Al fin parece haber llegado el momento de las definiciones, del todo o nada, la instancia en la que surgirá al fin el nombre del vencedor: esta semana la Legislatura cordobesa deberá elegir quién desempeñará la presidencia provisoria. Durante un mes, estuvimos distraídos con cuestiones como recomendarle Adermicina para el tobillo hinchado a Messi, armar un sticker con el gestito del Topo Gigio de Otamendi o averiguar en Google Maps dónde queda Calchín. Hoy, tras la final, los ciudadanos volverán a sus preocupaciones habituales y los intendentes tomarán conciencia de que no se votó la ‘re-re’, así que solo les quedará el recurso extremo de pedírsela a Papá Noel o a Los Reyes Magos.
Aunque El Panal está en el mismo predio del recinto legislativo, el gobernador Juan Schiaretti se encontraba muy distante de allí, porque había viajado a Buenos Aires para entrevistarse con Facundo Manes. La frecuencia con que se reúnen ambos dirigentes hace que muchos sospechen de que están tramando una sociedad política, en tanto otros intuyen que el mandatario cordobés habría requerido los servicios del neurocientífico para desarrollar poderes mentales como la telequinesis, la levitación y la telepatía, que lo ayudarían a impresionar al electorado del conurbano y convencerlo de que lo vote si se presenta como candidato a presidente.
Ahora que Cristina Fernández salió a decir que no se postulará en 2023, las precandidaturas peronistas brotan como las aguas danzantes del Buen Pastor y es tal la necesidad de presidenciables que hasta el propio Alberto Fernández habría dicho a sus asesores: “¿Por qué no yo?”.
Antes de que su círculo íntimo le enumerase una infinidad de razones para no hacerlo, él salió a declarar que no está pensando en ser reelecto, sino en “cómo resolver los problemas” del país, para lo cual podría llegar a necesitar no uno, sino al menos 20 periodos consecutivos más. De una gran ayuda le sería que Argentina le gane a Francia, con lo cual quizás al menos disminuya la cantidad de ‘patriotas’ que se animen a tildar de “país de mierda” a este que les brinda tanta alegría deportiva.
Por su parte, el ministro de Economía, Sergio Massa, también ha declarado que no estará entre los postulantes, pero tal vez pueda obtener un lugar en la jineteada de Jesús María, después de haber amansado la inflación, que corcoveaba como un potro salvaje. Desde la oposición le adjudican la baja a factores estacionales, argumentos parecidos a los de los verduleros cuando explican que “la papa está cara porque cuesta sacarla por la lluvia” o que “la pera está dura porque la cosechan verde”.
Quienes llevamos toda una vida de soportar aumentos, sabemos que el índice de diciembre será la prueba de fuego para la actual gestión, porque en las fiestas de fin de año los precios suelen irse para arriba y explotar como si fueran bengalas.
Otro que está esperando que termine el Mundial es Luis Juez, pero no tanto para festejar sino para que Mauricio Macri regrese de Qatar y rinda cuentas sobre su reunión con Martín Llaryora, que al titular del Frente Cívico le cayó como lomito de mollejas a un militante vegano. “Voy a salir públicamente a bancar al Pelado”, le habría dicho Juez a sus allegados en alusión a su alineamiento con Horacio Rodríguez Larreta, aunque algunos de la rama juvenil de su partido interpretaron que estaba manifestando su apoyo a Alfa, el veterano participante de Gran Hermano.
“Mauricio se sacó fotos con Ronaldo, con Gianni Infantino y hasta con David Beckham, mirá si le va a preocupar que le recriminen haber recibido a Llaryora”, me anticipó en una videollamada desde Doha un asesor del expresidente, mientras regateaba con un comerciante qatarí por la cotización de una pata de conejo.
Con el retorno de Macri, comenzarían a acelerarse los tiempos en la alianza opositora, que en Córdoba habría establecido al fin un principio de acuerdo para dirimir la fórmula: primero encuestas, después internas y… si con eso tampoco se resuelve el asunto, la posibilidad de una fractura expuesta con tarjeta roja incluida. Más allá de ciertas coincidencias, los dos siguen mirándose con recelo: sabido es que a Juez le gusta cambiar de camisa para no pasar por mugriento y que Rodrigo de Loredo no va a dudar si tiene que tirarse a la pileta.
(*) Sommelier de la política