De las comidas quedan migas. De los viajes también y decidí no tirarlas.
Junto a la sala del Registro Civil, el cartel advierte que está prohibido entrar armado. |
CEDOC PERFIL
JUAN ERRAMOUSPE
En el Parque Municipal de Barranco, Lima, Perú, está la Municipalidad del lugar, un antiguo edificio muy bien conservado.
En su interior hay una sala con sus banderas, un escritorio y sillas para el público. De un lado del escritorio, se sienta el funcionario o funcionaria del Registro Civil y del otro, los novios contrayentes.
Junto a la puerta de entrada, a la izquierda, un cartel advierte Prohibido el ingreso con armas y el dibujo que lo acompaña es más gráfico todavía: una pistola sobre fondo blanco, dentro de un círculo cruzado por una línea diagonal, ambos en rojo.
El aviso despertó la curiosidad y allá fui a consultar a qué se debía esa advertencia.
Como en todo, hay dos bibliotecas. Una, oficial, dice que se lo puso allí porque antes, años atrás, era común que las personas por allí anduvieran armadas.
La otra, a cargo del guía que nos acompañaba, cuenta que el funcionario actuante se ponía de pie y, antes de declararlos ‘unidos en matrimonio’, pronunciaba la consabida frase: El que tenga algo que objetar, ‘dispare ahora’ o calle para siempre.
Como se trata de un edificio estatal, suena bastante aconsejable que los ciudadanos comunes que van a hacer algún trámite o gestión municipal, no puedan ingresar portando armas.
Me resisto a dejar volar la imaginación hacia estos días y pensar en ciudadanos armados haciendo un reclamo en una oficina gubernamental, un banco, un comercio o una concesionaria de servicios públicos.
