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CóRDOBA
SUSANA VERDE

"Hay mucha gente que está en áreas de cultura por militancia, no por capacidad"

Su amor por la música la impulsó a crear la Asociación de Amigos del Teatro San Martín, pero además forma parte de distintas asociaciones culturales en la ciudad. A los 65 años, reconoce que disfruta más del trabajo que del ocio y reniega de su faceta de artista. Respecto a las políticas de Estado en materia de cultura, afirma que “las ve siempre muy partidistas. Cada uno la lleva para la corriente de su partido y eso me preocupa”.

Susana Verde
GESTORA DE PURA CEPA. A través de su ‘Cartelera Cultural Verde’, difunde todo tipo de actividades culturales y es especialista en vincular a los distintos actores del entramado artístico de la ciudad. | Federico Rodríguez

Susana Verde lleva la gestión cultural en la sangre. Nacida en Villa María del Río Seco, a solo dos cuadras de la casa del escritor Leopoldo Lugones, confiesa que fueron su madre y su abuelo italiano quienes le inculcaron de pequeña el amor por las artes.

Dueña de una vida sociocultural muy rica, cuando sus hijos estaban en edad escolar, ella era la primera en anotarse en la organización de los eventos de la escuela y en sumarse a las asociaciones de padres. “Me encantaba organizar fiestas con las maestras, diseñar los disfraces”, dice.

Para ella no hay temporada estival y enero la encuentra trabajando como cualquier otro momento del año, haciendo esculturas y planificando las actividades para el año que empieza.

–¿A qué se dedicaban tus padres?
–Mi padre era médico, se recibió y se fue al norte a poblar. Estuvo 30 años en Villa de María del Río Seco y todos nacimos allá. Pero ya en edad de hacer el secundario nos vinimos a estudiar a Córdoba porque allá había solo hasta tercer año.

–¿Cuántos hermanos tenés?
–Éramos cinco pero mi hermana mayor falleció en 1997 de una aneurisma; era instrumentista y enfermera. Tenía 41 años. Otra de mis hermanas es profesora de matemáticas y física y la tercera tiene un estudio de peluquería. Mi hermano menor vive en Río Seco y tiene maquinaria de agro, trabaja en el campo. Es el único que se quedó allá.

–¿Y tu mamá?
–Ella era hija de inmigrantes italianos. Tenía solo la primaria hecha. Pero lo que yo le debo a la vida y lo que sé de cultura, se lo debo a ella.

–¿Por qué?
–En aquella época el término ‘gestora cultural’ no se usaba, pero ella en Río Seco era eso. Organizaba fiestas de teatro y música en un pueblo que de casualidad tenía un cine los fines de semana, bajo las estrellas. Mi mamá amaba la música, cantó en un coro hasta los 87 años. Por eso digo que todo lo que sé de cultura y música se lo debo a ella, porque lo mamé desde chiquita. Tenía una cultura general que era increíble. Mi nono italiano era un laburante, un almacenero y sin embargo la primera vez que fui al teatro fue con él, fuimos a ver Rigoletto (NdelE: ópera de Giuseppe Verdi) y ahí me enamoré del teatro y nunca lo abandoné. El teatro es mi vida, si hay tres funciones en la semana, voy a las tres. No he tenido la oportunidad de viajar porque mi vida no ha sido fácil pero amo Córdoba y me encanta hacer cosas y mejorar la ciudad para quienes la visitan. Me encanta ser una buena anfitriona desde mi lugar.

–¿Por qué decís que tu vida no ha sido fácil?
–Siempre fui muy independiente. A los 17 años puse una academia de folclore, trabajé para la empresa de galletitas Lía, a los 19 empecé a trabajar en el Banco de Córdoba, estuve muchísimos años ahí. Era secretaria del gerente en una sucursal que el banco tenía en barrio General Bustos. En 1975 empecé a estudiar decoración de interiores porque era una época muy jodida para entrar a la facultad de arquitectura, entonces me anoté en la Escuela Superior de Decoración y me recibí. Luego empecé dos años de abogacía hasta que me di cuenta que no me gustaba y con una amiga nos anotamos en la Escuela de Bellas Artes. Así empecé. Pero antes de terminar ya trabajaba con Domingo Biffarella, un psiquiatra y crítico de arte, en una de las galerías más importantes que tuvo Córdoba en la década del 80.

–¿Además, hablás otros idiomas?
–Sí, a mí me gustaba estudiar. En Bellas Artes hice una buena carrera porque tuve un promedio de 10. Pero después de clases pasaba a estudiar inglés e italiano. Ahora he retomado inglés porque es lo que menos practico y uno lo ‘pierde’ al idioma. Así que después que murió mi mamá, el año pasado, pude empezar a hacer muchas cosas que no podía mientras la cuidaba.

