COLUMNISTAS

Sobrevivir al 2015

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Con la presión tributaria más alta de la historia, una inflación proyectada a superar los 30 puntos anuales y la imposibilidad de defender el salario mediante el ahorro por la privación de adquirir moneda extranjera en una economía que depende del dólar, cuesta que la actividad política no sea percibida como la única para escalar posiciones de ascenso social en estos años. Ni que haya razones para especular con que esa situación vaya a modificarse.

Quizás exhausto de vigilar el gasto en miles de millones de billetes verdes de argentinos que hicieron turismo por el mundo gracias al atraso cambiario de la cotización oficial, Ricardo Echegaray resolvió experimentar el fenómeno consumista de quienes, seguramente, sólo encuentran en ese beneficio una razón de adhesión transitoria al modelo.

Tal vez el titular de la AFIP haya compartido la curiosidad antropológica con algún intendente del Conurbano con destino a las cálidas playas de Miami en una refrigerada sala de embarque, repleta de funcionarios públicos.

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Puede que en improvisada tertulia hayan coincidido en expresar deseos para que no se diluya tan pronto como parece la prosa espesa que opone como defensa a toda crítica Jorge Capitanich, mientras completa el curso acelerado en la meritocracia oficialista con la esperanza de arrebatarle a Daniel Scioli el plácet como estoico abnegado y, quizás, lograr el favor de Cristina Fernández para sucederla en la presidencia.

La oración eleva una plegaria: que cese la ola de calor. Lo que no promete el desastre ecológico que se abate sobre Brasil con una porción significativa del Amazonas vuelta plantación sojera. No deja de ser curioso que el jefe del Gabinete y su álter ego de Economía, Axel Kicillof, crean que la solución a la crisis energética que los tiene por el cuello sea que salte algún fusible. Todos colapsaron. No hay otra explicación tangible a la falta de agua y luz, aunque se obstinen en negarlo.

Esa es la sensación que deja la indecorosa manipulación de datos estadísticos y la ausencia de información precisa y confiable, pese a que hace un largo tiempo el Gobierno ocupa butacas en los directorios de las dos distribuidoras del servicio. La Cámpora es parte activa de la intriga y el escamoteo: Juan Cabandié exige la estatización urgente para eludir la desaprobación popular de los vecinos a su parentela. Disiente el Cuervo Larroque: ya no habría cómo echarle culpas de las desgracias al capital concentrado.

No hay contexto para el optimismo soso ni un voluntarismo laxo: la pregunta de quién podría hacer frente a semejante expectativa de soluciones desde la oferta electoral merece ser reformulada. Qué está dispuesta a ceder la ciudadanía en su voracidad por satisfacer metas individuales para dar un salto de calidad como sociedad parece un interrogante más adecuado.

El desolador saldo de la batalla cultural que se ufanó de librar el kirchnerismo obliga a repensar con paciencia y tenacidad el sistema de valores sobre el que gira nuestra vida cotidiana. La consigna “Clarín miente” de Hugo Moyano no perdió sentido sólo porque el camionero ahora sea visitante asiduo en los estudios de TN. Sin la mentira no habría verdad por discutir.

Para el 2014, el desafío consiste en no atribuirle sólo a las representaciones –políticas, sindicales, empresariales, estudiantiles y educativas, entre otras– la responsabilidad de cada frustración que subraya el contraste con un destino de grandeza proyectado desde una dimensión mitológica de una historia de opulencia cuya revisión colaboraría a comprender mejor la construcción de este presente.

Si la sociedad es capaz de promover este debate y generar corrientes de opinión a las que no puedan permanecer ajenas ni ignorar las dirigencias, es probable que pese a las dificultades el tránsito por el 2014 sea llevadero. También, incluso sobrevivir al 2015 y un cambio de época que las predicciones dan por insalvable.

* Titular de la cátedra Planificación Comunicacional, UNLZ.