El teatro tiene la función atemporal de socialización de las relaciones humanas. Nació en Atenas, Grecia, en los siglos V y VI a.c. Los atenienses celebraban a Dionisio (dios del vino): estas primitivas ceremonias rituales evolucionaron hacia el teatro, que nació como “arte dramático” y de rituales religiosos (komos). A través de la “mímesis”, se añadió la palabra, surgiendo la tragedia. El público pasó de participar en el rito a ser un observador de la obra, la cual tenía un componente educativo, de transmisión de valores y de purgación de los sentimientos (catarsis).
Más adelante surgió la comedia, con un primer componente de sátira y crítica política y social, derivando en temas costumbristas y personajes arquetípicos. El teatro romano recibió la influencia del griego, aunque originalmente derivó de espectáculos etruscos, donde convivían el arte escénico con la música y la danza.
En la Edad Media el escenario principal fue la calle. Entonces, el teatro presentó tres tipologías: “litúrgico” (temas religiosos dentro de la Iglesia), “religioso” (misterios y pasiones) y “profano” (no religioso).
El teatro moderno pasó del teo al antropocentrismo. Brilló, en este período, William Shakespeare, gran genio universal de las letras. El dramaturgo, poeta y actor inglés (1564- 1616) fue definido por Borges: “El menos inglés de los poetas de Inglaterra, casi un extranjero. Inglaterra es la patria del understatement (atenuación), de la reticencia bien educada. Shekespeare, cautivó con la hipérbole y un exceso arrollador”.
Entre las obras más largas y aclamadas del “Bardo” se encuentra “The Tragedy of Hamlet, Prince of Denmark”, o simplemente Hamlet. Es una tragedia de venganza. El espíritu del Rey padre pide al joven príncipe de Dinamarca que vengue el asesinato que su propio hermano perpetró contra él. Sin embargo, en la obra, no destaca la realización de la venganza, sino el conflicto interno del héroe: “Ser o no ser” (Acto Tercero), es una de las líneas más celebres de la literatura universal y sintetiza la duda existencial.
“Algo huele a podrido en Dinamarca»” es otra de las frases más famosas de la producción de Shakespeare. Aunque fue pronunciada por Marcelo y no por Hamlet, ilustra la decadencia moral del Reino de Dinamarca que Shakespeare quería trasmitir. De hecho, la frase original dice textualmente “algo huele a podrido en el estado de Dinamarca”: en la vida política se usa la cita para significar que las cosas que no marchan bien en un país, por causa de la corrupción.
Cinco siglos después, en 2010, Dinamarca fue reconocida como el país menos corrupto del mundo: la duda de Hamlet se resolvió a favor de la decencia. La corrupción en Argentina comenzó con la colonización y la práctica del contrabando por los altos funcionarios, que hizo del incumplimiento de la ley una costumbre generalizada. La ONG Transparencia Internacional publica un Índice de percepción de corrupción (IPC). La encuesta mide la sensación de corrupción, justamente. Según este índice, en 2012, Argentina quedó en el puesto 102 entre 174 países en el ranking. Para los que vivimos en el país, la percepción luce benévola. La duda existencial de “ser o no ser honesto” se zanjó desde el principio: todos somos ladrones. La sensación es que la fina ironía ficcional del cuento “La oveja negra” de Calvino, es real en Argentina: el que no roba se muere de hambre.
Gestor de patrimonios financieros y Contador Público
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