—¿Qué pongo? –pregunto, con la vista en la pantalla de la computadora de mi escritorio.
Carla está sentada en uno de los sillones, leyendo los tuits de Alberto Fernández en su iPad.
—Yo trataría de poner algunos asuntos importantes que están pasando actualmente –responde Carla, sin sacar la vista de su tableta.
—No me estás siendo de gran ayuda –digo, mirándola con algo de bronca–. Te noto más confundida que Bolsonaro en una Marcha del Orgullo LGTBQ+ ¿Qué te parece que está pasando en el país?
—¡Me acaba de responder un tuit! –grita Carla, que no me presta atención.
—¿Quién?
—¿Quién va a ser? ¡Alberto! Dice que tengo mucho sentido del humor.
—¿Qué le mandaste?
—Un meme de los Simpson, con Prócer cantando “Sólo se trata de vivir”, de Litto Nebbia.
—¿Y al community manager le gustó?
—Ningún community manager –se enoja Carla–. Es Alberto en persona el que responde.
—Claro, y Macri escribe sus propios discursos, dale…
–Tampoco son taaaan sofisticados como para pensar que no los escribe él –dice Carla–. Aunque ahora, con la mudanza, no creo que tenga tiempo de nada.
—¿Vos no me escuchás cuando te hablo, no? –pregunto.
—Si Alberto me responde un twit, no. Bah, en general, no. ¿Qué decías?
—Te pregunté qué estaba pasando en el país.
—Nada –responde Carla.
—¿Otra vez le estás respondiendo a Alberto?
—No, ahora te estoy respondiendo a vos. Y mi respuesta es: no pasa nada.
—¿Cómo nada?
—No, nada. Estamos a la expectativa del anuncio del gabinete y de la asunción del nuevo gobierno. Más allá de eso, es todo especulación, rosca, operetas: quién va a ocupar algún ministerio, quién entregará la banda, si habrá más reuniones entre funcionarios entrantes y salientes...
—¿Y sobre qué voy a hacer mi columna?
—Está jodido. Estos días transcurren con la misma calma tensa que en una jornada electoral. Parece ese momento en que lo importante ya pasó o va a pasar en un tiempo. Y lo único que queda es esperar. Con mucha ansiedad, pero esperar.
—Pero Bolivia, Chile…
—Ah, bueno, pero vos me preguntaste qué pasaba en el país. En el mundo la cosa es bien distinta. Y eso nos afecta.
—En Bolivia metieron preso a Juan Grabois –digo.
—Sí, y a diferencia de lo que pasó acá, lo metieron preso sin senegaleses.
—¡No seas bestia!
—Tenés razón –admite Carla–. Mejor no pongas nada de los senegaleses. A ver si después te acusan de hacerle el juego a la derecha, como Rita Segato.
—¡No la nombres! ¡Golpista!
—¡ATR, guachín! –exclama Carla.
—¿Me estás cargando? –pregunto.
—Le estaba respondiendo a Alberto. Mirá el chiste que le mandé.
Carla me muestra la pantalla de su tablet. Se ve una placa en la que se lee lo siguiente:
“Primer acto: ‘Rita, apoyá a Macri’
Segundo acto: ‘Rita, sumate al gobierno de Macri’.
Tercer acto: ‘Rita, transformate en Macri’.
¿Cómo se llama la obra?
‘Rita, sé gato’.”
Carla se ríe y yo me quedo mirándola sin entender nada.
—Escuchame, ¿no te parece que tendría que escribir algo sobre Alperovich?
—Podés poner que estamos en un momento donde el peronismo está marcado por el rock nacional –dice Carla–. Que Alberto toca con Litto Nebbia y Alperovich con Los Violadores.
—¿Vos estás loca? –exclamo–. Llego a poner eso y me linchan más que a Alperovich.
—Y sí, en eso tenés razón. Al menos Alperovich puede hacer una denuncia en el Inadi diciendo que lo discriminan por judío y peronista. Y que quienes lo persiguen son gorilas y antisemitas. Es más, el término “feminazi” le vendría muy bien para justificarse.
—¡Carla, no seas bestia! ¡Estamos hablando de una denuncia de violación! Una denuncia de una sobrina a quien fuera el tipo con más poder en Tucumán. Gravísimo.
—Sí, ya lo sé, pero… ¡lo amooooo!
—¿A Alperovich?
—¡No, qué asco! A Alberto. ¡Me respondió! Me puso “me gusta” y retuiteó mi chiste. Dice que el humor es con todos.
—Por favor, ¿podés dejar el Twitter por un momento? Necesito que me des una mano con mi columna.
—Eso ni loca. Ponete a tuitear vos.
—Pero tengo que escribir…
—No te preocupes –concluye Carla–. Hasta el 10 de diciembre no va a pasar nada más importante en la política argentina que el Twitter de Alberto. Disfrutemos porque después empieza otra historia. Una historia donde se va a hacer un poco más difícil poner “me gusta”.