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Sobre la repetición

1-11-2020-Logo Perfil
. | CEDOC PERFIL

Busco algo que dije en una clase de dramaturgia. Las lecciones ahora se graban por default, un poco porque si alguien falta es justo que después la pida, o porque la luz se corta o porque ya nadie toma nota y es más fácil confiarle al disco duro o al teléfono la información en forma de píxel que al papel la torpe manuscrita. Incluso perder el celular, con toda su información en el fondo teflonado de nuestro preconsciente, es percibido a veces también como alivio y liberación. 

Pero también está pasando algo aberrante. Aquello dicho en una clase suele ser una opinión, fundada, profesional y meditada, cuya repetición empieza a transicionar en otra cosa. Un escritor somete lo que ha hecho a unas opiniones ajenas; si las escucha en el momento de la conversación (una tecnología fascinante) su cerebro las procesará como lo que son: opiniones, puntos de vista, señalamientos, indicios. Pero si uno rebobina y escucha una o mil veces una palabra –una sola– algo desafortunada, algo desacertada (como todas las palabras), el efecto es el opuesto: la reiteración amplifica la persistencia de lo opinable y lo transforma en una maldición y en un destino.

Sugiero a mis alumnos que no vean las clases que grabamos salvo en caso de extrema necesidad. Pero la necesidad siempre es extrema y todo lo repetido queda condenado a ser aseverado como ley, como trampa. Tampoco de trata de hablar diciendo lo uno y su contrario para escapar a la engañifa. Pero pienso que la aseveración que se sostiene en las alas ligeras de la oralidad no es ni verdadera ni falsa, es momentánea, y busca producir un efecto deíctico y real. Su repetición es su fantasma amurallado; su pétrea persistencia cuando cambian las circunstancias espaciotemporales la convierte en una hidra de mil cabezas, una que vuelve a hablar cuando su orador ya ha optado por el silencio.

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El problema es –me digo– que así hemos aprendido casi todo lo reciente, casi todo el siglo XX, casi todo lo que asumimos como información oral, fresca explicación del mundo. Como las lecciones de Lacan, repetidas por sus alumnos en donación a la cultura toda; o los videoclips musicales de los 80, que quedaron grabados como testimonio inexplicable de una cosa nueva, algo entre la moda y el apocalipsis. Nos acostumbramos a este nuevo archivismo; grabamos mucho o todo pero para verlo raramente. Y cuando se acabe el litio de Bolivia solo quedará en nuestros archivos humanos lo que se haya guardado en frágil forma de papel, en la pública forma del museo. ¿Qué soporte nos soportará?

Toda filosofía del archivo debería venir acompañada de una filosofía del desarchivo: cuándo, cómo y por qué interpretar lo que se reitera. En el acto de volver a la cosa, en la repetición, hay una corrección involuntaria, una sorna en voz bajita, una suerte de “sí pero”. Si hay algo de verdad debe estar entre ambas cosas y no en alguna de ellas.