Año nuevo, vida nueva. El 1° de enero pasado, la cordobesa Florencia Durán partió hacia Haití sabiendo que la esperaba una experiencia difícil en el país más pobre de Occidente y en un contexto de pandemia. Lo que nunca imaginó es todo lo que le tocaría vivir después allá: un magnicidio, un terremoto devastador y, como si algo faltara, una tormenta tropical que complicó las cosas mucho más. “La verdad es que a los haitianos les tocaron todas juntas”, reflexiona.
Florencia tiene 28 años, es kinesióloga especializada en neurorehabilitación y reside en Kenscoff, comuna ubicada a 20 kilómetros de la capital Puerto Príncipe. Allí se encarga de formar terapistas en lo que se conoce como “La Casita de Discapacidad” dentro de un orfanato que pertenece a “Nuestros Pequeños Hermanos”, una organización benéfica internacional que tiene presencia en nueve países de América Latina y el Caribe.
“Mi idea fue venir a ayudar por un año. Esperaba encontrar una situación complicada, pero una cosa es que te lo cuenten y otra muy distinta es vivirlo. Aquí la realidad es muy dura”, relata Durán.
“Hay muchas necesidades. Los orfanatos son algo común porque allí los niños y adolescentes tienen garantizada la comida, la educación y una mejor calidad de vida. La mayoría de la gente no cuenta con servicios básicos como agua y electricidad, y también hay mucha inseguridad”, puntualiza.
"Esperaba encontrar una situación complicada, pero una cosa es que te lo cuenten y otra muy distinta es vivirlo. Aquí la realidad es muy dura”.
“En mi caso, no me dejan salir de mi lugar de trabajo. Y cuando necesito trasladarme a Tabarre, donde funciona una escuela especial que también pertenece a la organización, lo tengo que hacer sí o sí acompañada por un chofer”, refiere en alusión al accionar de bandas armadas que se dedican al secuestro de personas. “A los blancos se los relaciona con el alto nivel económico y por eso los tienen como objetivo para pedir rescate y obtener dinero”, explica.
EN EL ORFANATO. La cordobesa trabaja con 30 chicos y adolescentes con discapacidades. Sus propios pacientes le enseñaron a hablar el kreol.
Golpe a golpe
“Este año Haití ha recibido un golpe tras otro”, señala Florencia. Y habla del trauma más reciente: el terremoto de 7,2 grados que se registró el 14 de agosto en Les Cayes, en la región sudoeste del país.
“Como es un lugar alejado de la ciudad hubo menos víctimas que en el sismo de 2010 en Puerto Príncipe, pero el movimiento fue muy fuerte. Se cayeron muchas casas y la gente quedó muy asustada”, describe la profesional de la salud.
“En Kenscoff estamos a 130 kilómetros del lugar del epicentro, pero igualmente se sintió muy fuerte aquí”, apunta en referencia al fenómeno natural que dejó un saldo aproximado de 2,200 muertos y más de 10.000 heridos, además de graves daños materiales.
“En Kenscoff estamos a 130 km del epicentro, pero igualmente el terremoto se sintió muy fuerte aquí. Por suerte hubo mucha ayuda para el país".
La kinesióloga cordobesa cuenta que durante los días posteriores al terremoto la gente en Haití tuvo que dormir en carpas al aire libre por la amenaza de réplicas y el peligro de derrumbes, y que la situación se complicó días más tarde por el paso de la tormenta tropical ‘Grace’. “Por suerte hubo mucha ayuda para el país. Vinieron rescatistas de Estados Unidos, médicos de Cuba y también gente de Venezuela”, destaca Durán.
AL AIRE LIBRE. Así tuvieron que dormir los niños y jóvenes del orfanato de Kenscoff luego del terremoto y con la amenaza de la tormenta ‘Grace’.
Día a día
No sólo la naturaleza parece haberse ensañado con Haití. El asesinato del presidente Jovenel Moïse, el pasado 8 de julio, profundizó la crisis política, social y económica de un país con 11 millones de habitantes y un índice de pobreza extrema del 24%. “Tomó por sorpresa a todos, ya que él estaba en su casa y con mucha seguridad”, admite Florencia.
“Por una semana no hubo transporte público y la gente no fue a trabajar. Había temor a que los grupos comandos hicieran una especie de golpe de estado. Hoy todo está más tranquilo, pero hay mucha incertidumbre”, agrega. “Aquí es costumbre vivir con miedo”, enfatiza.
"El asesinato del presidente sorprendió. Hoy todo está más tranquilo, pero hay mucha incertidumbre. Aquí es costumbre vivir con miedo”.
De la pandemia, Durán cuenta que Haití la transita entre la incredulidad y la indiferencia: “La gente no cree en el coronavirus y tampoco hay cifras claras, ya que el tema dejó de estar en los medios”. Los últimos reportes hablan de casi 600 muertes y 21 mil contagios en los últimos 17 meses.
“En un momento me ofrecieron volverme a Argentina, pero decidí seguir en Haití al menos hasta diciembre. La verdad es que se extraña mucho porque el choque cultural es muy grande, pero trato de vivir el día a día. Por ahí creo que hasta es mejor no pensar en el después”, subraya.
Pese a las dificultades, Florencia destaca el trabajo que realiza con una treintena de chicos con discapacidades junto a Norma López, una colega cordobesa que vive en Haití hace 14 años, y la médica irlandesa Gena Heraty, quien realiza tareas humanitarias en ese país desde 1993: “Trabajamos muy bien y la relación con los chicos es muy linda. Inclusive ellos mismos me enseñaron a hablar en kreol, la lengua nativa del país”.
CONTENTA Y CONFORME. "Trabajamos muy bien y la experiencia con los chicos es muy linda", cuenta Flor sobre su labor en Haití.
NUESTROS PEQUEÑOS HERMANOS
- Es una organización benéfica sin fines de lucro que desde hace 67 años trabaja en la creación de oportunidades para niños y jóvenes desfavorecidos, vulnerables y discapacitados que viven en condiciones extremas.
- Tiene presencia en Haití, República Dominicana, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua México, Bolivia y Perú.
- Para los centros de educación y de salud de Haití se pueden hacer donaciones a través del enlace https://www.nph-ireland.org/donate consignando en la descripción la siguiente frase: “Para Gena Heraty, por el terremoto”.