Más allá de que el juez federal Ricardo Bustos Fierro haya bochado en primera instancia tan magnífica idea, aplaudo con entusiasmo la iniciativa de Hacemos por Córdoba de habilitar una aplicación para que la gente pida su voto y lo reciba a domicilio. La justicia pretende siempre frenar estas innovaciones tecnológicas, que a la larga se terminan imponiendo.
Imagino un futuro no tan lejano en que llamemos a un servicio de delivery y nuestro pedido sea: “Traeme un lomo completo, una gaseosa, dos atados de puchos y un sobre con la lista corta de Schiaretti, por favor. Y no te olvides que tengo 150 mangos en créditos”.
Si las dos fórmulas con posibilidades de ganar se reclaman defensoras del capitalismo, no veo por qué las elecciones deberían mantenerse aisladas de la economía de mercado.
En cuanto a la cena de Mauricio Macri y Juliana Awada junto a Juan Schiaretti, para mí ha sido contraproducente que transcurriera en un restorán cordobés de fama internacional. Aunque por allí hayan pasado figuras como Mario Vargas Llosa y Joaquín Sabina durante el Congreso de la Lengua, si el Presidente quiere ser reelecto debe buscar el voto popular que es el que podría consagrarlo. Ver a Macri y su esposa acercarse a un carro callejero de chori y escucharlo pedir con valentía uno “con mucho, pero mucho chimi”, hubiese despertado la admiración de aquellos que apenas se atreven a solicitar uno “con zanahoria y mayonesa”, temerosos de las consecuencias gástricas que podría acarrearles cualquier otro aderezo.
Nada puede ser peor que sufrir el acoso de fantasmas como la desocupación, la inflación, la inseguridad o la derrota de Boca ante River en la final de la Libertadores. Y, con mayor o menor éxito, el jefe del Ejecutivo argentino ha enfrentado todo eso sin que se le haga ni una bolita de pelusa en el suéter. Entonces, que se siente a la mesa de El Papagayo para cenar “trucha con hierbas y flores, huevo brevemente cocido con arrope de chañar y crema ácida, y espuma de papa con cebolla glaseada en jugo de carne, acompañada de trufas negras de Italia y queso de oveja”, suena como si un gladiador hubiese bebido un frappuccino de frutilla en Starbucks antes de salir a pelear contra los leones.
Completamente opuesta parece ser la perspectiva desde la cual el Frente de Todos intenta posicionarse como una opción electoral atractiva.
Teniendo en cuenta que el país tiene más problemas que la Conmebol, esta alianza política ha resuelto demostrar que posee el temperamento necesario para afrontar el desafío de gobernar tanto desmadre. O, por lo menos, eso es lo que indica el video viralizado, donde Alberto Fernández responde a los improperios de un borracho con un empujón digno de un superhéroe de Marvel.
A mí no me engañan: desde el año pasado, el ahora candidato a presidente debe contar entre sus asesores a Gary Medel. O a algún émulo del luchador Martín Karadagián, cuyo “cortito” era más temido que el índice de precios al consumidor.
Por último, ya que el gobernador Juan Schiaretti aseguró que está dispuesto a aceptar el convite de cualquier candidato a presidente que quiera invitarlo a cenar, le recomiendo a Roberto Lavagna que apele a ese recurso para ver si así puede recuperar el caudal de votos cordobeses que recibió en 2007.
Ya que en su spot dice que tiene la fórmula para “poner dinero en el bolsillo de la gente”, me parece que le resultaría facilísimo entonces poner un plato de buseca en la mesa del gobernador, para conseguir la tan ansiada foto con él, en la que el mandatario provincial aparezca más distendido y no tenga su clásico gesto de “estoy acá, pero preferiría estar jugando un partidito en la Federación de Bochas”.