La situación económica ha mejorado considerablemente, pero la Argentina sigue enfrentando importantes desafíos. Si bien, la recuperación comenzó a fines del 2016, en los últimos trimestres los signos de reactivación mejoraron notablemente.
Aún con cifras preliminares, en el tercer trimestre de este 2017, tanto el empleo (registrado) como el nivel de actividad (PBI) aceleraron su ritmo de crecimiento y podrían haber alcanzado tasas anualizadas cercanas al 3% y 5% respectivamente (respecto del segundo trimestre).
Dentro de esta recuperación, si bien los sectores más dinámicos son la construcción y el agro, la gran mayoría presenta tasas de crecimiento positivas respecto del 2016. La excepción la constituyen los sectores relacionados con la minería y con los servicios de gas, electricidad y agua.
A su vez, en términos de la demanda agregada, de la mano de una fuerte caída en la prima de riesgo país, la inversión continúa siendo el componente más dinámico como fruto de la expansión tanto de la construcción como de la adquisición de nuevos equipos durables por parte de las empresas.
A pesar de la suba en las tasas reales de interés de corto plazo impulsada por el Banco Central (BCRA), los indicadores de consumo privado también muestran una aceleración, influenciados por la mejora tanto del empleo, como del poder adquisitivo de los salarios, de los préstamos y de los indicadores de confianza del consumidor.
Sobre el final de estos dos primeros años de la Administración Macri, la otra buena noticia es que en octubre cayó un escalón más la tasa de inflación núcleo (no considera factores estacionales ni tarifas), aunque su trayectoria dista mucho de los planes que tenían las autoridades monetarias a principios de este año.
Señales de alerta. La evolución del gasto público primario (sin intereses, ni inflación, ni estacionalidad) muestra que lentamente comienza a ajustarse aunque los niveles de déficit fiscal proyectados aún son muy elevados, teniendo en cuenta tanto la historia argentina como el contexto de países emergentes.
Por el lado de las exportaciones, también aparecen luces amarillas. Cuando se las mide sin inflación ni estacionalidad, su tendencia resulta preocupante. Las proyecciones de la Balanza Comercial para este año y el siguiente muestran un déficit; y un balance también negativo para la Cuenta Corriente (60% más alto que el promedio de los países emergentes).
Si bien en las economías que crecen es dable esperar que se deteriore la Cuenta Corriente por la expansión de la inversión, en el caso de la Argentina, el factor que más explica el déficit de Cuenta Corriente es el desequilibrio fiscal.
En el mediano plazo, el alto déficit fiscal complicará el objetivo del gobierno de reducir sustancialmente la elevada carga impositiva. De hecho, esto explicaría la limitada baja prevista en la reforma impositiva nacional (1,5 puntos porcentuales del PBI entre 2018 y 2022).
En el corto plazo, el financiamiento del déficit fiscal también generará problemas.
Por un lado, el financiamiento monetario le agrega presión al proceso inflacionario complicando aún más la tarea al BCRA para cumplir con su meta y alimenta las expectativas de inflación de mediano plazo. Por otro lado, estas elevadas tasas de interés junto con el financiamiento externo del resto del déficit fiscal aumentan la entrada de capitales al país, afectando negativamente al tipo de cambio real y por lo tanto la dinámica del sector exportador.
De aquí en más. El panorama para 2018, de acuerdo a las expectativas de mercado, es el de un nuevo año de expansión económica -similar a 2017- con un nuevo descenso de la inflación, a tasas cercanas al 16% anual hacia fines del año.
A mediano plazo, varios factores juegan a favor y en contra del tipo de cambio real. A favor actúan el mayor ajuste de las cuentas fiscales (específicamente, la reducción del gasto público en términos del PBI), una menor tasa de interés real (cuando el sendero inflacionario y sus expectativas se encarrilen con las metas del BCRA), un paulatino ascenso de las tasas de interés internacionales y, probablemente, un mayor grado de apertura externa de la economía.
En contra, jugaría el continuo endeudamiento del país, necesario para financiar el ajuste gradual del desbalance fiscal y el mayor dinamismo del proceso de inversión (clave para poder mejorar la productividad de la economía). Dado el bajo nivel actual del tipo de cambio real, es dable esperar un aumento en el mediano plazo, probablemente influenciado por mejoras en la productividad de la economía.
Autor: Gustavo Reyes, investigador del Ieral, especialista en Macroeconomía de Argentina
IMPACTO EN CÓRDOBA: 3 CLAVES
En dos años de gestión del presidente Mauricio Macri, Córdoba se vio impactada en tres frentes, centralmente:
-Reordenamiento de la relación Nación-Provincia: como consecuencia se garantizó la cobertura del déficit previsional provincial; se aseguraron fondos de coparticipación en los niveles que venía recibiendo la provincia y se acordaron fondos para obra pública.
-Crecimiento del empleo: gracias al aumento de la actividad (ý a la diversificada base económica provincial), se registraron datos positivos en términos de ocupación. En comparación con el último trimestre del 2017, la tasa de actividad ascendió del 45,3% al 45,6%; la tasa de empleo aumentó del 41,0% al 41,9% y la tasa de desempleo disminuyó de 9,6% al 8,1%.
-Reconstrucción de la estructura impositiva: este es un proceso que apenas arranca. Está enmarcado por el Pacto Fiscal, recientemente firmado. Inicia con la reducción de Ingresos Brutos de manera gradual, pero se profundizará en los dos años próximos.