En Cambiamos, Hernán Iglesias Illa narra desde adentro la campaña que llevó a Mauricio Macri a la Presidencia. No hay antecedentes de un libro así en la Argentina, pero pienso en una obra pionera como A Thousand Days, de Arthur Schlesinger (1965), donde el autor retrata la presidencia de Kennedy desde su puesto en la Casa Blanca. Schlesinger, un historiador de prestigio, tenía un cargo de asesor, pero Kennedy le encomendó explícitamente que fuera el cronista de su administración. Supongo que lo de Iglesias, un periodista con varios libros de no ficción publicados, fue más espontáneo, pero hace dos años decidió volver de Nueva York a Buenos Aires “a trabajar para que Macri sea presidente”, como lo comunicó en un tuit que en ese momento sonaba como una apuesta sin destino. Claro que Iglesias la ganó y ese es uno de los temas recurrentes del libro (el otro es el catering de cada día de campaña), que termina con una frase escrita el día de la victoria y suena a revancha maradoniana: “Hoy ganamos los boludos”.
Iglesias es hoy funcionario de la Jefatura de Gabinete, donde se ocupa de coordinar la gestión y la comunicación. Algo parecido a lo que hizo durante la campaña, en la que también trabajó a las órdenes de Marcos Peña cabalgando entre la fundación Pensar (el think tank del PRO) y el equipo de marketing electoral cuyo máximo referente fue Jaime Duran Barba. Se podría decir que Duran Barba y Peña son los héroes del libro, los que se quedan con la mejor parte del relato. Las apariciones del gurú ecuatoriano son siempre ocurrentes y medulares: Duran está en contra de que Macri ajuste, propone disolver la SIDE y echar a todos los espías, pide que no se hable demasiado de trabajo porque no todo el mundo quiere pasarse la vida trabajando y remata con un gran consejo para el debate final entre los candidatos: “Scioli es un mal tipo y lo que tenemos que dejar claro es eso”.
Lo de Peña es menos colorido, pero esencial a la hora de entender la lógica interna del PRO. Cambiamos se ocupa poco de Cambiemos y del armado político, cuyo responsable principal fue Emilio Monzó, un peronista cuya historia es bien diferentes a la de los jóvenes nucleados en torno a Peña. Pero estos consiguieron articular una campaña con mucho menos dinero y recursos que el oficialismo, por fuera de las líneas tradicionales y contra las predicciones de periodistas, empresarios, científicos sociales y demás custodios de la inmutabilidad del sistema político argentino. Y también, a veces, contra la voluntad del líder y fundador del PRO, a quien la organización reconduce marcándole sus errores. “Se le hizo ver...” escribe Iglesias, revelando que Macri no es quien inspira el libro sino una figura que lo atraviesa como un misterio que no se intenta develar. El primer plano lo ocupa esa mezcla de secta puritana, equipo de rugby, club de amigos, agencia de publicidad y coalición de talentos profesionales que constituye la nueva elite juvenil de la política argentina. Comparados con los coordinadores y sushis radicales, con La Tendencia y La Cámpora peronistas, que ocuparon ese lugar en otros momentos históricos, parecen más humildes y más aptos para la tarea.
Cambiamos es menos un testimonio del triunfo que un autorretrato de ese grupo y su funcionamiento