Tediosa, interminable. La impronta que el calendario electoral imprimió de agosto a diciembre ralentizó euforias y aplacó impaciencias. Fue un tiempo político en suspenso, un impasse vital en el que la etapa por venir apenas asomó en una transición que discurrió entre cornisas.
La “prudencia” ha sido una virtud ejercitada –básicamente– por el próximo gobierno. Alberto Fernández sabe que no habrá tiempo de “aprendizajes”, de “disculpas”, ni lunas de miel, ensayos, tolerancia. Con un gabinete al que aún le faltan casilleros y con una comunicación de políticas dadas a conocer en trazo grueso, los grandes medios ensayan la “oposición desde la suposición”, a falta de hechos.
Los poderes históricos que representan la Argentina para “pocos” que requiere del sacrificio de “muchos” se muestra abroquelada nuevamente. Teme a la masiva expresión de ciudadanía que el próximo 10 replicará esperanza. Las ansias de esa mayoría que eligió encender las urnas y pacificar las calles, que se ve golpeada individualmente pero fortalecida en sus identidades colectivas, parece intolerante a nuevas decepciones. Es consciente de que las urgencias se imponen, de que la herencia obligará a verdaderos malabares, de que el éxito del gobierno de Alberto depende de acuerdos y consensos, de que no espera “milagros” celestiales sino señales terrenales de un proyecto de país productivo, inclusivo, distinto.
Pese al desastre visible y palpable que subsumió a la amplia mayoría, Macri ha tratado de aprovechar su limbo transicional para tratar de reescribir su “historia”. No se trataría de errores sino de incomprensiones. Como todo “adelantado” a su época, su legado no es en presente sino en futuro. Las semillas del “éxito” están sembradas, su crecimiento depende de la capacidad o torpeza del próximo presidente argentino. El discurso, esquelético en lo conceptual y rayano al infantilismo, es parte de un accionar que, a días de irse, relanzó su campaña. Con la inconsistencia y liviandad con las que siempre asumió su investidura, Mauricio gasta sus días entre visitas a Lanata o cenas de despedida en Olivos con una farándula que le hace más ameno el trance.
Hace tiempo que dejó de ocuparse de una gestión en la que debió ser presidente y ejerció como accionista. Su preocupación es poner a resguardo negocios e intereses de familiares, socios, amigos, militantes. Junto a Marcos Peña, firman afiebradamente decretos, intentando perpetuarse a través de funcionarios de rango. Es la “grasa militante” de elite que despreciaba la función pública en el discurso mientras exprimía sus arcas.
Hoy Macri parece dedicado a reinventarse, a tratar de modificar el relato del relato. El gobierno al que desalojaron las urnas y le reclama la calle es irresponsable en la acción y negador de sus implicancias.
En estos días de incertidumbre parece haber recompuesto con parte de un poder tentado a abandonarlo. Si todo indicaba que saldría a hurtadillas de su propio país, en el que suele ejercer de “turista”, hoy parece moverse a sus “anchas”. Probablemente crea –a fuerza de repetirlo– que lo peor ya pasó y que en la despedida se hayan limado asperezas con un círculo rojo que lo sigue necesitando. Poco importa cuánto los haya decepcionado. La experiencia de una América Latina en llamas por una puja redistributiva que cuestiona los altos niveles de concentración y la escasa voluntad en el reparto ha elevado sus acciones. Seguir cuestionándolo no es recomendable en momentos en que no solo se cuestiona a gobernantes, sino fundamentalmente un modelo neoliberal que ha puesto a la región en jaque.
El “vamos a volver” se canta con poca convicción puertas adentro. Cambiemos como coalición y el PRO como su fuerza núcleo enfrentarán facturas, rencores, heridos, disputas palaciegas sin el glamour de “palacio”. También ex funcionarios desfilando por un Comodoro Py menos complaciente. ¿Cómo reaccionará esta coalición motivada menos por el amor que por la codicia? Así son las derrotas. El 10 de diciembre el binomio Fernández empezará a escribir una nueva historia. La esperanza se palpa en las calles.
*Politóloga. Experta en Medios, Contenidos y Comunicación.