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FUTURO INCIERTO

Transiciones

El Gobierno debe dejar de tomar medidas que afecten el futuro de los ciudadanos.

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Tira y afloje. | Pablo Temes

El domingo 27 de octubre, Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner fueron consagrados como presidentes y vicepresidentes en la primera vuelta electoral.

Contrariamente a lo sucedido en las PASO, el Gobierno reconoció su derrota y convocó a Fernández para iniciar la transición política. Este concepto se ha utilizado tanto para señalar el proceso desde un régimen autoritario a uno democrático como al interior del democrático debido a la latente posibilidad de alternancia entre gobiernos de diferentes signos.

En estos casos, la transición instaura un paréntesis en el poder político en el sentido de que el gobierno saliente ha visto disminuido su capital político –sobre todo cuando el derrotado es el propio Presidente que buscaba su reelección– y el gobierno entrante aún no dispone de la investidura requerida para tomar decisiones.

Las perspectivas institucionalistas suelen atribuirle las dificultades en los procesos de transición a las escasas reglamentaciones, que fijan pautas en el plano de la gestión de gobierno. Los problemas suelen ser mayores cuando la alternancia se produce entre dos propuestas políticas antagónicas, ya que cuentan con menos canales informales de interacción. Una ley podría ayudar a ordenar experiencias futuras, sin embargo, no necesariamente podría anticipar todos los problemas que se presentan en una coyuntura como la que vivimos. Hoy no está en juego el sistema democrático, sino el recambio de autoridades y la definición de políticas públicas, que necesitan la voluntad política de los involucrados.

Considerando este plano institucional corresponden dos observaciones.

Primera observación. Una vez iniciada la transición, el Gobierno aún en ejercicio debe dejar de tomar decisiones que afecten el futuro de los ciudadanos, y más aún cuando profundizan el deterioro de sus condiciones de vida. En este momento, ocurre lo contrario: pese a que el Gobierno abrió la instancia de transición, desde el lunes autorizó el aumento de los servicios públicos, prepagas, alimentos y combustibles, que conllevan el agravamiento de la situación inflacionaria. En esta clave debe entenderse el pedido del gobernador electo Axel Kicillof a la gobernadora María Eugenia Vidal para que retrotrajera el aumento de las tarifas a ejecutarse en enero de 2020. Tal vez la excepción sea la decisión del Banco Central de imponer un cepo para la compra de moneda extranjera que permita preservar las reservas ya mermadas. Mostrar voluntad en la transición implica que el Gobierno no tome decisiones que profundicen la crisis, y más si favorecen a sectores o empresas aliadas.

Segunda observación. No alcanza con que el Presidente electo designe a un equipo autorizado para llevar adelante la transición, sino que debido al contexto inestable es necesaria la publicación de su gabinete, para contribuir a la certidumbre ciudadana. Desde junio, en el Frente de Todos vienen trabajando Equipos Técnicos para la definición y formulación de políticas públicas. Algunas de sus propuestas estuvieron en la plataforma electoral y ya han sido mencionadas por el candidato. Es decir –a diferencia de otros momentos históricos, como 2003 donde la asunción del Gobierno fue intempestiva– ésta vez hubo tiempo de elaborar lineamientos, políticas y decisiones con antelación. Difundirlas, anunciar funcionarios y decisiones sería un aliciente a la incertidumbre que supone cualquier transición y más en una como ésta caracterizada por la crisis económica y todo tipo de rumores que regulan las expectativas sobre los próximos meses.

Anunciar funcionarios y decisiones sería un aliciente a la incertidumbre que supone cualquier transición

Además de este plano institucional, hay otro de tipo simbólico donde también vemos transiciones. Me refiero a la foto que circuló el miércoles de Alberto Fernández y Brian Gallo, quien fue presidente de mesa el domingo y estigmatizado por electores y militantes de Cambiemos. Esa foto con el flamante Presidente tenía como propósito marcar un límite con la posición securitaria del actual gobierno orientada a la estigmatización y persecución de los sectores populares. El martes en Twitter, Alberto Fernández publicó: “El país que se viene va a dejar atrás los prejuicios y la discriminación. Todos somos Brian”.

Por la tarde se produjo otro acontecimiento de fuerte contenido simbólico: la recorrida del próximo Presidente junto a dirigentes del Frente de Todos por una fábrica textil en San Martín, que había cerrado en marzo de este año. En el acto, el empresario Teddy Karagozian, manifestó que en 2015 había optado por la fórmula Macri- Michetti, pero cambió su voto en 2019 dado que no compartía la prioridad por el sector financiero sobre el productivo que había perjudicado gravemente a su empresa. Dijo que había tomado la decisión de reinvertir en la fábrica luego de conocer el resultado electoral, ya que abría la esperanza de un nuevo ciclo.

Finalmente, hay una transición que aún no ha cobrado forma y sería precipitado empezar a hablar de un fin de ciclo. Cuando el Frente para la Victoria perdió el ballottage en 2015, muchos analistas y políticos se apresuraron en dar por enterrado el consenso posneoliberal construido en la larga década kirchnerista.

El gobierno de Cambiemos intentó reponer un nuevo consenso en torno al neoliberalismo, expresado en el cuestionamiento sistemático al Estado y el rol que debe ejercer sobre la sociedad como la difusión de las ideas en torno al emprendedurismo y la meritocracia. En esta tarea, su éxito puede medirse por los adeptos que adhirieron a su proyecto político-partidario, y su fracaso a la resistencia que generaron sus políticas y discursos.

El triunfo de Fernández no expresa necesariamente la superación de esa tensión, podríamos medir su éxito en la amplitud del frente político que construyó como su fracaso en el porcentaje electoral que votó en su contra. Hoy no hay un nuevo consenso, sino más bien una disputa en torno al posneoliberalismo. Esta transición tiene desafíos grandes porque se trata de una nueva forma societal, de cómo podemos vivir juntos.

Hay transiciones que duran 44 días y hay otras que recién empiezan.

 

* Investigadora Conicet/Citra. Profesora FCS/UBA.