—Latinoamérica se encuentra en una situación compleja, reflejada en saturación de sistemas de salud de países vecinos. ¿Qué medidas deberían tomarse para que el impacto de la segunda ola sea el menor posible?
—La propagación del virus se aceleró en cerca de la mitad de los países de la Región de las Américas en el último tiempo. Se da la situación de que la población, en muchos casos, redujo sus medidas de distanciamiento físico, de desinfección de manos y ha vuelto a acudir a eventos o lugares con gran cantidad de personas. Cuando esto sucede, el virus tiene mayor probabilidad de transmitirse de unos a otros. Esto genera un incremento del número de nuevos casos, de la demanda en los servicios de salud, especialmente en los servicios de cuidados intensivos y del número de fallecidos. La situación actual indica que hay que mantener el virus bajo control y que hay que reforzar las medidas para proteger a las personas y a los servicios de salud del impacto negativo que sigue causando su circulación.
—¿En base a qué criterio deben reaccionar los gobiernos a la hora de tomar medidas restrictivas?
—Los datos deben seguir marcando las medidas de respuesta. Si el número de infecciones sigue en aumento, los gobiernos, en todos sus niveles, deben estar atentos a la información producto de la vigilancia para aplicar medidas que desaceleren la transmisión.
El avance de la vacunación es alentador pero, hasta el momento, las dosis son limitadas. Pasarán varios meses antes de que se pueda pensar que con las vacunas se controlará el virus. Por eso, la prioridad tiene que estar en asegurar los medios de diagnóstico y opciones terapéuticas que salven vidas; contar con vigilancia fuerte; mantener y reforzar las recomendaciones sobre medidas de prevención y cuidados por parte de las personas, y ampliar pro gresivamente la vacunación. Teniendo en cuenta estos aspectos, se podrá comenzar a pensar en cómo volver a una vida más parecida a la de antes del inicio de la pandemia.
—La campaña de vacunación y las lecciones médicas aprendidas en la primera ola, ¿qué incidencia puede tener a la hora de morigerar los embates de la segunda ola?
—Una de las principales lecciones aprendidas de este tiempo es que hay que sostener las medidas de salud pública y reforzar todo aquello que permita proteger a las personas y a los sistemas de salud. Respecto de la vacunación, las vacunas ayudarán a salvar vidas y, con el tiempo, a frenar la pandemia, pero todavía no hay suficientes dosis para lograr un impacto visible en la transmisión a corto plazo. El inicio de la vacunación es el primer paso, pero tenemos que recorrer un largo camino para que esto sea una realidad para todos en la región. Por eso quiero destacar que está demostrado que las medidas de cuidado para las personas han sido altamente efectivas desde el inicio de la emergencia por Covid-19: el distanciamiento físico de al menos un metro, el lavado frecuente de las manos, el uso de barbijos caseros, la ventilación de los ambientes y evitar la aglomeración de personas. No hay que relajar estas medidas que sabemos que dan resultado.
—¿Qué opinión tienen respecto al reparto mundial de vacunas?
—Desde un primer momento, la preocupación de la Organización Mundial de la Salud ha sido la distribución equitativa de las vacunas para Covid-19 a nivel global. Los datos epidemiológicos indican que ningún país estará a salvo de las secuelas de la pandemia hasta que todos los países estén protegidos. Por eso, se impulsaron una serie de iniciativas tendientes a garantizar el acceso equitativo a vacunas seguras y eficaces. Por ejemplo, el Mecanismo COVAX es un esfuerzo mundial sin precedentes para llevar vacunas seguras, eficaces y asequibles a las poblaciones más prioritarias, en todos los países. Es un mecanismo mediante el cual los países que participan tienen acceso equitativo a las vacunas contra la Covid-19, una vez que estas lograron la autorización para uso de emergencia de la OMS. Por medio de este mecanismo se combinan la demanda y los recursos a fin de propiciar la disponibilidad de vacunas para todos los países participantes y el acceso equitativo a ellas. El escenario no es sencillo, una distribución justa de las vacunas no solo es lo que se debe hacer, sino que es una decisión inteligente para lograr el propósito de salvar vidas, proteger los sistemas de salud y restaurar las economías de todo el mundo.