COLUMNISTAS
Los días felices

Sobre la distribución en la pandemia

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| GP.

Las cifras de Oxfam Argentina a nivel internacional son contundentes: 26 multimillonarios del mundo poseen igual riqueza que 3.800 millones de personas que conforman la mitad más pobre de la humanidad. La población más rica, que integra el 1%, posee más riqueza que el 99% restante del planeta.

La concentración del ingreso a nivel internacional durante la pandemia se acentuó a límites inimaginables.

En nuestro país no hubo excepción. Llegamos a niveles de inequidad que al menos creímos haber dejado atrás tras la megacrisis de 2001.

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La herencia neoliberal, con su carga de daño social inconmensurable, la fuerte parálisis económica consecuencia de la pandemia sumada a la caída salarial, el aumento sideral del precio de los alimentos, la baja en el poder adquisitivo de jubilaciones y pensiones, así como otros planes de transferencias de ingresos destinados a los segmentos más vulnerables construyó un patrón distributivo muy empeorado y solo comparable al de 2002 tras la salida de la crisis de la convertibilidad, como se aprecia en el cuadro que acompaña esta columna perteneciente al primer trimestre de este año y último dato oficial disponible.

Que el 10% más rico de la población se apropie del 32,4% del ingreso mientras el 10% más pobre de la población recibe el 1,4% es una calamidad insostenible en el tiempo, sin que se produzcan convulsiones sociales típicas hoy en la región y coordinadas en nuestro país por la expectativa electoral que despierta entre los sectores más postergados un gobierno con Cristina Kirchner en el Ejecutivo. 

Queda en la memoria de los segmentos populares el proceso distributivo de los gobiernos de Néstor y Cristina, desendeudamiento récord, caída de la pobreza en términos poblacionales equivalente a toda la provincia de Buenos Aires, notables mejoras salariales todos los años sobre la inflación, ampliación de la base previsional sistemática que llevó a tener la mayor cobertura en Latinoamérica, superior al 95%, gracias a la finalización de la gran estafa previsional que supusieron las AFJP.
En fin, ante las actuales carencias socioeconómicas coordina aún las expectativas populares el recuerdo de los días felices, y esos días de felicidad tienen nombre y apellido: Cristina Fernández de Kirchner.

Retomando el tema distributivo, agreguemos que este empeoramiento de la estructura social echó por tierra el avance obtenido durante las gestiones kirchneristas, cuando en trece años con altibajos, pero de manera tendencialmente sostenida, como dijimos se había logrado sacar de la pobreza a millones de habitantes –en especial niños– y reducir ostensiblemente el Gini que había dejado la crisis de 2001, que arrojaba un extravagante 0,538 para 2002, y con Cristina llegó a 0449, según los datos del Banco Mundial.
Hoy las proyecciones nos señalan al menos 42% de pobreza general y más del 58% en menores de 14 años. Vergonzoso.

Pero qué de inesperado supone ese nivel de pobreza en un país donde el 20% más rico acapara el 50% del ingreso y el 20% más pobre apenas accede al 4%.
Ninguna sorpresa, nada extraño, lo único inesperado resulta que no se debatan estos temas y que no se disponga de políticas impositivas y antievasión adecuadas para darles solución, o al menos comenzar a transitar el camino hacia una sociedad mucho más equitativa que la calamidad actual.

En resumen, y para no extendernos con cifras que siempre borronean el mensaje: disponemos de un discurso semestral piadoso sobre la pobreza, ya rayano en lo religioso, y muy poca cosa más en materia de comunicación y análisis.
Como señalamos ya en otras columnas recientes de PERFIL, nada se dice de la excesiva riqueza de algunos en un país como la Argentina, donde el problema de los millones de pobres que crecen día a día son unos pocos ciudadanos que se enriquecen cada vez más y de los cuales ni siquiera se habla.

 

*Director de Consultora Equis.