Me habían pedido consejos desde Río Cuarto para posicionar al intendente Juan Manuel Llamosas, que irá por la reelección en los comicios del próximo 29 de marzo. Y yo les sugerí que tuvieran en cuenta las nuevas tendencias: que usaran a pleno las redes sociales, que grabaran un jingle con un trapero y que el candidato se sometiera a un corte de pelo al estilo de algún jugador de la Champions.
Pero, sobre todo, les recomendé que apelaran al último grito de la moda: conseguir que lo reciba el ministro del Interior Wado de Pedro. Me hicieron caso y luego me dieron la razón, porque la foto de los dos circuló como si hubiese sido un posteo de Jimena Barón en Instagram.
Por supuesto, cuando solicitó inversiones de la Nación para la realización de obras en el municipio, Llamosas obtuvo como respuesta la “voluntad de unidad en la construcción de una agenda común”,lo que no estaría calificando como un “no”, pero tampoco como un “sí”. En realidad, pertenece al catálogo de frases del tipo “estamos trabajando en eso”, “pronto tendrá noticias” o “lo tenemos en estudio”, que el ministro va variando de acuerdo con el interlocutor, para que después no lo critiquen porque les dice lo mismo a todos.
Si al gobernador Juan Schiaretti le había prometido “seguir afianzando el vínculo y la articulación entre Nación y Córdoba”, hubiese sido demasiado obvio que a Llamosas le propusiera “seguir afianzando el vínculo y la articulación entre Nación y Río Cuarto”.
El que quizás esté necesitando una reunión con Wado de Pedro (o, tal vez, mejor con Las Chicas Superpoderosas o el Chapulín Colorado) es el titular del Palacio 6 de Julio, Martín Llaryora, al que esta semana le aplicaron la ya clásica llave “doble” que sufrieron las anteriores administraciones: UTA asfixia con un paro de transporte y los empresarios pujan con una solicitud de más subsidios.
Tras esta simpática bienvenida, al intendente lo esperan ahora la tradicional pirotecnia de los municipales y la exótica acumulación de bolsas de residuos en las calles por medidas de fuerza de los recolectores.
Ante esta perspectiva, no resulta muy tranquilizante la información provista por la comunidad científica internacional, que ha actualizado el “reloj del fin del mundo” y asegura que estamos a tan solo 100 segundos del apocalipsis, lo que me hace pensar que tal vez no tenga sentido escribir este artículo porque nadie llegará a leerlo.
El jueves pasado, sin colectivos y con calor, cortes de luz y mosquitos del tamaño de un cóndor, la ciudad parecía estar a milésimas de segundo de que todo acabe en un desastre. Pero una vez más el poder tranquilizante del fernet con Coca obró el milagro y los ánimos se apaciguaron sin que la situación pasara a mayores.
Además, la vuelta del fútbol de Primera División, con su efecto distractivo, desviará la atención de muchos, que dejarán de darle importancia a la cotización del dólar, para enfrascarse en discusiones sobre el nuevo colombiano que trajo Talleres o sobre los refuerzos con experiencia en descensos que compra Belgrano.
La falta de episodios escandalosos en la farándula que vino a Villa Carlos Paz ha indignado a algunos expertos en comunicación que trabajan para los oficialismos, quienes prefieren que la gente esté pendiente de la comidilla teatral antes que de la comidita que a duras penas podrán llevar a su mesa.
“Cómo será la escasez de chimentos que, en vez de pelearse las figuras teatrales, los que discuten son los dueños de los restaurantes por el precio de una picada”, se quejaba el corresponsal de un programa porteño, que procuró sin éxito hacer correr el rumor de un romance entre dos víboras del serpentario de Peko´s.
“Hasta reciclé el viejo truco de inventar una playa nudista”, me contó el notero, “pero solo se prendieron Chichilo Viale y el Negro Lavié”. Apenas cabe, entonces, confiar en la efectividad del fútbol, que desde hace años es lo único que consigue hacernos enojar por otra cosa que no sea la inflación.