El aislamiento provocado por la pandemia, en lo que respecta a la educación, nos enfrentó a una crisis inesperada, a un ‘cisne negro’ en el cual hubo que improvisar una educación mediada por la tecnología, que no es la educación a distancia ideal que esperábamos usar, con gran esfuerzo de los docentes, los administrativos, los estudiantes y sus familias.
Pese a todo se están logrando resultados que no era posible imaginar previamente, obtenidos en tan breve tiempo, que servirán de base para muchas transformaciones positivas para incorporar a la educación presencial, una vez superada esta crisis. Por otro lado, quedó al desnudo algo sabido, pero tratado sólo abstractamente, que es la desigualdad en el acceso a dispositivos informáticos y a la conectividad, que dejó una importante parte de la población estudiantil en inferioridad de condiciones y que se está solucionando, en muchos casos, con el esfuerzo del sistema educativo y del Estado, en general, razón por la cual rápidamente debería reconocerse a la conectividad como un derecho equivalente al derecho al agua.
Esta familiarización forzada con las tecnologías de la información y la comunicación, sumada a la experiencia del teletrabajo en áreas como la misma educación, la telemedicina, etc., conlleva la posibilidad de grandes ventajas en el futuro para de a dispositivos informáticos y a la conectividad, que dejó una importante parte de la población estudiantil en inferioridad de condiciones y que se está solucionando, en muchos casos, con el esfuerzo del sistema educativo y del Estado, en general, razón por la cual rápidamente debería reconocerse a la conectividad como un derecho equivalente al derecho al agua.
Esto permitirá llevar la educación, la salud y el trabajo a todos los rincones de nuestro país, en los horarios que se necesiten. Seguramente estos cambios largamente esperados comenzaron un recorrido sin vuelta atrás.
Este es un siglo que está llamado a ser, al menos en esta década, un tiempo de incertidumbres, entre otras, las incertidumbres laborales. La educación semipresencial y virtual será una herramienta indispensable para acompañar a nuestros conciudadanos a transitar con éxito estos cambios. Como ejemplo: el Campus Virtual de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), en su área dirigida a los ciudadanos que no concurren a las carreras tradicionales, en estudios que van de oficios a micromasters, pasaron de 60.000 inscriptos a 330 mil en estos cinco meses de aislamiento.
Adaptarse a distintos escenarios. Con respecto a las perspectivas inmediatas de retorno presencial a las actividades, hasta ahora ha sido especulativa y cambiante a medida que se tiene más información sobre el comportamiento del virus (Sars-Cov2) y la propia pandemia y sus consecuencias. Por lo cual, más que poner fechas hay que preparar los centros educativos para todos los escenarios posibles, empezando por los más pesimistas, que requieren una preparación cuidadosa de las estructuras educativas y de las acciones transitorias hasta el retorno a las aulas.
Este escenario más pesimista requiere preparaciones sanitarias y edilicias en general en las instituciones para la nueva normalidad y la preparación de los contenidos virtuales que reemplacen lo mejor posible a las actividades presenciales tradicionales. Por caso, la reciente creación del Campus Virtual Nacional por el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) y la Plataforma Federal de Educación Básica del Ministerio de Educación de la Nación y experiencias en conjunto de la educación básica y la educación superior como el programa Nexos, permiten inferir que cursos de nivelación entre el secundario y la universidad, producidos virtualmente, serían de gran ayuda para superar este año el tránsito tan complicado a causa de la pandemia.
Los argentinos hemos demostrado tener gran resiliencia en esta adversidad y no debemos bajar los brazos. Tenemos que saber que al igual que nos acompaña la comunidad de salud, también nos acompaña toda la comunidad educativa.
Hugo Juri es rector de la Universidad Nacional de Córdoba