Mario Rubén González –nadie lo llama así desde antes de sus 20 años, cuando el seudónimo ‘Jairo’ se apoderó para siempre de su identidad y lo llevó a pisar grandes escenarios en distintas partes del mundo– fue premiado por la Universidad Nacional de Córdoba.
El evento, organizado por la UNC a propósito de los 450 años de la fundación de la ciudad y al celebrarse 40 años de democracia, se realizó en el Centro Cultural Paseo Córdoba de la Nueva Andalucía con un auditorio colmado de asistentes.
Emocionado tras recibir el premio, Jairo en su alocución relató pasajes de su infancia y su acercamiento a la música: “Cuando vivía en el barrio La Banda (Cruz del Eje) y era un niño que empezaba a cantar, para la gente, como cantaba en la escuela primaria, yo era simplemente ‘el chiquito que canta’. Eso quedó para siempre así y para mí es casi un título de nobleza”.
En diálogo con PERFIL CÓRDOBA, el artista que llevó nuestra música al mundo, habló sobre sus planes de volver a Córdoba, la grabación de un nuevo disco y recordó a artistas que ya no están.
—¿Está radicado en Buenos Aires?
—Sí, al lado de Buenos Aires. Vivo en un lugar muy grande con mis nietos, lo que significa para mí una compañía inmejorable.
—¿Tiene planes de volver a Córdoba?
—Vengo mucho. Voy a Cruz del Eje y a distintos lugares.
—Me refiero a volver a vivir aquí.
—Me gustaría, incluso estoy planificando hacerme una casa por algún lugar de las sierras o en Cruz del Eje, para pasar algunas temporadas, que nunca son en soledad porque siempre estoy escribiendo, creando canciones nuevas.
—Y con una familia numerosa además. Estuvo en Europa visitando parte de ella, ¿cómo le fue?
—Fue un baño de amor y de cariño maravilloso. Estuve en París y en Milán, que nunca lo había caminado tanto y ahora pude hacerlo porque tengo una hija viviendo ahí. También estuve en Madrid.
—Viene de hacer más de 50 shows en el marco de los festejos por los 50 años en la música. ¿Cómo sigue su año?
—Quedan más shows por hacer todavía y ahora voy a grabar el segundo volúmen de 50 Años de Música. Será también con dúos, con otros intérpretes, y de otros estilos, sobre canciones de mi repertorio.
—¿Quiénes participan?
—En el primer disco estuvieron Abel Pintos, Raly Barrionuevo, Eruca Sativa, Pedro Aznar y otros. Ahora van a ser 10 músicos nuevos. Ya grabé la primera canción con Jorge Rojas, que salió bárbara. Y voy a grabar otra canción con un grupo de Córdoba, quiero que sea Sabroso; pero habrá que ver si ellos tienen tiempo de hacerlo.
—En la escuela tenía una banda, ‘Los twister boys’, ¿cuál es el balance desde entonces hasta hoy?
—De una evolución tremenda. Me fueron a buscar porque yo cantaba en las fiestas de los colegios. Era el más chiquito del grupo, tenía 12 o 13 años y tocaba la guitarra eléctrica. La banda fue una innovación porque no había grupos de rock & roll en el norte de Córdoba y el cuarteto no tenía todavía la influencia y la fuerza que tiene ahora. Después el cuarteto arrasó con todo pero nosotros nacimos en una época muy propicia y nos seguía mucha gente. Yo me dejaba mal las cuerdas vocales, porque técnicamente no entendía muy bien el asunto y cantábamos mucho, pero lo pasábamos muy bien.
—En su exilio tuvo la oportunidad de vincularse con figuras como Atahualpa Yupanqui, Astor Piazzolla y Mercedes Sosa, ¿qué marcas le han quedado de todo aquello?
—Bueno, lo primero es que coincidió con un inesperado éxito en Francia. Yo no tenía ni idea de que algún día podría cantar en francés. Normalmente cuando uno canta en España la idea es primero lograr cierto reconocimiento ahí y luego venir para Latinoamérica. Pero a mí me surgieron dos oportunidades juntas, esas cosas del destino: ir a cantar a Inglaterra y la otra, a Francia. Pero tenía que aprender inglés. Francés tampoco hablaba todavía pero en Francia fui a cantar al Olympia de París, que es una especie de faro que amplifica para todos lados lo que hacés, y canté en español. Y el éxito fue tan sorprendente que, obligado por las circunstancias, aprendí a hablar francés y estuve muchos años viviendo ahí.
—¿Cómo conoció a Mercedes Sosa?
—Fue antes de irme a vivir a España. Yo tenía 18 o 19 años. Luego ella vivió en París un tiempito y después se fue a vivir a España. Pero pasaba mucho por París y cada vez que iba, venía a casa a visitarme.
—¿Y a Piazzolla?
—Lo conocí acá, en un programa de televisión en el que yo tenía que hablar de logros personales y me costaba mucho. Y él, que vivía en París, lo hizo por mí. Así que fue un aval fantástico porque lo decía Piazzolla. A partir de ese día nos hicimos muy amigos, trabajamos juntos y grabamos discos.
—¿Cómo fue su vínculo con Daniel Salzano?
—Fuimos amigos durante muchos años. Nos conocimos porque él andaba buscando a alguien que le dijera si un par de poemas suyos podían ser canciones y un amigo que teníamos en común le sugirió que me llamara. Yo vivía en Francia, él acababa de llegar a Madrid. Me escribió una carta con los dos poemas y yo no le contesté. Me pareció maravillosa la carta y desde entonces nos hemos escrito muchísimas. Yo venía de cantar un verano en Marsella y aprovechando que mi familia estaba de vacaciones en Madrid aparecí de repente en su casa. Su esposa Cristina me abrió la puerta y me dijo: ‘¡Vos sos Jairo!’ Y salió a buscarlo a Daniel. Y esa visita se convirtió en un vínculo muy fuerte, hasta el último día.
JAIRO. El cantautor trabaja en el segundo volúmen de ‘50 Años de Música’ y piensa en la posibilidad de construir una casa en las sierras cordobesas o en su Cruz del Eje natal.