“No me considero una mujer directora de orquesta, me considero una directora de orquesta que resulta ser una mujer”, decía la neerlandesa Antonia Brico quien, allá por 1930, debutaba como directora invitada de la Filarmónica de Berlín convirtiéndose en la primera mujer en dirigir esta orquesta (una película protagonizada por Christanne de Bruijn, disponible en Netflix, da cuenta de su historia en ‘Antonia: una sinfonía’).
Más de 90 años pasaron desde el inicio de ese camino que la llevó también a convertirse en directora invitada de la Filarmónica de Nueva York y a fundar la Orquesta Sinfónica de Mujeres de Nueva York.
Tras esos pasos, Natalia Vartanian, egresada de la Escuela Domingo Zípoli, acaba de hacerse un lugar en un rol que hasta ahora era ocupado sólo por varones.
Entre concierto y concierto –en el Auditorio Nacional del CCK (el 29/03) y en la Facultad de Derecho (el 30/03)–, dialogó con PERFIL CÓRDOBA sobre la importancia y los desafíos de haber llegado hasta este lugar.
ESPACIOS GANADOS. “La mujer tiene que abrirse camino siempre de manera más difícil”, sostiene.
—¿Cómo llegaste a dirigir el Coro Polifónico?
—El coro manifiesta en los años previos a la temporada siguiente su voluntad mediante una lista de directores que quisieran que estén, para ser votados. Hay una terna y un orden de mérito que se arma según los directores más votados. Con ese resultado, y otro poco por decisión del director en relación a criterios que tenían que ver con poner sobre la mesa la discusión sobre la ausencia de mujeres durante 56 años, se tomó la decisión de convocar a las dos directoras de la lista más votadas: la Maestra Virginia Bono, que es la que me sigue y yo.
—Todo un desafío.
—Absolutamente. Por momentos fue nadar en aguas inciertas porque se alzaron ciertas voces, hubo incomodidades y dudas. No soy una directora conocida, soy joven; pero de a poco empezaron a conocer mi trabajo, les empezó a gustar, se sintieron cómodos con mi forma de trabajar y les gustó el repertorio.
—¿Qué se necesita para dirigir un coro polifónico como éste?
—Mucha templanza y tener cuestiones técnicas a nivel de dirección coral resueltas. Hay que tener una preparación muy solvente y mucho estudio sobre las obras porque es un coro de letrados en música.
—¿Cómo es la composición del coro, en cuanto a rango etario y género?
—Está conformado por 94 personas, desde los 20 hasta los 65 años. La mitad son hombres y la otra mitad, mujeres.
—Perseverancia, constancia o pasión, ¿cuál de estos elementos es el que más te define?
—Los tres casi por igual. Soy una apasionada por mi trabajo, es algo que destacan mis compañeros y me gratifica muchísimo porque también soy coreuta del Polifónico. Y es la primera vez en la historia que una compañera del coro pasa a dirigir a sus propios compañeros. Como coreuta me pasa, a veces, que excelentes directores no me generan esa pasión por la obra o por cantar y recibir de mis colegas esa devolución es uno de los mejores cumplidos que uno como director puede tener, más allá de la pulcritud técnica o de la excelencia en la performance. Un concierto es exitoso cuando se vive con pasión. Por otro lado, esta carrera es de a momentos muy sacrificada y poder llegar a ciertos lugares se logra con la perseverancia.
—Sos muy gestual a la hora de dirigir, ¿eso incide en contagiar esa pasión de la que hablás?
—Creo que sí. Es un elemento al que le pongo muchísima atención. Que la gestualidad sea armoniosa, estética, linda de ver, que genere algo en los demás. Y nosotros nos manejamos con esos códigos: a la hora de cantar no estamos dando indicaciones verbales sino que todo pasa por las manos, entonces tienen que alcanzar un nivel de expresividad superior para que los detalles que tenemos que comunicar los directores a los músicos en fracciones de segundos estén presentes.
—¿Quiénes han sido tus referentes?
— Principalmente mis maestros de Córdoba, de la Escuela Domingo Zípoli: Milagro Flores Brünner, del Coro de Niños; el gran maestro coral Hugo de la Vega, y mi maestro de dirección del secundario, Guillermo Pellicer. Luego, Ariel Alonso y compañeros y colegas con los que he estudiado. De todos he aprendido muchísimo. Soy muy observadora y me encanta empaparme de lo que los demás tienen para brindar.
—Has trabajado en el exterior. ¿Notás diferencias en cuanto al rol de la mujer en la música con lo que pasa en nuestro país?
—Creo que el rol de la mujer en la música es igual de difícil de llevar adelante acá, allá o en cualquier lado. Siempre la mujer tiene que abrirse camino de una manera un poco más difícil. Pero me parece que a nivel de desarrollo técnico y educativo, Argentina tiene un gran nivel. Tenemos una visión un tanto romantizada del trabajo musical en Europa. Me parece que acá se viven las mismas dificultades.
—¿Tenés pensado volver a vivir en Córdoba?
—Por el momento no porque trabajo acá, pero siempre me gustó la idea de volver a hacer música a Córdoba, hace muchos años que no tengo proyectos allá. Espero que pronto se den esas oportunidades porque no hay satisfacción más grande para un músico que volver a hacer música en su lugar de origen.
—¿Cómo siguen tus planes?
—Volveré a mi rol de coreuta en el Polifónico. Y quiero ponerme a trabajar con ‘Res Miranda’, una agrupación de 15 mujeres que nació el año pasado con colegas que me pedían cantar. Dimos un primer concierto de Navidad que fue exitosísimo y fue un hermoso comienzo. Así que es lo próximo en lo que me voy a poner a trabajar.