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Una colaboradora decisiva

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Fanny Osbourne. | Cedoc Perfil
Fanny Van de Grift, también conocida como Fanny Osbourne y como Fanny Stevenson, fue la esposa de Robert Louis Stevenson. Había nacido en Indianápolis en 1840, y a los 17 años se casó con Samuel Osbourne, con quien tuvo tres hijos, Isobel, Samuel Lloyd y Hervey. Cansada de que Samuel hiciera oídos sordos a sus amenazas y siguiera frecuentando prostitutas, Fanny se mudó a Europa con los tres niños, primero a Amberes y luego a París, donde conoció a Stevenson. Robert y Fanny contrajeron matrimonio en 1880 en San Francisco, y ese mismo año se mudaron a Gran Bretaña. Stevenson sufría desde niño de problemas respiratorios, por lo que decidieron trasladarse primero a las montañas de Adirondack, en el estado de Nueva York, y en 1888 a San Francisco para dirigirse desde allí a Samoa, donde Stevenson moriría en 1894.

Gran parte de la obra de Stevenson fue escrita mientras compartía su vida con Fanny. Si hubiese sido por Fanny, El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde nunca hubiera visto la luz. Fanny Stevenson estaba tan desilusionada con el texto que su marido había escrito en sólo tres días, entre los ataques hemorrágicos debidos a la tuberculosis y los delirios producidos por la cocaína con la que se curaba, que literalmente arrojó el manuscrito al fuego. Stevenson tuvo entonces que empezar de nuevo, dolorido y alucinado, y reescribió la obra en otros tres días (Stevenson escribía a una velocidad asombrosa: diez mil palabras por día, cuando Stephen King, uno de los más prolíficos de los autores modernos, sólo escribe mil.) Esta vez Fanny lo consideró “un cuaderno lleno de estupideces”, pero Stevenson puso el texto a buen recaudo y se lo envió a su editor.

Al igual que en el caso de Vera Nabokov, es de suponer que también toda la obra de Stevenson pasó siempre bajo la atenta mirada de Fanny antes de que fuera enviada al editor. Vera y Vladimir Nabokov iban y venían en condición de pareja. La inmensa mayoría de las personas nunca la vio a ella sin estar en compañía de él. No sólo eran inseparables, sino que también se fundían sus frases, tanto por escrito como oralmente. Compartían la misma agenda personal. La caligrafía de una invadía los cuadernos del otro. Muchos creen que vivieron una de las más grandes historias de amor jamás vividas. En octubre de 1969 un periodista le formuló a Vladimir Nabokov la siguiente pregunta: “¿Podría usted decirme en qué medida ha sido su esposa una colaboradora decisiva en su obra?”. La respuesta de Nabokov, contra la proliferación de palabras huecas a la que los escritores son tan proclives a la hora de halagar a sus maestros y a aquellos con quienes mantienen una deuda de amor, no pudo ser más concisa: “No –respondió el escritor–, no creo que pudiera”.

Una frase similar en boca de Stevenson no habría sido disparatada. Desconocemos los juicios críticos de Fanny en torno a otras obras del escritor escocés, tal vez la solución del fuego se aplicó a otros textos. No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde no había pasado la prueba –pero nunca sabremos qué hubiera sido de esa obra si Fanny hubiese reincidido lanzando también la segunda versión a la hoguera.

Después de la muerte de Stevenson, Fanny volvió a California para comenzar una nueva vida. Allí trabó amistad con un joven periodista, Edward Salisbury Field, que más tarde se casó con Isobel, la hija de Fanny. El 17 de febrero de 1914 Fanny murió de infarto cerebral. Debería quedar establecida esa fecha para conmemorar el día del crítico
literario.