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ANÁLISIS Y PERSPECTIVA

La deserción de las minorías (Ortega II)

1-11-2020-Logo Perfil
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La demagogia es una estrategia para conseguir el poder político. Se la aplica apelando a prejuicios, emociones, miedos y esperanzas del pueblo. Aristóteles la definía como “forma corrupta o degenerada de la democracia”.

Curiosamente, la demagogia moderna nace con la ilustración francesa en 1750. Es que ésta se vincula con la democracia de masas, que nace con la Revolución Francesa y se extiende hasta hoy. En 1750 se inicia el tránsito a la soberanía popular actual, que se enuncia como un derecho de todo individuo a expresarse, a ser escuchado y elegido.

Dos actitudes puede adoptar el hombre, y por extensión una sociedad: la de ser masa o minoría. La diferencia entre ambas estriba en el esfuerzo, en un sentido moral, y en el razonamiento como virtud intelectual. Es decir, lo que caracterizará al hombre como minoría selecta es el sentido de responsabilidad. El hombre masa se caracteriza por su hermetismo frente al pasado, la tradición, la cultura como sistema de normas incorporado automáticamente. También es incapaz de aprender de su pasado y formarse en las tradiciones culturales. El hombre masa es caprichoso y violento: se considera cargado de razón, que no tiene nada que fundamentar y goza del primitivismo.

Cuando el ser humano está satisfecho se relaja en cultura y ética. Este conformismo propició partir del siglo XIX la situación de Europa y los totalitarismos del XX. “Todo es posible”: “lo peor y lo mejor”. Hannah Arendt, en “El origen del totalitarismo”, coincide en que “el dirigente totalitario sabe que todo es posible”. Esto ocurre porque el hombre medio se vació de valores, tradición y convicciones. Por lo tanto, puede rellenarse de lo que se desee.

También, para su comodidad, el totalitario descubre que el liberal medio no es pesimista u optimista, puesto que sigue pasivo pensando que la cultura continúa articulada razonablemente como para proveerla de valores, que estima, ya posee.

El hombre masa llegó a los parlamentos pero fue alrededor de los años treinta cuando la minoría selecta tuvo su mayor desliz en su labor política mediante la palabra; desertó de su función, dejó de lado su responsabilidad. En consecuencia, los totalitarismos se desencadenaron. Consecuencia: si las masas no son activas, pueden ser seducidas y arrastradas por una minoría que no cumplen su responsabilidad de educarlas. Estas minorías abandonan su condición y mediante la demagogia llegan los totalitarismos.

Dejando con pesar a Ortega y Gasset para la conclusión, reitero la reflexión de Isaiah Berlin, ya contenida en un artículo ya publicado en su homenaje: “Los liberales tempranos no tuvieron ningún don profético; si los factores irracionales del ser humano o la actual mezcla de nacionalismo y socialismo se hubieran vislumbrado, la difusión del ideario debería haber ser sido decidido y enérgico”.

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