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crisis y elecciones I

Triunfo de la racionalidad

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Alberto Fernández recordó que el ex ministro Dujovne tuvo un gesto de honestidad intelectual al reconocer que fue el primer ajuste de esta naturaleza en democracia sin que la gente reaccionara. Como bien señaló, la respuesta fue la pasividad social ¿Incomprensible? ¿Por qué no hubo reacción violenta de los más humildes frente a los aumentos desmedidos? ¿Acaso la pobreza no es extrema y fue por eso que no hubo saqueos ante la suba de los precios?

Macri, sin empeño ni creatividad alguna, profundizó la misma política de los K frente al desamparo. Más subsidios y planes apagaron cualquier intento de rebelión. Una economía creciente en negro sirvió para paliar la crisis y contener la explosión. Salvo unas voces mediáticas, los intelectuales y científicos no se subieron a un colectivo para repudiar el ajuste. Un deslucido rol del sindicalismo armando alguna pequeña revuelta y la bronca expresada en el Congreso defendiendo a los jubilados. Solo las organizaciones sociales crecieron en poder y representatividad, ganaron de a poco la calle que, a esta altura, ya está tomada y desierta de custodia. Seguramente intercedió la injerencia del Papa en aplacar los ánimos, sumado a la cercanía de las elecciones y a la posibilidad del retorno peronista. Las señales presagiaban el fracaso de una política económica que no tenía ni ton ni son. Pero mientras muchos bajaron la cabeza, la mayoría conservó el silencio de los muertos.

Crecieron el individualismo y la indiferencia, lo que permitió la ganancia de unos pocos. Así se llegó al 11 de agosto, cuando la sociedad se despabiló, despotricó y el Gobierno se enteró. Macri, quien fuera elegido con el mandato popular de acabar con el kirchnerismo, pareciera que termina devolviéndole el poder. Pero fueron votos, no gritos. Elección pacífica y no manifestación violenta.

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Entonces sucedió lo imprevisto, el brote espontáneo del 24 de agosto sacudió a Macri, alimentó la idea de una caravana popular y terminó en la marcha del millón. Una masa de “hombres y mujeres golpeados” también por el látigo del ajuste no dudó en salir a apoyar al Gobierno. Ni carentes ni partidarios ni prebendarios, solo la resistencia a revivir un pasado de mafias y corrupción, sin justicia. Si la libertad sigue reinando, puede ser el puntapié de una nueva historia.

Pero todo indica que viene la era Fernández. La teoría de Ernesto Laclau sobre el populismo bandera de una época donde el relato se comió a la realidad y la mentira a los derechos. “La presentación de interpelaciones popular-democráticas como complejo sintético-antagonista respecto a la ideología dominante”. Tan confusa es la frase como la realidad próxima inmediata. La lucha entre el bien y el mal, entendida como la puja del pobre contra el rico. Vuelve el peronismo más retrógrado y resentido, que enaltece la figura del pobre al que se debe mantener y al empresario próspero se lo debe castigar. Sintetiza el filósofo italiano Loris Zanatta: el peronismo es un movimiento de identidad católica y reacción antiliberal. No cabe duda de que el Papa reconcilió al peronismo que es, según Francisco, la parte sana y nacional del país y para el cual el pobre es el verdadero argentino.

Si Macri no logra darla vuelta, como se prevé, la victoria del 27 será la del peronismo de Evita, en el que los pobres pasan siempre primero al reino de los cielos. Se acentuará la preocupación por este sector, castigando al que ya tiene o le sobra, producto del trabajo o de la suerte. La gallina de los huevos de oro sufrirá un embate fuerte para presagiar su destino final, el desarraigo y la no inversión. Comenzará una dura batalla entre el peronismo pragmático que imagina aplicar Alberto, y el fundamentalismo de Cristina. Muchos auguran que el “choque” viene seguro a los seis meses de gobierno. Y que la crisis será la más aguda de la historia argentina. Como el caos termina disciplinando, finalmente triunfará la racionalidad...

*Socióloga y periodista.