Gobierno de expropiar Vicentin marcó un cisma en la relación de Alberto Fernández con los no votantes del Frente de Todos a los que había logrado seducir con su temprano combate contra la pandemia.
El medio es el mensaje es la frase nunca así formulada por el experto en comunicación Marshall McLuhan, usada para explicar que el mensaje es interpretado por los receptores de manera distinta dependiendo de quién lo emite. Y como la economía se alimenta de expectativas, el caso Vicentin produjo aún más turbulencias que el default de la deuda externa. Muchos analistas suponen que mientras el ministro de Economía, Martín Guzmán, transmitía su tranquilizadora moderación y respeto por el mercado durante el reportaje largo de PERFIL el fin de semana pasado, no estaba informado de que al día siguiente Alberto Fernández anunciaría su intención de expropiar Vicentin afectando más las expectativas que cualquiera de sus propias decisiones.
El lenguaje del ministro Guzmán no tiene apelaciones retóricas del tipo “soberanía alimentaria”, “decisión histórica”, “nuevo proyecto agroalimentario nacional”, “empresa testigo” del sector, “clave para el mercado cambiario”, “generadoras de agrodivisas”.
Alberto Fernández prefiere mencionar la palabra “rescate” y no expropiación, y “empresa pública” y no estatal, pero Vicentin se convirtió en sí misma en un significante, el significado es la economía que el Presidente tiene en la cabeza. Leyendo a Michael Boskin se puede entender qué visión de la economía se tiene en Estados Unidos, más allá de Trump o de su cada vez más posible sucesor Joe Biden, y cuáles son los incentivos que los gobiernos imponen a sus ciudadanos para incrementar la suma de bienes y crecer.
Vicentin se transformó en un significante de la economía que la coalición gobernante puede terminar haciendo
La crisis económica del coronavirus, al ser un problema mundial, permite que las respuestas de cada sociedad interpelen las nuestras. La serie de largos reportajes a grandes referentes económicos mundiales que se viene publicando en PERFIL es una herramienta que nos ayuda a pensar. El fin de semana próximo será el turno del profesor de Harvard Kenneth Rogoff, ex economista del Fondo Monetario Internacional y de la Junta de Gobernadores de la Reserva Federal de EE.UU.
Sobre Vicentin, Boskin concluyó: “Si piensan en nacionalizar ante una crisis, ya deberían estar pensando en cómo van a privatizarla tan pronto como las condiciones lo permitan. Suecia en la década de 1990 nacionalizó su banca y luego volvió a privatizarla”.
Otra realidad.