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Cuarentena

Una medida de alta política

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Estamos todos sumergidos en el dilema terrible del coronavirus. Sea en nuestras casas, sea saliendo con innumerables precauciones, sea en tareas en la calle o en un negocio que implica riesgos desconocidos. Este es el árbol, veamos un poco el bosque.

El presidente de la República dispuso tempranamente una cuarentena general que, según ha detallado el periodismo y según él mismo ha explicado, dio resultado positivo. No es que hayamos vencido el virus ni mucho menos, pero sí es que hemos ganado un poco de tiempo, lo que posibilita una mejor organización para la etapa que viene.

Quedó claro que ante un virus de expansión universal, no hubo una respuesta global eficaz. Cada país fue actuando como entendió mejor o como pudo. En comparación, la Argentina actuó más rápido que los países europeos en su conjunto y que los Estados Unidos. Dentro de la cultura occidental, la respuesta argentina fue, hasta ahora, la mejor. Pero como no tenemos los recursos económicos que tienen Estados Unidos o la Unión Europea, ni los recursos sanitarios de la Unión Europea, habrá que ver cómo enfrentamos la próxima etapa, en la que hacen falta desde barbijos hasta médicos y médicas, enfermeros y enfermeras, uniformes de protección, camas hospitalarias simples y de terapia intensiva y respiradores artificiales. Estamos en etapa de preparación, cuando el aparato del Estado está extremadamente corrupto –como se vio en la reciente compra de alimentos realizada por el Ministerio de Desarrollo Social–, y cuando aparecen también fallas organizativas graves, como el llamado a los jubilados a cobrar el pasado viernes 3 de abril, en que hubo una multitudinaria concentración de personas. Es lo desparejo del país, con lo muy bueno y lo muy malo, y lo muy malo se deriva de la corrupción y de la improvisación.

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El Presidente no les ha pedido la renuncia ni al ministro ni al presidente de la Anses, lo cual dada la extrema gravedad de ambas situaciones se hace incomprensible.

Y debemos también señalar las dificultades que para la enorme proporción de población marginada del país significa el hecho de una cuarentena que puede traer consecuencias negativas por la imposibilidad de generar el aislamiento recomendado.

Afirmado este panorama de lo cercano e inmediato, veamos la importancia de aquel acierto gubernativo del Presidente al decidir la cuarentena. Los comentaristas han destacado lo superficial, el hecho de que le otorga un real rol de jefatura y que aumenta su prestigio.

Pero lo principal es que coloca a la población argentina en un plano superior frente al virus, la dignifica puesto que la protege y la ampara. El Presidente obró sin duda asesorado por científicos de nivel pero tomó una decisión política, y no una medida técnica. Una medida de alta política digna de los mejores momentos de la historia política argentina, como por ejemplo la de Juan Manuel de Rosas al vacunar a los indios pampa contra la viruela, una peste que los diezmaba. Jorge Sulé ha demostrado en su libro Rosas y sus relaciones con los indios que, al ingresar a una toldería, el virus mataba al 80 por ciento de sus integrantes, puesto que carecían de defensas biológicas heredadas, como tenían los de origen europeo. Salvó a una parte de la población del país esencial por constituir el origen de la nación.

Hemos visto que no hay salidas universales frente al mal del virus y que hubo que arreglarse con lo que aquí teníamos. La solución está siendo la solución nacional, la que podemos hacer en casa. Sin desvincularnos ni de la América Latina que integramos ni de la cultura occidental a la que pertenecemos. Pero sin delirios globalizantes, porque lo que sirve para que circule el capital también hizo circular el virus, y la solución hay que buscarla en lo que la Nación puede hacer, basándose en la unidad de sus habitantes, como corresponde a una comunidad organizada.

 

*Poeta y crítico literario. Su último libro es Empujando la Historia. Poemas. Imprenta Ideal.