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CóRDOBA
NIÑA AL ACECHO

Escenario: por impacto de sequía analistas ven un 2023 de recesión

Consultores y economistas coinciden en que las consecuencias de la sequía, que seguirá afectando al agro por el fenómeno de la Niña, pegarán de lleno en las cuentas públicas y el nivel de actividad. Cuánto caería el valor de la producción agrícola y cómo puede impactar el fenómeno en la carrera electoral que se viene.

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NIÑA. Se descuenta que su impacto sobre las cuentas externas, las fiscales y la actividad económica será significativa. | Cedoc

“Yo no sé de qué se van a disfrazar cuando se den cuenta de que la plata que puso este año el campo no va a estar. Algo van a tener que hacer. A lo mejor sirve para que reaccionen y nos saquen el pie de la cabeza, pero va a ser muy duro”.

El comentario de un dirigente del agro del norte de Córdoba es claro: no son buenas las señales y perspectivas que el sector primario tiene para el año que viene. Y el bajón que se espera en el campo impactará fuerte en al menos dos ámbitos: las cuentas públicas, por una fuerte caída en la recaudación vía derechos de exportación y, por otro lado, en el nivel de actividad, también afectado por un amesetamiento en la demanda de Brasil, el principal socio comercial en la región, y por la falta del efecto rebote que implicó en 2021 y 2022 la salida de la pandemia. 

Es en ese contexto que algunos analistas comienzan a hablar de un estancamiento en el nivel de actividad, con algunos sectores que ya muestran números negativos (como la construcción y algunas ramas industriales) pese a que el 2022 mostraría una expansión del 3%. 

La foto que se anticipa para el año que viene no sería alentadora: hay altas chances de un nuevo período recesivo. 

En una reunión con empresarios e inversores organizada por la firma cordobesa S&C el economista Ricardo Arriazu trazó “el panel de control” que el gobierno tiene que mirar para el corto y mediano plazo, con las principales variables que traccionan una economía como la de Argentina. Así, detalló que para determinar las posibilidades de crecimiento en el corto plazo se deben analizar factores externos, factores internos y factores exógenos. 

En el primer grupo, la variación de precios internacionales, que en 2021 fue muy positiva, comienza a declinar hacia el 2023; tampoco ayudará el flujo de capitales internacionales, que muestran una tendencia a la baja en mercados como el nuestro, y la situación de los socios comerciales, con Brasil a la cabeza, que fue positiva hasta este año y se espera que muestre una dinámica de menor demanda en los próximos meses. 

Lo interno refiere al impulso monetario y crediticio, que empujó en 2021, y será un elemento más bien recesivo hacia 2023. Lo mismo sucede con el componente fiscal. 

Y en el plano exógeno, las noticias tampoco serían buenas: factores como el rebote pospandemia, que ayudó a la recuperación de la economía incluso este año ya no se verá en 2023. El último elemento clave en lo exógeno es el clima: desde este año es un factor que empuja hacia abajo los niveles de producción agrícola. 

“Por lo tanto, el año que viene no hay ningún factor que empuje positivamente. La única forma en que el año que viene haya algo de crecimiento es si cambian completamente las expectativas en la política económica y que ayuden a cambiar el movimiento de la gente. Hoy parece poco probable, por eso el escenario más esperable es el de una recesión”, planteó Arriazu. 

Mirando al cielo. Para Arriazu, de todas las piezas en juego, el más desestabilizador para las cuentas públicas es el impacto que puede tener la sequía en la producción y comercialización de granos y, en definitiva, en la caja estatal. 

“Todavía no se sabe la magnitud, pero lo más probable es que sea grave”, planteó. Y trazó algunos escenarios partiendo de lo que definen los últimos informes climáticos y que hablan de una sequía similar a la de 2008/2009, cuando se ‘comió’ 34 millones de toneladas de granos, es decir, una caída del 32%. Si se traslada ese porcentaje a la producción actual, la reducción en la cosecha de los granos principales implicaría una pérdida de 48 millones de toneladas. 

“El último informe de la Mesa de Monitoreo de Sequía señala que se identificaron 164 millones de hectáreas en situación de sequía y 22 millones en sequías severas. Es un empeoramiento sobre lo previsto. Ya se sabe que hay una reducción en trigo de 10 millones de toneladas, en cebada un millón y hay demoras en siembra de soja y maíz que reducen los rendimientos. Si pensamos en una reducción no de 48 millones, sino de 20 millones de toneladas, vamos a tener una cosecha valuada en US$ 45.000 millones. Si a ese valor se le agregan las divisas necesarias para importar insumos, tenemos que el deterioro total en comparación con este año es de US$ 10.000 millones. Y Argentina no tiene espalda para aguantar US$ 10.000 millones menos”, graficó. 