–¿Cómo llegás a crear la Asociación Amigos del San Martín? 
–Era habitué del teatro y soy muy fan de la ópera. Siempre tuve un ojo muy crítico y veía que la producción de las óperas era muy costosa y muy complicada. Entonces empezamos a aunar voluntades y a reunir a algunas personas. Luego el Bar del Teatro cerró y con el arquitecto Fancy Agustinoy, Aldo Alcázar y Héctor Fiorani fuimos al teatro con la idea de presentar un proyecto para que el bar abriera nuevamente. La idea era abrir un bar con libros, mostrar vestuario, hacer un bar con onda, con glamour. Pero justo apareció el tema de la restauración del teatro y se nos ocurrió empezar a juntarnos para conformar la Asociación. En las primeras reuniones, que hacíamos en una casona jesuítica –El Virreinato–, ya éramos 150 personas. Entonces empezamos a buscar la personería jurídica y nos constituimos como asociación.

–¿Cuántos socios tienen hoy?
–No sé ahora, porque si bien sigo formando parte de la Asociación, con la enfermedad de mi madre yo me aparté de la comisión directiva. Pero hasta que me fui teníamos más de 100 socios.

–¿Qué actividades hacen?
–Ahora estamos ayudando a un bailarín, pagando sus estudios en el Teatro Colón, en Buenos Aires. Pero siempre depende de las cosas que se van necesitando. Además, una vez al año se hace un cóctel para recaudar dinero, como hace el Caraffa. Por supuesto que en el Caraffa tenemos tres veces más socios que en la Asociación del San Martín, pero eso se debe a que el MEC tiene más de 30 años funcionando y tiene un grupo que se mueve mucho. Yo también formo parte de ese grupo, soy tesorera ahí.

–Y además estás en otras asociaciones.
–Sí, en la del Museo Genaro Pérez y en la Asociación de la Cultura Británica; también soy vocal del Jockey Club desde hace muchos años. Ahí yo ‘soy’ la comisión de cultura (se ríe) porque el club se enfoca mucho en el deporte y yo la peleo para hacer cosas culturales, muestras, conciertos. Ahora estoy haciendo muestras en el club house del Jockey Club.

–Armaste también la ‘Cartelera Cultural Verde’, ¿cómo surgió eso?
–Como vivo haciendo cosas por la cultura, pasó que el grupo de amigos que íbamos siempre al teatro, que son unos 14 o 15, decidimos hacer un grupo de WhatsApp. Entonces, como yo soy cero en redes, Ricardo Brunello lo armó y le puso Cartelera Cultural Verde. Hace un año éramos 15 y ahora somos 300 personas en ese grupo. Y ahí comunicamos todo lo que hay en cultura en Córdoba.

–¿Cómo ves la escena cultural local?
–Hay mucha oferta cultural, pero como siempre, no es tan fácil porque todo lo que tiene que ver con cultura se hace siempre con muchos esfuerzos privados; de los hacedores, me refiero. Yo apoyo y admiro a la gente que hace cosas y no les pido nada a los políticos. Lo único que hice, que fue la muestra de Ricardo Tschambler en el Museo Emilio Caraffa (NdelE: se trata de 'Cosmogonía', una selección de obras del artista alemán, que se expuso en el museo en 2019, bajo su mirada curatorial) me la pidieron ellos a mí, yo nunca he pedido nada.

–¿Y cómo ves las políticas de Estado en materia de cultura?
–Las veo siempre muy partidistas. Cada uno la lleva para la corriente de su partido y eso me preocupa. Hay mucha gente que está en cultura solo porque son militantes y no porque sean capaces.


“Soy escultora gracias al Cerro Colorado”

Susana Verde esculturas

Si bien acepta de buen grado el título de ‘gestora cultural’, Susana Verde se corre del lugar de artista, aunque investiga cada contenedor que encuentra a su paso en busca de retazos de madera, hierro y cuanto material crea que puede servirle para moldear.

En efecto, además de ser una gran difusora de todo lo que pasa en Córdoba a nivel cultural, se dedica a la escultura. “Yo no me considero artista, no estoy dentro de un taller haciendo obra. El artista es el que vive de la obra, yo no vivo de mi obra, no muestro casi nada de lo que hago y lo regalo todo. La mayoría de mis obras ni sé quién las tiene”, justifica. 

–¿Nunca has expuesto lo que hacés?
–Bueno, sí, en el Jockey Club, pero acompañando a dos amigos que exponían ahí. Fueron obras hechas en andemia, unos músicos chiquitos, de 20 centímetros, en porcelana en frío y retazos de madera. Ahora estoy modelando mucho en arcilla, que es lo que más me gusta.

–¿Qué otros materiales trabajás?
–También trabajo con piedra. Cuando yo era chiquita mi papá atendía en el dispensario del Cerro Colorado, en un ranchito y nosotras, con mi mamá, bajábamos al río y jugábamos con las piedras del Cerro Colorado, que tienen una composición que permitía hacer figuritas y formas porque vos las raspabas con otra y se transformaba en  un objeto. Yo creo que soy escultora gracias al Cerro Colorado. Esas tardes en el río eran maravillosas.