Cómo me divertí, azorada, con Esta no soy yo, la biografía de Aurora Venturini, escrita por Liliana Viola. Ya el título es punto de partida de lo inasible. La existencia se forja como un relato imperfecto. Una biografía podría ser el relato de esa imperfección. Viola habilita pasadizos, puertas que se abren y dan a lugares inventados, confesiones veloces, indómitas. Testimonios de personas cercanas, citas de críticos, entrevistadores. La voz de la propia Aurora, tan próxima al oído de la autora, en complicidad improvisada, única.
La primera frase induce una forma de ingresar a la vida y a la literatura, “Pie izquierdo sobre el estribo”. Aurora montando en su caballo, al que llamará Macondo.
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Los relatos se cruzan, sin llegar a certezas, disfrutando de los cabos sueltos. Así se cuenta una vida, sin seguridades, incluyendo las mentiras, o al menos el esfuerzo que los biografiados hacen para que no se noten las incongruencias, los baches. Las reglas del secreto forman parte del género. Construir una existencia no requiere de testigos.
Así, una circunstancia: “La periodista presiona para conseguir una versión definitiva y la entrevistada resiste inventado más.” Viola parece escribir con el lápiz de labia de Venturini. Juntas trazan el dibujo de una vida de novela, de cuentos, que por suerte se convirtió en novelas y cuentos. En la tan leída Las primas, Nosotros, los Caserta o El marido de mi madrastra. Si tuviera más espacio… Dejo esta tentación de lectura de una biografía que no sólo da cuenta de una escritora díscola, inolvidable, también de la historia de nuestro país, las dictaduras, el exilio, Francia, La Plata y la fuerza de las palabras. Último regocijo: el final es una sorpresa, equipara la investigación biográfica a una pesquisa policial, agridulce, genial.