En este punto vale la pena volver sobre los datos proyectados para reflexionar. En definitiva, qué impacto tiene este panorama de sequía sobre la macro y, en última instancia, sobre la política macroeconómica y sobre la política pura. 

Es un cruzamiento que viene analizando el economista y asesor de empresas agropecuarias Salvador Di Stéfano. Junto al climatólogo Leonardo De Benedictis elaboraron una informe en el que grafican que los eventos climáticos denominados ‘Niña’ fuerte, dejaron secuelas muy negativas para la economía y fueron la antesala de la crisis de los años 1976, 1989, 2001, 2008, 2018. Y recordaron que en la actualidad atravesamos tres eventos seguidos.

Así, afirman que los eventos climáticos negativos trajeron consigo cambios políticos y crisis económicas que dejaron al país y a la sociedad con heridas muy profundas, dada la gravedad emergente de las mismas. 

“Recordemos que no crecemos desde 2011 y salir de años de eventos Niña nos lleva más de un año. Así podríamos proyectar que el año 2023 está llamado a no crecer (tercer año consecutivo de sequía), pero un año neutro o Niño en la campaña 2023/24 no nos asegura crecimiento, ya que el campo tendrá que recuperar el terreno perdido. Y tal vez nos devuelva un mayor crecimiento la campaña 2024/25 si todo hace pensar que volvemos a un año benigno en materia climática”, apuntaron. 

Para los analistas es claro que hay una correlación entre el clima, la economía y la política. “Si seguimos esa correlación estaríamos en la presencia de un cambio político de magnitud para las próximas elecciones presidenciales en el año 2023 y la salida de esta crisis sería muy lenta, como ocurrió cuando las sucesiones de estos eventos impactaron en el país. Te llevará, como mínimo, dos años recuperarnos, siempre y cuando las condiciones climáticas de sequía no se repitan”, afirman. 

Desde la firma Zorraquin Meneses, consultores de empresas de agro subrayan que el panorama preocupante no solo es el de 2023, sino que desde hace varios meses hay fuertes complicaciones. 

Así, detallan que en soja de primera y en maíz, a nivel país apenas se está arañando el 50% sembrado sobre el total esperado (en otros años para esta fecha estaba entre el 65% y el 75%). 

“El problema es que nos vamos acercando a las últimas fechas en las que es posible sembrar sin aumentar sensiblemente el riesgo de daño de las heladas tempranas de otoño, para los cultivos sembrados al final. En términos del Mundial, es como estar jugando el alargue y se acerca la instancia de los penales para la cosecha gruesa 2022-2023 en varias regiones. Los rebrotes de pasturas en general son escasos y la ganadería con base pastoril entrando en una crisis que obliga a tomar decisiones en el corto plazo. Ya la producción de trigo y cebada está jugada, con caídas de producción que van del 15% al 70% de lo esperado, según zonas”, explicaron. 

Reservas, vencimientos y confianza. En paralelo con los problemas por la caída en la caja de los dólares que puede generar la sequía, Arriazu remarca que el 2023 hay fuertes compromisos en pesos que se deben afrontar entre distintos llamados a las urnas. 

Las urgencias, en ese sentido, no serán pocas. Si bien los vencimientos en dólares —sin tener en cuenta los pagos al FMI que acaba de aprobar un nuevo desembolso— no son altos, no sucede lo mismo con las curvas de compromisos en pesos. La pregunta que queda flotando siempre es si el gobierno aguanta con su planteo de política económica actual y sus recursos o si no.

Arriazu remarca que las reservas netas líquidas ya están en números negativos: “Eso implica que estoy usando plata que no es mía. El gobierno está utilizando los encajes de los depósitos de los dólares. Es todo chiquitaje que no tiene una caja de seguridad, que compra los US$ 200 y no se los lleva. Mientras esté esto, el gobierno puede aguantar. El tema es que justo antes de las elecciones hay enormes vencimientos en pesos, casi 10 billones en cuatro meses ¿Es mucho? Con confianza no, pero sin confianza es una barbaridad. Si entre junio y septiembre no cambia la confianza, habrá un gran problema. El problema no va a estar con la deuda externa, sino con la deuda interna y la desconfianza”, aseveró.