Perfil
CóRDOBA
AUSTRIA CON MENOS DEL 70% VACUNADO

Antivacunas: ¡Boooh!

Austria
. | Cedoc Perfil

El último sábado pasó por la puerta de mi casa una manifestación de 35 mil personas. Parecían el doble porque hacían mucho ruido y porque las calles del casco antiguo de la ciudad de Graz son angostas. Sin mascarillas y con algunos carteles de argumentos escalofriantes marcharon los ‘antivacunas’, un conglomerado amorfo de ciudadanos cuya voz cantante la ha tomado la extrema derecha, la oposición al gobierno.

Yo los miré desde la ventana de mi confinamiento. Hace 10 días (y nos quedan 10 más) que, ante la ola de contagios y el desborde del sistema sanitario, Austria llamó al cuarto lockdown desde que comenzó la pandemia. A esos que pasaban por la puerta de mi casa –entre los que divisé a algunos amigos y conocidos que quiero y respeto y que seguro que no son unos nazis– les cargan la pesada mochila de ser los principales responsables de esta feroz cuarta ola de Covid. Austria ostenta la tasa más alta de contagios de Europa y el 80% de los pacientes en las terapias intensivas son no vacunados.

En una lectura lineal: los no vacunados son responsables de las crisis económica y sanitaria austriacas. También en una lectura lineal: la generosa campaña para acabar con el Covid (vacunas, test gratis, terceras dosis, refuerzos del sistema sanitario, subsidios generosos a empresas y desocupados afectados por los confinamientos, etc. etc. etc.) no ha sido un éxito. Más del 30% de la población austriaca (incluidos los niños que recién ahora pueden vacunarse) no pusieron el brazo por lo que entramos a la cuarta ola con menos del 70% de la población vacunada. El objetivo era alcanzar entre el 85% y el 90% para que el sistema sanitario pueda seguir respondiendo con la calidad a la que los austriacos están acostumbrados.

Los antivacunas, insolentes y ruidosos, pasan por la puerta de mi casa, se sientan en la oficina donde yo trabajo, sus hijos juegan con mis nietas en el patio de la escuela y seguramente estaban entre los que fueron a ver ‘Epicentro’, el documental sobre Cuba que estrenaron cuando para sentarte en una sala de cine alcanzaba con un test negativo.

Paulatina y aceleradamente se ha ido impidiendo que la ‘casta’ de los no vacunados siga participando de la vida social austriaca. Hasta antes del comienzo de la cuarta ola –salvo para entrar y salir del país donde a nivel europeo la vacuna es un requisito– con presentar un test negativo podían ir al teatro o cenar en un restaurante. Pero ahora se ha anunciado que los no vacunados seguirán confinados cuando acabe este lockdown general y que en febrero la vacuna será obligatoria para todos los mayores de 14 años. Dos medidas extremas que ningún otro país europeo ha tomado, aunque en algunos ya se están considerando.

Menudo alboroto. En este momento, mientras escribo –y hoy es miércoles– están de nuevo en la calle principal, frente a la legislatura. Hace frío y las ventanas están cerradas, pero escucho el redoblar de los tambores y los gritos: NO a la vacuna obligatoria. NO al confinamiento

¿Y quiénes son los antivacunas en Austria?

No son un grupo homogéneo. Por esas jugarretas de la historia están saliendo todos juntos en la misma foto: antivacunas de la primera hora (ciudadanos que normalmente no se vacunan porque creen que las vacunas son más riesgo que beneficio), los anti-Covid vacuna (argumentan que no ha sido suficientemente probada y por lo tanto es insegura), los anticonspiración (creyentes de alguna teoría de la amplia paleta: seudocientíficas, políticas, económicas, esotéricas), los que aceptan el encierro pero están en contra de la vacunación obligatoria, los liberales (que están en contra de todo lo que cercene sus derechos individuales) y, finalmente, pero en el primer plano de la foto, los nacionalistas.

El FPÖ –el partido nacionalista que acoge a los neonazis en su seno– se ha ido apoderando del discurso antivacuna en Austria. “Wir sind das Volk” (nosotros somos el pueblo) gritan y flamean banderas y carteles pidiéndole al gobierno que, en vez de encerrar al pueblo, cierre las fronteras de Austria a los inmigrantes y refugiados, que en vez de controlar al pueblo controlen a los que golpean la puerta en la frontera. Una exigencia que no es inoportuna ya que en medio de la pandemia y de las hostilidades del invierno europeo, deambulan o esperan eternamente en campos de refugiados miles de personas. Está claro que ellos no son ‘el pueblo’.

Mientras el clima político y social se enrarece, los contagios no amainan. Los hospitales están llenos y mueren un promedio de 60 personas por día (recordemos que la población de Austria no llega a nueve millones). La coalición de gobierno ya está pagando los costos de los volantazos estratégicos para escapar de la pandemia: lockdown en navidades plus y vacunación obligatoria.