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CóRDOBA
ANÁLISIS

En su último primer día, Schiaretti priorizó sus aspiraciones presidenciales

No hubo novedades en el discurso de apertura del 145º período de sesiones ordinarias del Parlamento provincial. El gobernador ratificó su apoyo a Llaryora, tal como era de esperar. No hubo ninguna alusión al cronograma electoral que exige la oposición, sobre todo Juez y De Loredo.

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. | CEDOC PERFIL

Al abrir el 145º período de sesiones ordinarias de la Legislatura, Juan Schiaretti dejó en claro sus aspiraciones nacionales, por si alguna duda cabía, y empezó arremetiendo contra el juicio político a la Corte Suprema puesto en marcha por el kirchnerismo.

Hizo esta afirmación contundente en el discurso de su último primer día de la tercera gestión, casi cuatro años después del famoso episodio del “macho Alfa”, según sus propias palabras, pronunciadas justo el día que ganó por goleada y se adjudicó el derecho a gobernar por tercera vez Córdoba, segunda consecutiva.

Aquel 12 de mayo de 2019, un nutrido grupo de dirigentes y gobernadores del peronismo tenían la mochilita preparada para pegar el salto a Córdoba, compartir el palco de la victoria con Schiaretti y empezar un proyecto nacional no kirchnerista. Él mismo cerró la tranquera e impidió el desembarco de los aliados.

Si hubiera abierto el camino del diálogo tal vez otra habría sido la historia en el país, pero es casi irresponsable hablar de esto porque es lisa y llanamente contrafáctico. Alambró la provincia y evitó las desprolijidades. Por eso inicia la recta final casi sin problemas y queda expuesto solamente a las críticas y chicanas de la oposición en un contexto que tiene a la campaña electoral como punto reluciente.

Cuatro años después decide acelerar con su proyecto de Patria Grande, aunque algunos peronistas dudan y confiesan por lo bajo que solamente se trata de un proyecto para retener el liderazgo en Córdoba, habida cuenta que sus socios en esta nueva aventura, salvo el gobernador de Santa Fe, Omar Perotti, carecen de la envergadura como para armar una arretemetida que ponga en jaque a los peso pesados que aspiran a suceder al raquítico Alberto Fernández.

Esta aventura terminó de planificarse en Buenos Aires, a fines de septiembre pasado, cuando la mesa política del gobernador viajó para analizar con el consultor Guillermo Seita. El encuentro se extendió por dos días y se dieron algunas discusiones fuertes, fuertísimas podría decirse.

La propuesta de los creativos era una campaña totalmente disruptiva con una intensa presencia mediática que no prosperó. Finalmente, se llegó a un consenso trabajoso basado en lo que ahora se comienza a ver mediante declaraciones y sin demasiada interacción.

Los mohicanos que acompañan a Schiaretti están lejos del estrellato y solo se puede apreciar en alguno de ellos ciertas excentricidades, pero no mucho más.

El discurso en la Legislatura fue un plantar bandera con la aspiración nacional, escenificada a través de la crítica al juicio político de la Corte y la convicción de respetar los principios del federalismo, cosa que este gobierno nacional no hace, según la visión de Schiaretti.

Atentos escuchaban Luis Juez y Rodrigo de Loredo, destinatarios de las principales miradas del auditorio y Martín Llaryora, intendente de Córdoba y candidato del oficialismo a suceder al jefe del Centro Cívico. Entre los intendentes, se ubicó Daniel Passerini, actual vice de la ciudad de Córdoba. Un dato más para rubricar las chances de este dirigente en convertirse en candidato al Palacio 6 de Julio.

Tal cual lo había manifestado el ministro de Gobierno y Seguridad Julián López no hubo una sola alusión al cronograma electoral que exigen los opositores y que ayer se convirtió en una de las críticas más fuertes al peronismo.

Un número que asusta. No fue locuaz el gobernador al referirse a todo el proceso del justicialismo en el poder, que a fines de año cumplirá 24 años. No habla de eso ningún peronista porque la estrategia oficial dice que ese es el primer talón de Aquiles.

En diciembre de 1998, José Manuel de la Sota ganaba las elecciones provinciales provocando el desconcierto de todo el radicalismo. El peronismo se vistió con sus mejores galas, pero el ganador rutilante generó una movida en la que no hubo lugar para todos. En medio de una gira europea, cerca de Munich, Schiaretti admitía en el bar de un hotel que no tenía idea del cargo que podría ocupar. Su presencia en ese periplo le daba alguna certeza de participación pero no de cargo. Tal vez pretendía ser ministro de Economía, pero De la Sota tenía para él otra misión: el área de Producción. Y lo designó casi sin consultarlo.

Ahí se inauguró una sociedad política exitosísima que tuvo como principales figuras a dos referentes que no fueron muy amigos, pero que sí lograron entenderse con la mirada. Una sociedad que tuvo momentos de esplendor, de celos, desconfianzas y peleas soterradas. Estuvieron más de dos décadas en la cima. Uno de los socios se fue de viaje. El otro amaga con ir por todo. De momento, las encuestas dicen que no le va bien. Habrá que ver cómo sigue la historia nacional, aunque en Córdoba sus primeras espadas se alistan para dar una dura batalla, que se presume dura y complicada.