A ninguno de los liberales que se reunieron para sostener la lista de María Eugenia Vidal se le ocurrió aconsejarle al presidente Fernández que, en su visita a Glasgow, se diera una vuelta por la universidad que albergó las enseñanzas del escocés Adam Smith, alumno, profesor y decano de ese instituto, el padre de la economía moderna. Una pena: como se sabe, algunas visitas turísticas despiertan curiosidad, interés por lo que se desconoce, hasta inducen a abrir la cabeza.
No le hubiera venido mal esa sugerencia al mandatario argentino, al menos para advertir un contraste con su pensamiento estatista traducido en Feletti como agente policial de los precios, especialista en cerrojos. Por no citar a otros asesores/as de la Casa Rosada a quienes les gusta el juego de las esposas.
No haberle advertido a Fernández ha sido una falta imperdonable. Es como si alguien recorriera Friburgo y no revisara la universidad para introducirse en Martin Heidegger, en su célebre Ateneo, y se perdiera a un filósofo superior.
Poco generoso el grupo que participó del cenáculo liberal en un club de barrio, convocatoria para sostener la estrategia porteña de Horacio Rodríguez Larreta contra el fulminante avance electoral de Javier Milei. Hoy, como se sabe, al jefe capitalino le conviene más que salga segundo el mixturado radical-peronista Leandro Santoro y no el fenómeno exótico del libertario.
Fantasías de complot. Claro que Milei, además de su ascenso en encuestas, se granjeó una enemistad poco superable con el alcalde capitalino: su individualismo exitoso ahora se afina con Mauricio Macri y Patricia Bullrich, encuentros bajo sospecha, fantasías de complot, para un jefe de Gobierno ya convertido en postulante presidencial. Además, como Milei resulta exagerado para el común de las lides políticas, abundó en agravios contra Larreta, tratándolo de “zurdo de mierda” o “gusano asqueroso”, como si alguna de estas miniaturas fueran agradables antes de volverse mariposas. Tan lastimado Milei por los golpes bajos preelectorales que podría reconocerse en aquella frase de Lugones: un hombre sensible ingresa herido a la vida.
Pero la enemistad debe buscarse en planos menos románticos: la captura de votos entre cada bando y, en particular, la diferencia que los separa en materia ideológica. Este último punto estalló en los últimos quince días y compromete incluso la coherencia de los liberales. Para la mayoría de los presentes en la Asociación Española –algunos rescatados del closet, en formol, esperando la extinción de la especie, confiando en algún mensaje internacional tipo Mario Vargas Llosa–, hay una fortuna protectora: asistió Ricardo López Murphy, quien absorbe los rayos y les evita mirarse en el espejo ante cualquier contradicción. Justificó el economista su presencia: cree que debe integrarse una coalición, como Juntos, para oponerse y ganarle al cristinismo. Entiende más conveniente ese camino que la expresión solitaria, aislada, sin consistencia física, que puede ejercer Milei. Diferentes métodos para alcanzar el cinturón en la máxima categoría.
Además, López Murphy apoya los pies en ambos lados del bloque: hombre de pensamiento liberal, puede navegar con los radicales, su origen, finalmente también se llama Hipólito, aunque debe gustarle más Alvear, militó en Franja Morada, fue ministro de De la Rúa. Dudoso, por otra parte, que un hombre formado en Chicago como él termine insultándose con Milei. Y viceversa. No necesitan ir a Glasgow para repasar a Smith.
Además, por esa coincidencia económica, pondrá en reserva últimas expresiones de Rodríguez Larreta, cuando por ejemplo se pronunció a favor de una imposición a la vivienda ociosa. ¿Acaso no había un compromiso para prometer que no habría aumento futuro de impuestos?. ¿Se mareó el jefe de Gobierno con esa declaración? Difícil de tragar, también para los adictos de hoy, ya que más de uno se habrá molestado por esa restrictiva incursión estatal sobre la propiedad privada.
Pero lo del alcalde no ha sido un accidente ni una tarde con la cabeza embotada: también despertó inquietud otra anterior apreciación sobre la doble indemnización laboral y, mucho más, su opinión en torno a los monopolios, cercana a la imaginación gelbardiana de la inflación cero y a la ingenuidad de que la economía es estática y no dinámica.
En problemas. Quizá le ocurren estos percances por falta de equipos asistentes, ya que en materia discursiva se maneja en forma personal y, apenas, se ayuda con un consejero (Federico Di Benedetto), que lo acompaña desde hace años por no contradecirlo demasiado y su aporte –hizo carrera de comunicación en Inglaterra– se remite a los focus groups y a la contratación de encuestas. Más de eso, Horacio no permite; se advierte en todo su gabinete, más bien uniforme, en el que uno solo se distanció del anonimato. Fue el ministro Quirós, y por la terrible crisis de salud.
Más que ayudar a Vidal, el acto de algunos liberales –más incómodos con el estrellato de Milei, también con sus insolencias, que en la solidaridad con el gobierno porteño– contribuye al proyecto Larreta 2023. Se trata de sumar retazos, impedir que se le escape alguna correntada y, como se sabe, para su aspiración presidencial requiere del mantenimiento del triunfo en la Capital con un candidato propio. O convenido. No puede correr riesgos.
En ese sentido, Milei se ha constituido en un peligro (algunos dicen, en broma, que no solo políticamente): es que si crece el libertario como segunda fuerza en un distrito donde es imprescindible obtener el 50% de los votos para vencer, surge una complejidad que hasta ahora nunca produjo el cristi-kirchnerismo. Parece imposible la aventura de un solo hombre, aunque ya llueven los amigos del campeón, que cita a Rothbard, Misses, Hayek, para votantes que jamás los leyeron. Y sin embargo lo votan.