En una sala abarrotada de personas y de calidades, se presentó Esta no soy yo, la biografía de Aurora Venturini escrita por Liliana Viola. Participaron de la presentación Alejandra Flechner y Susana Pampín, en los roles de Fulvia y Flavia, dos personajes casi idénticos (o tal vez un mismo personaje geminado), como salidos de las ficciones de Venturini.
Lo que se festejaba era no tanto la vida de Aurora (1922-2015) sino el libro de Liliana. Es más, yo subrayaría: la invención de Liliana.
Esta no soy yo, con sus juegos de pronombres, sus idas y vueltas en el tiempo, sus conjeturas y su pasaje permanente de la ficción a las vivencias, es un libro decisivo para entender la extraordinaria operación de Liliana Viola, con muy poquísimos antecedentes en la literatura argentina.
La historia es conocida: a sus 85 años, Aurora Venturini ganó el premio Nueva Novela, que Liliana Viola coordinaba para Página/12. Eso, en 2007, con Las primas. Ocho años después, la autora había muerto y había nombrado a Liliana su heredera y albacea universal. Desde entonces, los libros de Venturini (siete títulos en la colección Tusquets) fueron traducidos a varias lenguas, las ediciones se agotan, circulan por el mundo.
Esta no soy yo comienza con la decisión del jurado. Insidiosa, Liliana subraya: “En esa mesa de caballeros se está decidiendo si esa mujer va a morirse sin que nadie la haya leído o si vivirá los ocho años que le quedan reconocida como el gran hallazgo de la literatura argentina”.
Es muy fácil imaginar la culpa machirula como herramienta de presión. Ese fue, tal vez, el primer golpe de Liliana Viola, el decisivo. Es fácil imaginar el resto, un poco porque el libro lo cuenta y otro poco porque sabemos lo que sucedió. Las primas es un éxito, la autora firma contrato con Mondadori, donde saca algunos libros. Luego Liliana Viola transfiere todo el paquete a Tusquets, cuyo clasicismo conviene a los libros de Aurora.
Ahora bien: Venturini tenía una carrera entera (mediocre, pero cumplida), varios libros publicados, muchos premios, una vida. No había pasado nada. Hasta que Liliana Viola toma entre sus manos esa herencia y la hace pasar por el tamiz de su propia inteligencia, Venturini no había existido. Ahora es la amiga de Sartre, de Simone de Beauvoir, de Evita, de Quasimodo. La escritora que todos quieren leer, la mujer cuya vida (mejoradísima) Liliana Viola nos entrega para que el mito siga creciendo. Escribir un libro es algo que puede hacer cualquiera. Inventar a un autor, casi nadie.