“Es bastante fuerte que te llegue una invitación del Presidente”, dice Dolores Cáceres en diálogo con PERFIL CÓRDOBA, a punto de salir para Buenos Aires, donde participará junto a 10 artistas argentinos -entre los que figuran Marta Minujín, Nicola Costantino y Diana Aisenberg- de un proyecto enmarcado en el Plan Nacional de Primera Infancia, que se presentó por primera vez en la Cumbre del G20.
Recién regresada de la Bienal de Curitiba, donde llevó su muestra Qué soy, la artista cordobesa se muestra entusiasmada con esta convocatoria, repasa la muestra #SinLímites567 y habla de sus proyectos venideros.
—¿En qué consiste el proyecto que presentaste en el marco del G20?
—El diseño se focaliza en un juego infantil de sillas para un espacio. Presenté un proyecto que se llama Bichos de campo, que tiene que ver con la ecología y con el contacto de los niños con la naturaleza. Los trabajos se van a exhibir en el Malba y van a ser amadrinados por 10 de las primeras damas que vienen a la Cumbre. Pero no puedo contar mucho más por ahora.
—Acabás de volver de Curitiba...
—Sí, llevé el mismo proyecto que hice hace 10 años en el Museo Caraffa a la Bienal Aniversario de Curitiba. Pero son dos realidades distintas: la muestra de 2008 fue justo después de la “125” (NdelE: la resolución 125/2008, que establecía un sistema móvil para las retenciones impositivas a las exportaciones de soja, trigo y maíz). Entonces, sembrar soja en los jardines del Museo Caraffa fue una pieza de alto contenido político. En Curitiba se volvió una pieza un poco más críptica. Tomo el Museo como un espacio de reflexión. Por supuesto que el proyecto atraviesa un momento político interesante allá, sembré en un gobierno y voy a cosechar en otro, el de Bolsonaro, que una de las medidas que va a tomar es reunir el Ministerio de Agricultura con el de Ambiente. Imaginate quién va a perder en esa ecuación.
—El proyecto se llama Qué soy, ¿por qué?
—Porque soy es soja en japonés antiguo; la idea era usar la palabra soja con la primera persona del verbo ser (soy) en español y jugar con preguntas a partir de ahí. Fue una pieza e altísima disrupción. Cuando hice la muestra del vacío (#SinLímites567) en el Caraffa, la memoria que se tenía de mí había sido la plantación de soja.
Es un proyecto muy querido porque fue un punto de inflexión en mi carrera, aunque en Córdoba fue muy resistido y recibí innumerables críticas. Me interesa remarcar que en Córdoba en general somos importadores de proyectos; rara vez un proyecto que se presenta acá se convierte en una pieza de bienal internacional. Y creo que es así porque tiene muchísimas lecturas desde varios puntos de vista, ecológico, político, sociológico, y sobre todo corre los límites de la artisticidad.
—¿Cómo es eso?
—Yo siempre trato de trabajar desde un lugar experimental, hasta donde pueda seguir ejercitando esa posibilidad. El tema es que cuando vos provocas, eliminas certezas, y la gente se siente muy incómoda. A mí me llama la atención que la gente tenga tanta seguridad sobre lo que es arte y lo que no lo es. Porque si te quedás plantado en esa categoría nunca dudás, y los artistas trabajan desde la disrupción, poniendo en duda todo y dejando caer todas las certezas.
— Como lo que pasó con #SinLímites567...
— Hice esa muestra en 2015, un año electoral y de campañas políticas muy agresivas y salvajes. Me parece que ese contexto volvió a la pieza más disruptiva aún. Proponía que el espectador llegara con sus propias ideas. La gente tuvo una especie de indignación: por qué yo no estaba poniendo una representación en la sala del museo cuando siempre -y acá volvemos a las certezas- había sido así. Al dejarlos solos, con un vacío, con su propia reflexión, hice que se sintieran muy incómodos. Pero, contrariamente a lo que se cree, se trabajó fuertemente para llegar a un estado de vaciamiento como el que conseguí, no es que simplemente no colgué nada. Hubo que tomar muchas decisiones para llegar a esa obra, principalmente sobre mi persona: yo no sabía si tenía la fuerza suficiente para sostener ese vacío.
—¿En qué estás hoy?
—Con la Bienal de Curitiba, las plantas están creciendo, tengo que cosechar en febrero. Además recibí invitaciones para hacer dos proyectos en Latinoamérica el año que viene.Y estoy con toda la energía puesta en el proyecto de la soja para que termine en India y China. Quiero sembrar soja en un museo en China para que sepan lo que está pasando con nuestros bosques nativos y la transformación de los paisajes porque el 90% de la soja que se cosecha en América del Sur es para alimentar China.
—¿Cómo ves el arte hoy en Córdoba?
—Formo parte de una generación en la que todavía era muy fuerte la idea del artista varón y me parece que eso se está desvaneciendo, no es casualidad que las dos galerías de arte contemporáneo más importantes de Córdoba sean galerías dirigidas por mujeres (TheWhiteLodge y El Gran Vidrio; dirigidas por Georgina Valdez y Catalina Urtubey, respectivamente). Finalmente llegó el momento en que ser mujer en el mundo del arte empieza a tener cierto valor y esas cosas son para celebrar. Por otro lado me gustaría mucho que Córdoba se convierta en un verdadero semillero de artistas, como se habla hoy de Rosario; pero para eso necesitamos mucho apoyo, programas, políticas culturales, un mercado de arte potenciado. Hay mucho para hacer, ojalá podamos hacerlo.-