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Teoría del poliedro

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| Cedoc

En estos días de turbulencias políticas, parece necesario tomar en cuenta que la buena política no es tan simple, aunque repitamos el mantra de la unidad. La realidad es muy compleja y diversa, ampliamente heterogénea  y cambiante. Para transitar dentro de ese espacio geográfico, histórico y social se requiere analizar, investigar y observar profundamente cada situación. Necesitamos pensar cómo construir sobre los escombros y empezar de nuevo.

Si a eso le agregamos la vocación de unidad sociopolítica, podríamos llegar a la meta imaginada.

Estudiando la teoría del poliedro y la del pensamiento estratégico encontré herramientas que ayudan a la construcción para la etapa que se inicia. El poliedro es un cuerpo con muchas facetas, equidistantes del núcleo, que forman una unidad. Esas facetas –que pueden ser distintas o desiguales– suelen conformarse en diferentes corrientes o agrupaciones.

Al estar equidistantes del centro, ninguna faceta tiene supremacía sobre otra, aunque interactúen entre sí.

La teoría del poliedro ha sido desarrollada por el papa Francisco en la “cultura del encuentro”.  


Forma parte de un pensamiento lógico y estratégico que tiende a valorizar la construcción y comprensión hacia caminos de convivencia. Para ello, hay que abandonar las propuestas de confrontación y lucha, y en su lugar edificar nuevos cimientos que promuevan una sociedad fraterna, sólida y equitativa. Que sostengan pactos morales, sociales, políticos, éticos y saludables.

La propuesta del poliedro, en la realidad, se configura como construcción en red, cuyos sujetos políticos asumen participar –con visión de futuro– para llevar a cabo diferentes proyectos o planes.

A su vez, el pensamiento estratégico –que aprendimos de Perón– no es teórico sino práctico y suele convertirse luego en planeamiento, sin perder la visión de futuro y sin reprochar los errores pasados.

El pensamiento estratégico promueve la acción y plantea objetivos, analiza los medios que tiene para alcanzarlos y los organiza para lograr la meta. La estrategia es el engranaje que hace funcionar a quien conduce y a su organización.

El comportamiento estratégico mantiene un flujo constante de toma de decisiones, y si es con participantes activos, mejor, porque así ellos interactúan entre sí (como en el poliedro).

La toma de decisiones estratégicas ha sido estudiada por la teoría de los juegos, rama de las ciencias sociales desarrollada por von Neumenn. En ese caso se evalúan los conflictos cuando una parte gana y la otra pierde.

No es la política un juego para ganar o perder. Sí es importante la evaluación de conflictos y el planeamiento estratégico para resolverlos.  

Las reglas del pensamiento estratégico suelen enseñarse como:

a) Saber adónde se quiere llegar (objetivo).

b) Saber en qué punto de la realidad se está (situación actual y cuán distante la meta).

c) Saber el camino a seguir (punto estratégico: la propuesta deseada).

d) Saber autoevaluar y corregirse (flexibilidad, monitoreo, redefinición).


Además: dosis de realismo,  reflexión, síntesis y visión de conjunto. En el pensamiento estratégico influyen muchas decisiones pero hay tres que son determinantes:

1. No aferrarse a una acción tercamente.

2. Preocuparse más por las preguntas que por las respuestas. Si se pudo definir la pregunta, está libre la mitad del camino para la respuesta.

3. Identificar solo los factores decisivos, separándolos de lo aleatorio.

Se trata de ir aprendiendo en la práctica, ampliando horizontes para disciplinar la mente, y pensar en términos de logro y largo plazo. Un proverbio del Corán enseña: “Si no sabes adónde vas cualquier camino te conduce allí”.
Nuestro pueblo está en condiciones de saber adónde ir: es hacia el camino de la justicia, la prosperidad, verdad, bienestar y paz.


 
*Abogada. Presidenta del Instituto Argentino de Derechos Humanos.